Colaboración de Paco Pérez
ALMENARA, ANÉCDOTAS
CAPÍTULO VIII-F
Continuamos
con los recuerdos que protagonizaron algunos/as “cortijeros/as”, “villargordeños”
y “trabajadores” de distintas
edades, épocas y circunstancias.
LA MOTO
Cristóbal Vivanco
Torres “Benito” me
relató un hecho curioso que le pasó un día en Almenara con el señor
Braulio.
Todos
sabemos que Cristóbal viaja a diario
hasta su cortijo, antes iba solo en una moto y ahora, de vez en cuando, va en
un Land-Rover corto que es conducido
por una señorita que le ayuda en sus trabajos y porque él no tiene carnet de
conducir, este vehículo sólo lo utiliza cuando tiene que realizar trabajos con
los que después obtendrá productos agrícolas que él necesita transportar hasta
el pueblo: Palos, aceituna, trigo, cebada...
Siempre
usó la moto para desplazarse a trabajar al cortijo, y aún lo hace, sin
importarle que haga frío o calor. Si es invierno se protege la cabeza con una
gorra de paño tradicional con visera, si es verano lo hace sin nada y como siempre
transita a toda velocidad por veredas y caminos terreros que están muy
empolvados pues eso le hace ir con la mota retrepada para que no lo pille la
nube de polvo que va levantando al circular. Con el paso de los años ha
mejorado su imagen cortijera descuidada pues ahora ya no se le retrepa la mota,
aunque sigue corriendo igual, porque ha entrado en razón y, aunque se muestra
reacio a usarlo, ya va aceptando ponerse el casco obligatorio, sobre todo, cuando tiene que circular por donde lo
pueden parar y multar los Guardias
Civiles.
Algunos
días, cuando pasaba por Almenara y
se topaba con sus buenos amigos Cristóbal
y Sebastián, los hermanos “Papas fritas”, paraba la moto en el cortijo de ellos para
charlar un rato, sobre todo con Cristóbal
– ya fallecido.
Como
el señor Vivanco es tan hablador
pues cuando tomaba la palabra se le calentaba la lengua, no dejaba intervenir a
los demás, se olvidaba de mirar el reloj de bolsillo que le regaló su padre
cuando se fue a la mili y, cuando daba por acabada su charla, entonces tomaba
conciencia de que habían transcurrido varias horas desde que paró la moto. Como
es muy inteligente pues comprendía que a ese día ya le quedaba poco tiempo para
poder desarrollar una jornada normal de arado y cogía cogía el móvil, llamaba
al tractor que estaba encerrado en la cochera esperándolo, le comunicaba que no
iría y que podía tomarse la tarde libre para echar la siesta o irse a Jaén de
paseo.
Esta
escena la repitieron estos amigos muchas veces y siempre acababa igual, el
tocayo Cristóbal de “Benito” no le permitía marcharse y le decía:
-
Ya no es hora de irnos a comer a la casa… ¿Qué
quieres que preparemos?
-
Lo que tú quieras, me da igual, porque me lo como todo aunque me falten algunos
dientes – le contestaba.
Mientras
yo voy preparando el fuego, el aceite y las otras cosas tú coges un palo y te
cargas de un garrotazo al primer pollo que se cruce, lo desplumas y te lo traes
a la cocina pues para aviar la carne con ajos solo se necesita una sartén,
aceite, mover la carne con la paleta de cuando en cuando y tener mucha hambre.
Cuando
se apretaron el pollo bien regado con vino tinto, se despidieron hasta otro
día, “Benito” cogió la moto para
regresar a Villargordo, se espatarró
en ella, le dio al pedal y entonces, después de muchos intentos, se llevó la
sorpresa de que no arrancaba aunque él lo intentaba una y otra vez con fuerza. Estaba
muy cabreado, descabalgó y le dijo a su amigo:
-
Casi na la caminata que me espera ahora pa llevar la moto achuchándole hasta el
mecánico del pueblo y, por si tenía poco, con el panzón que tengo… ¡¡¡Estoy
apañao!!!
El
señor Braulio se encontraba muy
cerca, estaba al cuidado de unas yeguas que pastaban en un “roeo” cercano, y como “Benito” daba tantas voces pues se acercó,
le preguntó al motorista qué le pasaba, escuchó su respuesta, observó el vehículo
y le dijo:
-
Sé bien lo que le pasa… ¿Quieres que te lo arregle?
-
¡¡¡Cóóómo no voy a quereeer, claaaro que
sííí!!!
