Colaboración de Paco Pérez
EL CAMINO DEL REINO
El
papel de la mujer en la familia y en la sociedad estaba tipificado y todos
conocían qué debía hacer ella y qué no. Ocupaba una posición inferior a la del varón,
el padre decidía sobre su vida futura y ella no podía elegir, sus obligaciones
con él eran mayores que las de sus hermanos pero sus derechos estaban detrás de
los de ellos. Esta realidad no impedía que la mujer tuviera un gran valor para
su familia, era un tesoro que perdían cuando al casarse la entregan al esposo y
en ese momento ella se convertía en un bien para él; las solían casar a una
edad temprana, desde los doce años.
Antes
de la ceremonia, ambas familias hablaban de la dote que aportarían a los
futuros esposos e incluso lo que recibiría ella en caso de separación o viudedad
y si moría el novio antes de la boda ella era considerada como viuda. Si el
padre de la novia exigía mucho su postura era muy valorada por la familia del
novio porque ante la sociedad quedaba claro que la nueva mujer que se
incorporaba a su familia tenía un gran valor.
Culminados
los acuerdos el novio y sus amigos se dirigían a la casa de la novia cantando y
bailando, allí los esperaba ella y sus amigas para desde allí ir hasta la casa
del novio
para
continuar con el ritual, una celebración en la que se comía, cantaba… ¡Algunas duraban más de una semana!
Cuando
el hombre acusaba a la mujer de adúltera, antes o después de consumarse la
unión, ella podía ser condenada pero necesitaba que dos testigos afirmaran que
los hechos eran ciertos, por eso había pocas lapidaciones.
Desde
pequeñas eran educadas para realizar las labores de la casa pero también
ayudaban al esposo en los trabajos de su profesión y, a pesar de ello, el
hombre la consideraba como un objeto destinado a darle descendencia y a
satisfacer sus necesidades maritales pero no la trataba con el cariño y el respeto
que se merecía por ser su esposa y la madre de sus hijos e hijas.
¿Era necesario comenzar recordando estos breves
apuntes históricos?
Sí,
porque nos ayuda a comprender en Mateo
25, 1-13 la parábola que les
puso.
Como
la negociación de la dote, a veces, duraba más de lo previsto pues por esa
razón se retrasaba el comienzo de la ceremonia, el novio y sus amigos tardaban
en ir a la casa de la novia y, por esa razón, ella y las amigas tenían que esperar.
Tomando
esta referencia costumbrista Jesús
les propuso la parábola para hablarles de la responsabilidad que deben tener
las personas en su vida diaria para que cuando llegue el momento de presentarse
ante Dios hayan cumplido bien y entonces
Él los acoja en el Reino.
En
la parábola, la respuesta de las personas ante el mismo acontecimiento no fue
la misma y por esa razón las consecuencias que se derivaron de esas diferentes respuestas
ocasiono que después también fueran distintos los beneficios. Hubo esposas
prevenidas y otras despreocupadas, como es lógico quienes se tomaron la
molestia de actuar con corrección entraron en la fiesta y quienes se olvidaron de
sus responsabilidades no pudieron entrar.
Es
una llamada a la responsabilidad y al compromiso cristiano con Jesús y el prójimo, no podemos dar la espalda a nuestras obligaciones,
seríamos los necios de la parábola.
La
sabiduría es un don que Dios concede a las
personas que se muestran ante Él sin
egoísmos. El autor de este libro, se supone que fue Salomón, sabía bien cómo era ella y qué nos regala, por eso nos
aconseja: Pedirla en la oración pues
es el origen de los bienes que
podemos recibir. Para lograrla deberemos quererla, mostrarnos interesados en
que nos visite y, si acude, cuidarla dejándonos guiar por sus consejos y
orientaciones, así no la perderemos.
Con
el paso de los años, Salomón abandonó
la senda del Señor, ya no actuaba
con justicia y, como no se guiaba
por el don que Dios le regaló, lo
perdió todo porque se olvidó de tener preparado aceite y la lámpara se le
apagó.
La
muerte era entendida, y aún lo es por algunas personas, como el final de la
vida y en ese enfoque no hay espacio libre para la esperanza del encuentro con
Dios en el Reino.
Si
la enfocamos partiendo de la experiencia que vivió Jesús entonces tendremos la certeza de que si Él resucitó y subió junto al Padre
nosotros también lo haremos después de morir porque somos sus hermanos e hijos del Padre.
Aquellos que murieron antes de Jesús
también recibieron ese reconocimiento, porque éste es para todos.
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