Colaboración de Paco Pérez
DEBEMOS
ESPERAR A JESÚS CON ESPERANZA
Los reyes de Israel no gobernaban acertadamente, el Señor les daba la espalda y el pueblo sufría las consecuencias, en este caso el peligro les vendría de Babilonia y Jeremías les anunció qué podía pasarles. El profeta, a pesar de conocer lo que ocurriría, hizo cosas visibles que fueran para ellos mensajes de esperanza. También les recordó la promesa que hizo el Señor a David, la venida del Mesías, el que actuaría con justicia y salvaría a su pueblo. Pasaron los años y vino Jesús, les anunciaba las cosas que ocurrirían más adelante y empleaba una simbología que no era entendida por las personas, cuando les anunció qué le pasaría a Jerusalén ellos pensaron en el final de los tiempos.
Años
después Lucas también les habló del futuro y lo hizo narrándoles una escena
de catástrofe inminente donde las fuerzas de la naturaleza se manifestarían
con tanta energía que causarían un gran miedo y desconcierto a las personas, ese
sería el momento anterior a la venida de Jesús, pero lo hizo lleno de esperanza
porque los animaba diciendo que no debían tener miedo pues Jesús no vendría
a castigarlos sino a liberarlos.
Para
lograrlo recomendaba no llevar una vida de libertinaje pues con ella se
familiarizarían con aquello que arrastra a la perdición pero lo que sí deberían
hacer es lo contrario, es decir, vivir de manera correcta para así estar
preparados y, cuando se presentaran ante Él, lo positivo pesara más que
lo negativo.
Un
día la Iglesia oficializó la
fiesta de la Navidad para que los cristianos-católicos recordáramos
el aniversario del nacimiento de Cristo pero… ¿Desde cuándo está en el calendario litúrgico de ella?
Comenzó
a celebrarla el 25 de diciembre del año 350 por decisión del Papa
Julio I y cuatro años después lo oficializó el Papa Liberio
mediante un decreto.
Antes
de establecer esta fiesta sólo se celebraba el día de Cristo o Pascua
del Señor y lo hacían no sólo el día anual de la Pascua sino cada
domingo.
¿Por
qué nació la nueva fiesta anual de la Navidad católica?
Esta
fiesta se oficializó con la intención de recordar el nacimiento de Cristo
pero es posible que con ella también se pretendiera oscurecer la fiesta
pagana que el 25 de diciembre se celebraba en Roma y otra en Egipto,
el 6 de enero. En esta segunda fecha, los cristianos coptos proclamaban
la fe de la Iglesia en la Encarnación y Nacimiento del
Verbo.
La
celebración del Nacimiento del Señor, desde el siglo VII, va
precedida de un tiempo de preparación personal, el tiempo litúrgico de ADVIENTO
y no tiene sentido
vivir ese tiempo preparatorio de la Navidad siguiendo la línea casi
generalizada de preocuparnos sólo de planificar, hablar
y actuar un mes antes, en los medios y en las familias,
sobre las actividades previas de siempre, es decir, ilusionando a las
personas con la iluminación especial en las calles, en los establecimientos
y en las casas; comprando los alimentos típicos de estas fechas y
los regalos; programando viajes para descansar o reunirnos con la
familia. Así… ¿Profundizamos en la realidad del acontecimiento histórico del
pesebre o sólo nos preocupamos de divertirnos, comer, descansar y reunirnos?
En
el Adviento deberíamos proponernos cambiar el comportamiento,
hacerlo con ilusión y no perder nunca la ESPERANZA de alcanzarlo porque si nos limitamos a seguir haciendo
lo de siempre y continuar ESPERANDO que otros nos arreglen nuestros problemas entonces el mundo no arreglará
sus rotos porque nosotros no aportamos nada para que todo cambie.
¿Qué debemos hacer ante esta evidencia?
Estar
VIGILANDO de manera permanente
nuestro entorno social, político y religioso para conseguir que los actos de los demás influyan en la familia y en la sociedad de manera positiva pero no deteriorándolas.
Si procedemos así es posible que podamos corregir los problemas que se nos vayan
presentando.
Ser
RESPONSABLES mostrándonos justos e inconformistas siempre, de esta manera
podremos desarrollar una acción permanente de REVISIÓN sobre lo personal
y lo ajeno con la intención de DESCUBRIR y DENUNCIAR lo irregular, de hacerlo así se podría MODIFICAR la actuación general,
comenzando por la nuestra.
¿Por qué debemos hacernos esa propuesta?
Porque
amar a los demás es lo que Jesús desea, nos pide y espera que
hagamos. Si este sentimiento sincero está presente en nuestros actos la unión
entre todos será una realidad y entonces, si hacemos con quienes más necesitados
están aquello que el Señor nos enseñó, cuando vuelva acompañado de
su séquito también se sentirá feliz y nos acogerá.
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