Braulio hizo como los
doctores, hablar después de explorar al enfermo:
-
Para arreglarlo tengo que hacerle la pieza en el torno y tú, mientras la hago,
te quedas al cuidado de las yeguas para que no se metan en las siembras que hay
cerca.
Cristóbal aceptó, se
quedó de “yegüero” solo y sin tener
con quien hablar porque su amigo ya se había ido a Jaén… ¡¡¡Menudo sacrificio
tuvo que hacer!!!
El
tiempo comenzó a correr, miraba el reloj cada dos por tres, el “tornero Braulio” no deba señales de vida y, cuando ya hacía casi tres horas
que se había ido, lo vio venir y le dijo:
-
¡¡¡Ni que hubieras ido a Madrid por ella!!!
Braulio no le
respondió, se fue hasta la moto, le colocó la pieza que acababa de hacer y
entonces le dijo:
-
¡¡¡Prueba ahora con la pieza nueva!!!
Cristóbal obedeció, le
dio al pedal y arrancó… ¡¡¡No se lo creía!!!
Cargado
de agradecimiento, alegría y asombro se acercó a Braulio y le dio un abrazo.
El
día que me lo contó aún seguía asombrado y lamentándose de lo mal que lo pasó
de “yegüero”.
“PAPAS FRITAS” Y “EL CHÁPIRO”
Adriano
Jiménez Mendoza
“El Chápiro” es un villargordeño octogenario que durante
toda su vida disfrutó haciendo travesuras graciosas a los que le rodeaban.
Cuando
era joven alcanzó gran notoriedad practicando sus tres deportes favoritos:
Defender la portería del C. F. Villargordo, en sana competencia
con Ramoncillo “Chabalera”; ganar todas las carreras de ciclismo que se organizaban
en el pueblo durante las “Fiestas de
Santiago” a su gran amigo y rival “Botana”,
a pesar de que a éste lo montaban en el “coche
escoba”, cuando tenía que subir las
cuestas y bajándolo después en los llanos, y ganando todas las “carreras de cintas” que hubo.
Como
la envidia es muy mala pues cuentan las malas lenguas que esta última gesta la
lograba gracias al invento que él se fabricó para no fallar cada vez que pasaba
debajo de la cuerda para ensaltarlas… ¡¡¡Ponía
camuflado en la punta del palo un alfiler!!!
Cuando
regresó de la mili estudió mucho y aprobó las oposiciones de la Policía Nacional, los miembros de este
cuerpo eran conocidos entonces como “Los
Grises”, debido al color de los trajes. Después de estar destinado en varias
poblaciones vino a Jaén y aquí
desempeñó su labor profesional hasta que se jubiló, ahí reside en nuestros días.
Un
día iba de servició en compañía de otro policía por la vieja plaza de “Las Palmeras” y, desde lejos, se
percató de la presencia de Sebastián
“Papas fritas”. Sebastián no lo conocía porque era bastante más joven y, además,
porque iba vestido de policía. Adriano le comunicó al compañero, que también
era muy cachondo, que aquel muchacho era de Almenara y le comentó algunas cosillas del lugar y de sus
habitantes.
Como
iban de servició, volvió a verlo por otra calle, ésta estaba muy solitaria, su
mente voló como en su juventud y montó la travesura: [Hacer como que miraban en un escaparate y vocearle el apodo.].
Se
lo comentó al acompañante y lo pusieron en marcha, Adriano le gritó varias veces sin mirarlo:
-
¡¡¡“Papas fritas”!!!
Sebastián, al escuchar
las voces, comenzó a mirar en todas las direcciones pero nunca se pudo imaginar
que los servidores del orden público eran los que estaban alborotando el
ambiente.
Unos
días después ambos agentes del “desorden
público” estaban de servicio en el
cuartel, descansaban en la sala de usos múltiples, con otros compañeros jugaban
ambos una partida de cartas, se acordaron de la escena anterior y comenzaron a
decirse uno al otro de vez en cuando:
-
¡¡¡“Papas fritas”!!!
La
expresión la pronunciaban los dos sin que los demás jugadores supieran de qué
iba el tema pero Manuel Moreno López “Carabinas”,
mi cuñado, también estaba de servicio ese día, sí conocía de qué iba el asunto y
tuvo ocasión de presenciar cómo Adriano
le ganó al otro jugador aprovechando el alboroto y la distracción que él había
provocado con la expresión para distraer a los demás jugadores. Entonces, Manolo y otros cuantos que habían
estado de espectadores, como conocían bien las estrategias de Adriano, comenzaron a cantarle a coro
al perdedor:
-
¡¡¡“Papas fritas”, “Papas fritas”, “Papas fritas”!!!
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