viernes, 16 de septiembre de 2022

DIOS O EL DINERO

Colaboración de Paco Pérez

¿A QUIÉN SEGUIMOS?

Si viajamos al pasado con la Biblia comprobamos que antes de Jesús la sociedad también tenía unos problemas similares a los de nuestros días y Dios, como siempre se preocupó de impedir los desmanes que cometían, les mandaba a los profetas para que denunciaran las irregularidades de comportamiento social que había.

Para comprobar lo dicho debemos leer AMÓS 8, 4-7: [Escuchad esto, los que exprimís al pobre, despojáis a los miserables, diciendo: ¿Cuándo pasará la luna nueva, para vender el trigo, y el sábado, para ofrecer el grano?

Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa, compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo.

Jura el Señor por la gloria de Jacob que no olvidará jamás vuestras acciones.].

Cuando vino Jesús retomó la preocupación del Padre y les mostró, con un ejemplo, lo que es la falta de responsabilidad en el desempeño de las funciones que cada persona tiene en su profesión. En él se comprueba que quienes no actúan con honradez, en el momento más inesperado, sus métodos son descubiertos y sufren las consecuencias.

En estas situaciones el comportamiento correcto de los implicados debería ser rectificar a tiempo. El administrador reconociendo su error, pidiendo perdón y cambiando su práctica y el propietario perdonándolo y dándole una segunda oportunidad.

La realidad nos enseña que esta propuesta ideal no se aplica, casi nunca, pues cada parte reacciona intentando salvar sus intereses y eso ocasiona unas consecuencias negativas para todos, el propietario ve disminuidos sus ingresos y el empleado pierde el trabajo y el prestigio.

Lo que Dios desea es que los dones que nos regaló no los empleemos mal sino de manera correcta y así seremos premiados en su momento.

Si las personas tienen propiedades recibidas lícitamente son libres para utilizarlas en beneficio de los demás, o no, pero quienes administran lo ajeno no deben actuar con astucia regalando a los demás lo que no es suyo para que quienes reciben esos beneficios le ayuden a él en el futuro incierto que le espera a consecuencia de su mala práctica.

Jesús les planteó este tema para despertar las conciencias desviadas de quienes eran los causantes del desnivel económico que había en la sociedad de su tiempo (los que estaban próximos al poder político, los terratenientes y los sacerdotes) y ayudaran a los desfavorecidos a comer cada día.

Han pasado dos siglos y aún tenemos los mismos problemas que antes pues aunque haya habido un cambio profundo en el sistema quienes causan el problema social son las personas que idolatran el dinero y nunca valoran que cuando ellos aumentan sus ingresos es porque aumentó el números de personas que quedaron sin trabajo, techo, comida… Realizan estas prácticas incorrectas quienes cobran precios abusivos al vender o al comprar porque al pagar poco ahogan al que vende endeudado, también están quienes venden mala calidad a precios elevados… Estos modelos no pueden ser aceptados por el Señor porque las hacen dando culto a los dioses falsos de nuestros días, el dinero y la acumulación.

Pablo, unos años después, ante el estado de degradación que afectaba a la sociedad de su tiempo, les aconsejaba que oraran pidiendo por todos los hombres, en cualquier lugar, y que lo hicieran sin mirar su condición social o cargo de responsabilidad porque al actuar así vivirían en paz, se salvarían y podrían conocer la verdad de la vida: Que hay un solo Dios y Jesús, el único mediador entre los hombres y el Padre, nos enseñó el camino con su ejemplo y murió por la salvación de todas las personas.

Él se presentaba a quienes lo escuchaban diciéndoles que había sido puesto como apóstol para que visitara a los gentiles y les anunciara lleno de fe la verdad sobre el Reino.

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