Colaboración de Paco Pérez
Capítulo V
Frasco, en la VENDIMIA
Francisco Tirado Torres era
más conocido por su apodo, “Frasco
Paratrenes”, que por su nombre y
apellidos. Cuando se relacionaba con sus paisanos siempre solía transmitir la
sensación de tener un carácter tímido y poco hablador, de ahí que cuando tomaba
la palabra, algo no habitual en él, para pronunciar aquellos dichos tan oportunos
que se le ocurrían, apropiados para la temática que se trataba en ese momento en
la reunión, lo hiciera con voz suave y lastimera. Cuando concluía su locución,
todos los presentes comenzábamos a reír con unas carcajadas tremendas y
sujetándonos con las manos la barriga.
Hace ya bastantes años, cuando España estaba gobernada por Franco,
las penurias económicas agobiaban a casi todas las familias y para paliar algo
esas estrecheces económicas algunos miembros de ellas se marchaban a Francia en el otoño para la campaña de
la vendimia.
Un año, Frasco
también cruzó la frontera para vendimiar en el país vecino y lo hizo acompañado
de su hijo Juan Tirado Lerma, el
popular “Juan Pipirrana”.
Una tarde, después de dar de mano en el trabajo, Juan y los otros jóvenes villargordeños
decidieron darse una vuelta por el pueblo donde trabajaban. Se lo comentó a su
papa y a éste no le gustó la idea pero Juan
insistió tanto que Frasco perdió la
batalla y cedió.
Cuando salió Juan
de la casa donde se alojaban, para reunirse con los paisanos, Frasco lo estaba esperando fuera y tenía
apoyado el cuerpo sobre uno de sus hombros en el quicio de la puerta. Juan lo saludó, se despidieron y antes
de que el hijo avanzara cuatro pasos
exclamó:
- ¡¡¡Juaaaan,
hijo míííío!!!
Juan detuvo su caminar, se
volvió hacia él y le preguntó usando sus mismas cachazas habladoras:
- Paaaapa…
¿Quéééé quieeeeres?
- ¡¡¡Ya verás
cómo te la apañas para venir con una matrícula pegá en las espaldas!!!
Frasco, con estas
cariñosas y melosas palabras, le comunicaba a Juan su preocupación porque lo atropellara un coche.
Frasco, peón de albañil
Frasco tenía como
cualidad, en un grado muy positivo, el ser un gran trabajador. Cuando una
persona procede así no se arruga ante nada y suele trabajar para llevar pan a
su familia en lo que salga, lo presenté en sociedad como vendimiador en Francia y ahora lo hago recordándolo en una nueva
faceta laboral de su vida, como peón de
albañil.
Los componentes de la cuadrilla eran: el popular Juan Guijarro Carretero “Papo”, como
maestro, y Francisco “Fulgencio”,
como oficial.
Un día estaban el oficial y el peón enluciendo en
fino una pared, Frasco amasaba el
yeso y Francisco enlucía. En una de
sus múltiples masas el señor “Paratrenes”
quedó muy satisfecho por cómo le había salido y para comunicarle al oficial lo
feliz que era por ello le dijo mientras le servía el yeso amasado:
- Esta masa es
papilla, para los niños de pecho.
Cuando se enluce fino la masa tiene que tener un
punto de dureza justo porque si no es así el trabajo no se hace bien.
Cuando volvió con otra y diciendo la misma frase Francisco que iba a recibir la masa
simuló no poder hacerlo, se dio media vuelta y Frasco se quedó con ella en la mano esperando que el otro viniera a
recibirla. Como tardaba más de la cuenta movía los dedos con celeridad para que
ésta no se endureciera pero por cada minuto que pasaba comprobaba que cada vez
la masa estaba más dura, que éstos ya no se podían mover fácilmente y que dedos
y mano estaban envueltos en una masa de yeso que amenazaba con dejarlos
encerrados dentro. Entonces se acercó a su oficial y le susurró al oído:
- Franciiisco,
hijo mííío precioooso y boniiico, que tengo que comer estar noche con ella la pipirraaana y el paaan y aceiiite.
Francisco ya no pudo
resistir más tiempo la risa pues faltó muy poco para tener que quitarle la masa
que le envolvía la mano con el martillo y el cincel.
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