Colaboración de Paco Pérez
LOS TRAPICHEOS DE BENIGNO AGUDO PARA FUMAR PUROS
Capítulo I
En la
historia de nuestro querido pueblo, Villargordo
(Jaén), siempre hubo personajes
célebres pero no sabría yo decir si lo fueron más que “Anilla la del kiosco”, para los que todavía estamos dando vueltas
por “El Paseo”, o “Anilla la de Miguel” para los que ya
fueron llevados a hombros hasta el “Campo
Santo” porque entonces no se estilaba el velarlos en los tanatorios o
transportarlos en coches fúnebres cargados de flores para el engorde financiero
de las floristerías.
Esta
estampa jocosa, y otra que también es muy interesante, van a ver la luz porque
una de sus nietas, Ana Serrano Castillo
“Anita la Cotota” o “Anita la Taxista”, leyó las cosas que
publiqué de Benigno Agudo y unos días
después me llamó para contármelas.
Esta
historia fue protagonizada por él y su abuela hace ya muchos años, cuando ella
era muy joven.
Hemos
de empezar poniendo en contexto los acontecimientos porque, para quienes
tenemos el pelo plateado y escaso, la historia que voy a relatarles no deberá
sorprendernos pues conocíamos un poco a los actores pero, para quienes son más
jóvenes o no son del lugar, sí les deberé informar previamente de que a Benigno Agudo su querida esposa, la
señora María “Sin Gracia”, le controlaba el dinero que él necesitaba a diario
para sus gastos personales.
Con
estas leves pinceladas espero haber ayudado a comprender el origen de los
hechos del relato.
Nada sucede
por casualidad y por eso ocurrió en repetidas ocasiones esta breve historia.
Ella no se comportaba con normalidad y él conseguía su objetivo sin violencia…
¿Cómo? Usando la astucia en su casa y en la calle.
Un
día, Benigno entró al kiosco de Anilla para comprar su ración diaria de
puros y le dijo:
-
Ana, quiero hacer un trato contigo.
-
Tú dirás lo que es.
–
Ya sabes cómo es María Engracia pero
creo que si tú ves bien mi propuesta podemos ponernos de acuerdo.
Como
Benigno andaba remiso para decirle
lo que quería pues ella se cansó de su querer decir algo y no soltar nada, explotó
según su costumbre y le dijo:
-
¡¡¡Suelta ya lo que vas a decirme que mascas más que las cabras!!! – le
vociferó, cansada de escucharlo.
–
Tú sabes que antes no había dinero y por eso la gente cambiaba las cosas. Por
ejemplo: Si yo tuviera marranos pues, como tú tienes vacas, pues yo me llevaba
una vaca y te daba cuatro marranos –él no se inmutó y siguió con su
desesperante plan.
-
¡¡¡Tú estás chalao porque no tienes marranos ni yo vacas, coooño, ya está bien!!!
Yo,
lo que sí tengo son pipas, caramelos, cigarros, puros… Pero tú no tienes nada,
es tu mujer la que vende cintas, botones bragas, sostenes, enaguas, colonia,
pastillas de jabón…
-
¡¡¡De eso es de lo que yo te quiero hablar!!!
-
¡¡¡Y a qué esperas, date prisa que tengo que salir a vender lotería!!!
–
Yo voy a coger de la tienda pastillas de
jabón y botes de colonia y, como
tú sabes lo que valen, pues me das su valor en puros –le propuso formalmente
Benigno.
-
¡¡¡Yo no quiero líos con la “mala folla”
de tu mujer, bastante tengo yo que torear con el mío!!! –le contestó de
inmediato.
Él
no se dio por enterado y continuó con su plan:
-
Si eso no es ningún lío. Tú tienes que comprar pastillas y yo puros, las dos
cosas tienen sus precios… Pues la cosa es fácil.
Ana aceptó de
mala gana su propuesta porque era verdad lo que él decía pero lo hizo a
regañadientes, empujada por la amistad que tenían y porque le sabía mal lo que
le hacía la señora, de ahí que él hubiera recurrido a esos trapicheos.
Pasaron
los meses, ya llevaban algún tiempo practicando el “trueque” acordado y un día en el que Ana se había levantado con un humor de perros, o alguno de sus
visitantes se lo había puesto así, recibió la visita de Benigno y le puso en el
mostrador tres pastillas de jabón; ella, saltó como una liebre de su silla y,
puesta de pie tras del mostrador, le dijo:
-
¡¡¡Ya estoy de pastillas y de botes de
colonia hasta los mismísimos cojones!!!
-
¡¡¡Y yo que culpa tengo, si el jabón y
la colonia es lo que más a mano me pilla cuando salgo para la calle!!! –le
respondió medio asustado.
-
¡¡¡Cojooones, quítale también bragas,
sostenes o enaguas!!!
Recordó Ana “La Cotota” que en una ocasión viajó a Bailén (Jaén), visitó la
cafetería del “Hotel Zodiaco” y allí
se encontró con Pepe Agudo Sánchez,
el propietario del establecimiento, hijo de Benigno. Después de saludarse, tomaron café y, en el transcurso de
la conversación, salió a relucir Villargordo, él le preguntó por las cosas del
pueblo y por los conocidos, Ana le
informó, recordó después esta pequeña historia y, cuando Pepe la escuchó, se meó de risa.
ANDA QUE EL ZAGAL DE JUAN EL DE BENIGNO NO HA TRAPICHEADO CON ANILLA, PARA CONSEGUIR PUROS, QUINIELAS, Y LOTERÍA NACIONAL ACABADA EN 13
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