sábado, 5 de marzo de 2022

LA CUARESMA

 Colaboración de Paco Pérez

TIEMPO DE PREPARACIÓN Y CAMBIO

La Cuaresma comenzó a tomar forma cuando a mediados del siglo II d. de C. se fijó un domingo, al que llamaron de Pascua, para celebrar el aniversario de la Pasión de Cristo. La comunidad “ayunaría” el Viernes y el Sábado santos y, con el Domingo, celebraban el “triduo”. A finales del siglo IV se amplió con el jueves, día de reconciliación de los penitentes, y más tarde se le añadió la “Cena Eucarística”. Posteriormente, para que se cumplieran los cuarenta días, la Cuaresma se amplió con el “Miércoles de Ceniza” y a finales del siglo XI, al desaparecer la “penitencia pública”, se estableció la imposición de la ceniza a todos los fieles.

En la Cuaresma se preparaba a los que iban a recibir el bautismo, se instaba a la reconciliación de los penitentes públicos y se preparaban comunitariamente para la fiesta de Pascua.

En nuestros días la entendemos como el tiempo litúrgico en el que las personas cristianas debemos vivir de manera diferente, durante cuarenta días, su celebración.

Al finalizar la Cuaresma, si las personas fuéramos curiosas, reflexionaríamos y podríamos vernos retratados en algunas de estas prácticas: Como espectadores que asisten al espectáculo de los desfiles procesionales; sintiéndonos felices y emocionadas cuando las imágenes de nuestras cofradías pasean por las calles luciendo sus mejores sallares y alhajas mientras la banda de música interpreta las piezas musicales de estos actos; llorando cuando la lluvia impide salir a los pasos o sufriendo porque el hecho religioso que se vive nos transporta con el recuerdo hasta la Pasión de Cristo, el acto más injusto que se pudo cometer con la persona más justa.

¿Con cuál de estos supuestos nos sentimos identificados?

Si partimos de que en ella debemos REFLEXIONAR sobre nuestro comportamiento diario revisando lo que hacemos entonces podremos determinar qué debemos cambiar de nuestra actuación diaria y después aplicar un plan que sea real, sencillo y realizable.

Durante muchos años la Cuaresma giró en torno al Ayuno, la Abstinencia, la Confesión, la Comunión, las Procesiones y alguna tradición gastronómica… Pero queda demostrado, con el paso de los años y esa práctica, que el sentimiento cristiano se ha ido empobreciendo y relativizando porque se da mucha relevancia a lo que “no es religión” y pasamos de puntillas junto a la “Verdad” que nos enseñó Jesús. Dicho esto, debemos convenir que a quienes tienen la responsabilidad de guiarnos, les corresponde dar el paso de aclarar los temas y después comenzar a cambiar lo que no tiene sentido.

El ayuno y la abstinencia como norma temporal no tiene sentido cuando sobra se come a diario y consentimos que algunas personas ayunen y se abstengan a diario, no lo hacen para agradar a Dios sino porque no tienen que llevarse a la boca pero hubo un tiempo que se popularizó pagar la “bula” y así quedar librados de ese cumplimiento. Hoy ya se explica de manera racional este tema pero, aún así… ¿Quién mentaliza a un mayor para que en Cuaresma coma carne argumentándole que es menos grave tomar pollo que unas cigalas? ¿Qué práctica de ayuno consiste en no tomar alimentos y ese día criticar, robar, no ayudar al necesitado…?

Hace años, en la “Hoja Parroquial” semanal se publicó una REFLEXIÓN interesantísima con el título “Ayuno y Abstinencia en CUARESMA”, lo firmaba “Un seglar misionero”. Archivé el contenido y lo he retomado porque sus orientaciones siguen vigentes y nos pueden ayudar a cambiar el paso:

[ABSTENERSE de soberbia y de orgullo, de criticar, de mirar sólo por sí mismo, de ansia de poder, de comodidad, dejar el qué dirán, es decir, de todo aquello que supone impedimentos y trabas para ser mejores, de todos aquellos obstáculos que nos impiden ser más cercanos a nuestros vecinos, nuestro prójimo, a reconocer las necesidades de los demás y no sólo las nuestras.

Y el AYUNO, una forma de controlar nuestros sentidos, nuestras tentaciones, de fortalecer nuestro espíritu, de vencer los placeres que nos esclavizan y nos hacen dependientes de la diversión, de la comodidad, de la TV, del móvil y de todo aquello que impide relacionarnos con la familia, con los amigos y con nuestras obligaciones.

El ayuno y la abstinencia tienen sentido cristiano y somos nosotros los que debemos darle contenido y vigencia.].

También debemos reflexionar sobre la facilidad que tenemos los cristianos para fabricarnos una religión a nuestra medida cuando damos por hecho que tenemos FE cuando la realidad es que ésta se tiene o no, es decir, no se compra en el mercado sino que es un regalo que nos da Dios y por eso debemos comprender que para mantenerla o hacerle crecer no hay mejor medicina que cuidarla.

Jesús, como hombre que fue, también ayunó y padeció los efectos de las TENTACIONES pero las venció, triunfó sobre el mal y nos invita a vencerlas estando vigilantes y luchando pues son variadas y apetitosas.

La tentación aparece también cuando las personas sufren, se puede comprobar con el pueblo de Dios cuando estuvo cautivo en Egipto. Allí fueron maltratados por los egipcios, se cansaron de ese modelo de relaciones y le pidieron al Señor que les ayudara, Él se compadeció de ellos, los sacó y los condujo por el desierto a la tierra que les prometió.

Durante el tiempo que duró el viaje de regreso fueron visitados por la tentación con distinta forma: DESCONFIANDO de Dios; teniendo HAMBRE, entonces se acordaron de las cebollas de Egipto, y ABANDONANDO a Dios, se construyeron un becerro de oro y los adoraron.

En nuestros días se ha mostrado visible la tentación de ejercer el PODER de manera dictatorial y contraria a los deseos del Señor, gobernar ayudando a los débiles. Está muy visible en la tragedia de Ucrania pues Rusia ha decidido ocupar un país libre sin importarle la destrucción material y las muertes que está ocasionando a las personas, rusos y ucranianos.

Moisés enseñó al pueblo a presentarse al Señor para darle las gracias por todo lo que habían recibido de Él, a ofrecerle las primicias del fruto de sus cosechas,  

a exponerle nuestros problemas y a pedirle su ayuda porque quienes actúan así quedan bajo su protección y Él no los abandona pero no debemos hacerlo en un plano comercial, es decir, ofreciéndole promesas a cambio de su ayuda pues Él lo hace porque nos ama y no por egoísmo.

A nosotros se nos ha dicho que Jesús es el Señor y que Dios lo resucitó, por eso tenemos que creer la verdad anunciada empujados por la fe o negar la esencia de nuestra creencia. Aquellos que lo entienden bien y ponen en marcha su proyecto de vida son acogidos en el Reino y quienes no se excluyen voluntariamente de la salvación.

Debemos tener claro que esto ocurre porque el Señor no hace acepción de personas o de razas, que su mensaje fue para todos y que por esa razón la salvación es universal y no para unos pocos. Sólo quedan excluidos de ella aquellos que, haciendo uso de su libertad, deciden rechazar las propuestas de salvación, es decir, Dios no los condena sino que ellos se apartan voluntariamente de Él.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario