miércoles, 30 de septiembre de 2020

HISTORIAS DE LA LUNA

 Colaboración de Paco Pérez

LOS CIRUJANOS

En la década de los cincuenta, subiendo el “Pecho la Ermita” y a la izquierda, después de la casa de la “Potra” había un descampado con eras y hazas de tierra y por él se transitaba de esta calle a la conocida con el nombre de “El Centro”, hoy Pablo Iglesias. En ese lugar los niños jugábamos y por esa razón, como es lógico, los protagonistas de este relato allí estaban divirtiéndose y ese fue el lugar que eligieron para hacer otra de sus travesuras,  hace unos días me la contó Juan José Castillo Mata “El Espartero”. 
Una tarde se encontraban en el lugar mencionado los dos Tobalicos, el de la “Ermita” y “Lulú”, JoséMaino” y él, en aquellos tiempos los cuatro eran inseparables. Estaban distraídos con sus juegos, igual que todos los días y, según la costumbre de entonces, las familias soltaban los animales en el descampado por la mañana para que se alimentaran con lo que encontraran y por la noche los recogían.  
Ese día, cuando estábamos allí apareció una pava y sus ocho pavillos y Tobalico el de la “Ermita” se quedó embelesado observando cómo correteaban de un lado para otro picoteando y, después de estar durante unos minutos siguiéndoles sus movimientos, se le ocurrió hacer con ellos una travesura, la que comunicó al grupo:
- Mirad, acaba de llegar la pava de la madre de JuanMacho varas” con sus pavillos.
José le contestó:
- Pues lo mismo que hacen todicos los días.
Lulú” le preguntó:
- ¿Qué hacen diferente los animales hoy para que tú digas eso?
Tobalico tomó de nueva la palabra pues tenía muy bien pensado su plan, no se lo pensó dos veces y le contestó así:
- ¡Nos vamos a meter a médicos!
Juan José saltó como una costilla al escuchar esa afirmación:
- ¿Qué has dicho? ¿Estás loco?
Entonces fue cuando Tobalico les contó la travesura que harían con los animales:
- ¿Qué os parece si operamos a los pavos?
– Tú estás chalado –afirmó Juan José para reprocharle la idea.
Como los dos Tobalicos eran primos hermanos, “Lulú” no esperó a que hubiera más opiniones, lo apoyó de inmediato y le dijo:
- Primo, como tú vives ahí enfrente te vas a ir a tu casa para coger una cuchilla de afeitar de tu papa, unas agujas y un carrete de hilo de tu mama.
Guardamos silencio y Tobalico se marchó en busca del material pero José, que era vecino de Juan, no estaba muy convencido de lo que iban a realizar.
Cuando regresó con la cuchilla, la aguja y el hilo nos sentamos para repartir las responsabilidades de lo que íbamos a poner en marcha:
- José se encargaría de ir cogiendo a los animales.
- Tobalico el de la “Ermita”, los sujetaría mientras eran operados.
– Los cirujanos serían “Lulú”, él los rajaría y les extirparía lo que él considerara necesario, Juan José los cosería y después los soltaría por la era.
Así fue como unos animales murieron antes y otros después, en función del órgano vital que le quitaban.
Cuando acabaron la intervención abandonaron el lugar y se marcharon a las “pilas” para lavarse las manos.
La madre de Juan, cuando llegó la hora de recoger a los animales para llevarlos a casa, se acercó como todos los días hasta el descampado y entonces se encontró el desastre que habían hecho con sus pavos.
Como es lógico entre el vecindario se cundió la noticia y no tardó mucho en conocerse quienes habían sido los autores.
Los dueños de los pavos visitaron a los padres de los “cirujanos”, todos lamentaron lo ocurrido y trataron de buscar una salida a la acción recibida.
Cuenta Juan José que cuando se tranquilizaron los ánimos su padre, JacintoEl Espartero”, dijo:
- Siento mucho lo que os han hecho pero yo no tengo ni un duro y no sé qué podemos hacer ahora para arreglar este problema.
Entonces, el padre de Juan intentó buscar una salida válida para todos y le respondió así:
- Lo que debemos hacer es ajustar el valor de los pavos y convertir ese dinero en jornales para que ellos vayan a mis olivas a trabajar hasta que lo paguen.
El acuerdo se cerró con esta propuesta y Juan José, los días que estuvo trabajando en las olivas para pagar su parte de los pavos, vivió una experiencia muy graciosa. Su padre iba cada mañana al dormitorio para despertarlo y cuando se levantaba le daba una buena paliza con el cinto, desayunaba y se iba a cavar las olivas. Al regresar por la tarde el padre lo recibía detrás de la puerta y le preguntaba:
- ¿Te ha pagado el amo el jornal?
– Sabes que no me tiene que dar nada –le respondió Juan José.
– Pues entonces te pagaré yo lo que te corresponde.
Inmediatamente le calentaba de nuevo los cachetes con otros pocos cintazos y así estuvieron hasta que Juan José pagó lo que hizo en las eras con los pavos.
Tobalico Lulú”, cuando su padre iba a cogerlo para darle la paliza, salió corriendo para el corral y, como en él había una higuera, se subió a ella y sus padres intentaban convencerlo para que bajara pero como vieron que era imposible el padre le habló de otra forma:
- Ahora yo me voy a ir, se queda mama, tú te bajas y ya verás como no te pasa nada con ella.
Tobalico era muy testarudo y le dijo:
- ¡No bajo que me mata!
Tardó horas en bajar y cuando lo hizo, como los ánimos de sus padres ya se habían aplacado mucho, no le pegaron… ¡Fue el único que se escapó de los cintazos!
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario