Colaboración de Paco Pérez
LO QUE ENSEÑABA JESÚS
En la Última Cena Jesús les anunció que iba a ser entregado a las autoridades y que moriría, ellos no lo entendieron y le preguntaron por el autor de esa traición; les confesó que estaba entre ellos y se sorprendieron; Él conocía al autor, lo perdonó y le ofreció un trozo de pan; esa acción no les aclaró su preocupación; Judas abandonó el Cenáculo y así confirmó las palabras previas de Jesús sobre la traición que iba a recibir y, por último, les anunció que Él y Dios habían sido glorificados con esa acción pues habían sido mostrados en su grandeza y poder, siendo reconocidos como Padre e Hijo.
Después
se reafirmo Jesús en el anuncio de su muerte próxima y por eso les dijo
que ya le quedaba poco para no estar con ellos pero les aclaró que a donde iba,
la muerte en la cruz, ellos no podían acompañarlo. Finalmente les habló de lo
que era el amor al prójimo, este mandato quedó ejemplificado cuando les lavó
los pies, es decir, les enseñó con esa acción que servir a los demás era regalarles
dignidad, libertad e igualdad.
Él quería
que el amor que hubiera entre los cristianos fuera visible pues así se podría
conocer qué era y cómo practicarlo, realidad que sólo puede ponerse en marcha y
permanecer si el amor es el combustible que mueve nuestras
acciones. También les enseñó que las comunidades deberían estar sustentadas
en las realidades del momento y no en planteamientos utópicos, deberían ser grupos
abiertos a todas las personas, experiencias, sugerencias
y propuestas para que así, llenos de amor hacia los demás, la evangelización
pudiera arraigar en cualquier lugar. Quienes no viven la vida cargados de amor
no saben lo que es sacrificarse por los demás pues no se puede ofrecer lo que
no se tiene.
Decía
Jesús que el amor a los demás tenía que reconocerse en las obras pues
cualquier otro criterio no sería eficaz y, menos aún, si sólo está basado en observancias,
leyes o cultos… ¿Por qué? Porque las obras que son promovidas por
la fuerza del amor son identificadas con facilidad por las personas de
cualquier lugar, Él lo hacía y por eso lo seguían.
Unos
años después, Juan les habló de algo
diferente y desconocido, el lugar de convivencia que Dios tiene preparado para quienes lo aman. En él todo será distinto porque no nos toparemos con las
realidades que convivimos a diario y que no deseamos padecer: El dolor, la muerte, el llanto…
En
su propuesta de futuro para el hombre, introdujo un consejo: Si nos seduce
visitar ese lugar lo primero que haremos será cambiar los malos hábitos que tenemos e intentar practicar lo que Jesús realizaba a diario con las
personas.
Pablo
y
Bernabé nos enseñaron el camino de la evangelización contando las
experiencias que tuvieron en su primer viaje y lo hicieron enviados por la
comunidad de Antioquía para visitar las que ya habían fundado los
seguidores de Esteban. A sus miembros les recordaban que debían
permanecer firmes en la fe y que el camino del Reino era duro y sufrido.
En ellas nombraron presbíteros para que fueran colaboradores -personas
ancianas- y con ellos celebraron actos de culto para dar gloria al Señor.
Al
regresar les comunicaron las cosas buenas que el Señor había hecho por
mediación de ellos, cómo habían sido recibidos por los gentiles y los frutos de
su acción misionera.
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