Colaboración de Paco Pérez
REY DE LOS JUDÍOS Y DE TODOS
Cuando el pueblo judío fue deportado a Egipto vivió esclavizado y, al ser liberado, comprendió que Dios había sido el autor de esa gesta, entonces proclamaron que ese Dios grande era el rey de Israel. Al regresar comprobaron que el tiempo no había solucionado los problemas pues se encontraron de nuevo con la injusticia que venía de los poderes y del abuso de los ricos, estas realidades hacían vivir a los pobres en situación permanente de precariedad. Pasaron los años, los reyes no acabaron con esa situación de injusticia y de nuevo sufrieron la deportación, en esta ocasión los llevaron a Babilonia. Allí vivieron de nuevo esclavizados, y desilusionados con Dios, pero los profetas les mantenían la esperanza hablándoles de la liberación, uno de ellos fue Daniel. Éste, durante el sueño, tuvo la experiencia de conocer a Jesús, la labor que desarrollaría con los hombres, que sería reconocido como rey de los judíos y respetado por todos los pueblos y después regresaría con el Padre. Cuando regresaron a Israel comprobaron que todo seguía igual.
Vino
Jesús, comenzó su evangelización en medio de esa realidad y les enseñó que Dios
era el único rey de Israel, al que los reyes debían respetar gobernando según
sus leyes. Los enseñó a caminar en el Reino de Dios y, sin explicarles
detalladamente qué era realmente, les decía que el Reino ya estaba entre
ellos. Era complicado que lo entendieran así pero Él insistía con su actuación
práctica y no teórica, es decir, procedía sin violencia en medio de una
sociedad que devolvía el mal recibido, que acogía a los marginados y les ayudaba,
que consolaba a los que sufrían, que denunciaba las injusticias del poder
religioso y político… Con este proceder intentó conseguir que las relaciones
sociales se normalizaran sin violencia.
El
modelo de Jesús aún no funciona porque el gran problema que siempre está
presente en la sociedad es el deseo enfermizo de conseguir el poder que algunas
personas tienen y después, una vez alcanzado, hacen todo el mal que haga falta
para no perderlo. Este modelo se aplica en nuestros días, en tiempos de Jesús
y antes de Él.
Cuando
los que tenían el poder escucharon que Jesús era el Rey de los judíos,
temieron perderlo y lo entregaron a Pilato, esa fue la acusación que
presentaron en contra suya. Éste lo interrogó pero no lo acusó, prefirió que Él
pudiera defenderse y que le aclarara los hechos. Jesús, cuando
comprobó que la acusación era cosa de los otros, le respondió:
-
[Sí, como dices, soy Rey.].
Así
le confirmó su condición y enseñó a los gobernantes de todos los tiempos cómo
debían actuar:
-
[Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio
de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.].
Con
el paso del tiempo queda probado que la mayoría de los gobernantes no
practican la verdad y la justicia pues hacen todo lo contrario de lo
que nos pide Jesús. Ellos, con los procedimientos que emplean, anteponen
sus intereses personales o de partido al bien común de las personas, eso los
empuja a administrar muy mal lo público.
El
Apocalipsis nos presenta a Jesús como el primero de entre los
hombres y con su acto final, por amor, salvará a las personas del pecado, será
reconocido por lo que hizo y representó para el futuro de la humanidad, incluso
por quienes lo crucificaron, y en su momento volverá.
Finalmente
nos describe al Padre:
-
[Aquel que es, que era y que va a venir, el Todopoderoso.].
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