Colaboración de Paco Pérez
LA ORACIÓN, EN SOLEDAD
Dios comenzó a
preparar la venida de Jesús desde
siempre pero, para mí, el momento cumbre es cuando eligió a Abrahán -hombre justo y fiel-
para que fuera el guía espiritual del pueblo elegido y que, después de él, sus
descendientes continuaran su labor hasta que el Mesías nos marcara el camino definitivo.
¿Entendió Abrahán el cumplimiento de la
promesa que le hizo el Señor si su esposa y él eran ancianos y no tenían hijos?
Considero
lógico que le mostrara sus dudas después de escucharlo, está en Génesis 15, 5-8:
[En aquellos días, Dios sacó afuera a Abrahán y le
dijo:
- Mira al cielo; cuenta las
estrellas, si puedes.
Y añadió:
- Así será tu descendencia.
Abrahán creyó al Señor, y se le
contó en su haber. El Señor le dijo:
- Yo soy el Señor, que te sacó de Ur
de los Caldeos para darte en posesión esta tierra.
El replicó:
- Señor Dios, cómo sabré yo que voy
a poseerla.].
Debemos
comprender que él no podía entender los planteamientos que Dios le anunció pero la gran fe que este hombre tenía le hizo
continuar. El Señor no le aclaró sus
dudas de inmediato sino que le hizo una petición
que su elegido cumplió fielmente y sin titubeos.
Pasaron
los años, vino Jesús y la
predicación del Reino no fue bien
entendida por las gentes sencillas y por los mismos discípulos, todos esperaban
de Él lo que no les ofreció, ser un
líder guerrero que los liberara de Roma, y se desilusionaron. Al producirse
esta situación, y haber muerto el “Bautista”,
Jesús optó por cambiar de método retirándose
para preparar a los discípulos para que se fueran a predicar.
Al
regresar evaluó los logros, comprobó que aún no lo entendían y se retiró con
los tres a orar al monte. Ellos, en un principio, no comprendieron de qué iba
aquello pero después de presenciar la visión que se les ofreció ya sí supieron
qué le iba a ocurrir después, su muerte.
Llevárselos
a orar no fue una casualidad pues lo hizo para que presenciaran la escena de la
“Transfiguración” y con ella
comprendieran el conjunto de sus enseñanzas.
Unos
años después, Pablo escribió a los
cristianos de Filipos para ayudarles a entender que lo que ocurría era un problema
pero no de ese momento sino de siempre, él les señaló con precisión qué
personas eran las que pensaban y actuaban así y, además, les habló de las consecuencias
que les vendrían por esos actos.
Les
aconsejó que vivieran con austeridad, humildad y servicio a
los demás porque así darían ejemplo cristiano, un comportamiento contrario al
que practicaban los “enemigos de Cristo”,
ritos y acciones humanas sustentadas en los alimentos, las fiestas y
cumplir con el acto de la circuncisión.
Estos
eran los dioses de aquellos tiempos
y en nuestros días, los enemigos de Jesucristo
tienen otros nuevos: La riqueza excesiva
que ahoga al pobre, el poder dictador
que oprime y discrimina y los egoísmos
individuales y colectivos que
nos llevan a vivir en un mundo corrupto e injusto.
En
contrapartida les propuso vivir con los principios del Reino de Dios, el camino diseñado por Jesús.
Creer
en Dios, para los cristianos, no debe
ser un planteamiento teórico sino la puesta en marcha de una experiencia que nos
lleve a una transformación interior que nos empuje a luchar para conseguir que
todas las personas puedan vivir de manera digna cambiando aquello que lo
impide. Jesús, para que pudiéramos
iniciar este proceso transformador, nos mostró el camino con su ejemplo.
La
ORACIÓN debemos hacerla en soledad para
que, durante ella, nos comuniquemos
con Dios en silencio y podamos escuchar
su mensaje sin que nos diga una sola palabra. Él oraba en la soledad del monte
y del desierto con una fe
absoluta en Dios pero quienes lo
seguían no, ellos se mostraban débiles porque todavía no habían abandonado el modelo religioso falso que se alimentaba
de costumbres, tradiciones y rigideces.
A pesar de su frenética actividad evangelizadora, no paraba de viajar, siempre
encontraba un hueco para cumplir como judío con los rezos establecidos para ellos y para buscar a Dios en el silencio de la
soledad, así potenciaba su fe.
Los
humanos somos muy amantes de REZAR
con formatos rígidos que nos hacen repetir lo mismo muchas veces o leyendo, a la vez, textos que otros han
escrito e imprimido con formato estampa… ¿Por qué no seguimos el ejemplo de Jesús?
José Antonio
Pagola,
en su libro “Jesús”, nos propone
hacerlo así: [La oración de Jesús posee rasgos
inconfundibles. Es una oración sencilla, “en lo secreto”, sin grandes gestos ni
palabras solemnes, sin quedarse en apariencia, sin utilizarla para alimentar el
narcisismo o el autoengaño. Jesús se pone ante Dios, no ante los demás. Es, al
mismo tiempo, una oración espontánea y natural; le nace sin esfuerzo ni
técnicas especiales; brota de la profundidad de su ser; no es algo añadido o
postizo, sino expresión humilde y sincera de lo que vive. Basta con presentarse
ante Dios como hijos necesitados: “Ya sabe vuestro Padre lo que necesitáis antes
de que vosotros se lo pidáis”.
La oración es confianza absoluta en
Dios.].
Este
camino de oración que aconseja Pagola se basa en la realidad de
nuestro Dios, Jesús lo enseñó como “bondad
y salvación” y es lo contrario de lo que caracterizaba a los dioses
paganos: Poder y sabiduría.
Ser
seguidor de Cristo nunca fue fácil
porque lleva aparejada la responsabilidad de tener que mostrar a los demás, con
ejemplo de vida personal, cuál es el camino del Reino. Él lo hizo pero
acabó siendo incomprendido y crucificado por quienes se comportaron
como sus enemigos a pesar de que ellos jamás recibieran de Él algún daño moral o físico.
Desde
entonces, quienes llevan una vida fuera de lo que es natural, sólo se preocupan
de realizar acciones contra los principios básicos que nos enseñó Jesús, esa enseñanza no les va bien a
ellos y por eso actúan contra quienes la defienden.
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