Colaboración de José Martínez Ramírez
Capítulo I
Un regalgo de la calle,
adoptamos a Manolo,
un pobre animal afable,
verdino, era muy valiente,
lanzado y muy amable
con nosotros y la gente;
sintió a penas a su madre,
desde muy lejos lo llamaba,
pan y aceite de olivares
para sus labios ofreció.
Saltó en dos pasos la calle,
los dedos Tomás se untaba
con el zumo, y sus males
muy olvidados los dejó.
Sustraía chuches a la madre,
de la que hoy es su mujer.
No llegó a pisar la cárcel,
tuvo suerte el infiel.
Antonio, en los corrales,
cazando un zurreón en tardes
muy lejos de los libros,
en la era de “El Pollero”, salía
rupea, y manchaba el pantalón.
la luchadora descalza,
una heroína con sable,
un gran putón verbenero.
Cayetano “El rubio” sabía
tenía el brazo como un cable,
era un niño desobediente
y no hacía caso a su padre.
A Ana le trincaba pasteles
y estampas de Gárate,
tampoco pisó la cárcel.
Frahuer era un niño bueno,
Un buen central, seguro,
soportó sin despeinarse.
Extremadamente hábil
Luis tenía buen regate.
Fran se fue a Sevilla
aunque lo ha confesado,
formó familia una tarde,
amó, jugó, venció, perdió,
vivió en fin, no son fabes
lo que le hace suspirar
barcos, coches, paisajes.
Lo único que anima
su pulso por vendavales
es la cerveza, cerveza
rubia, doble malta, Lager,
negra, fría, caliente…
Estudió empresariales,
pensando en la cebada.
Sampedro de hospitales
y, en el bolsillo unas llaves.
Estudió el zagal farmacia,
tiene los ojos muy grandes.
Corría con la mano abierta,
la otra más. Los escolares
sabíamos que era el mejor.
Aunque siendo muy amable,
a excepción de mi persona,
mucho más guapo y estable.
Me costó mucho guiarlos
por la dureza de las calles,
aún hoy me empleo a fondo
por los desvaríos de Caye.
Miguel “El Reino”, humilde
su hermanito Cristóbal,
nos perseguía en la calle
para golpearnos la pierna,
tampoco piso la cárcel.
Todos los niños del pueblo
éramos amigos habituales.
Aunque algo traviesos
por no decir muy salvajes.
Medio siglo desde entonces
en la puerta del “Contable”
a la pita y al fútbol,
había barro y mucho arte.
Hay muchos amigos más,
no deseo aburrir la tarde
ni quedar, Dios me libre,
como un pobre pedante.
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