Colaboración de Paco Pérez
LA PEÑA
MADRIDISTA “JUAN Y PACA”
Capítulo XX
Juan, después de
cubrir el local con los plásticos, repitió con frecuencia que era inventor y se
ufanaba de ello. Sus inventos más sonados, después de techar con plásticos el
local, fueron: “Comer arroz con dos cucharas”; el “Coe, coe”, juego
con las fichas de dominó que él bautizó así y fundar la “Peña del
Real Madrid”.
El
mejor de todos sus inventos fue proponer la fundación de la Peña
y albergarla en el recinto del “Cine Maravillas”.
¿Cómo surgió esta idea?
En
el año 1991 yo trabajaba en Jaén y los viernes, al atardecer,
regresábamos al pueblo para pasar el fin de semana. Cuando llegábamos a casa
descargábamos el equipaje, saludábamos a la familia y cuando todo quedaba acoplado
cogía de nuevo el coche para aparcarlo en la cochera. Después, antes de
regresar a casa, me pasaba por “El Tropezón” para tomar unas cervezas y
charlar con los conocidos.
La
casualidad hizo que varias noches, como ya estábamos en primavera y hacía una
temperatura muy agradable, me encontrara en el mismo sitio con una reunión de
personas que eran para mí más que conocidas y, además, muy madridistas: Fernando
Bergillos, Avelino “Paratrenes”, Paco “Carpanto”,
Antonio “El Turbinas”, Juan Antonio “Chiribito” y Juan
“El Chocolato”. En el transcurso de la conversación y sin que nadie lo
esperara, Juan hizo esta propuesta a los reunidos… ¿Por qué no
fundamos una Peña del “Real Madrid”?
La
propuesta fue muy bien acogida y hablamos del tema durante la velada pero no se
llegó a ningún acuerdo final, mucho hablar pero poco concretar. Un tiempo
después coincidimos de nuevo y él planteó de nuevo la misma propuesta. Como el
tema fue tomando fuerza les dije que el asunto no sería fácil pues habría que
realizar muchos esfuerzos personales para ponerla en funcionamiento:
Legalización, local social, socios, recursos económicos… Para rematar la
conversación les hice esta pregunta:
-
¿Estáis dispuestos a participar de verdad o es el fuego de una ilusión
pasajera que se enciende de higos a brevas con la euforia de unas cervezas?
Todos
se mostraron dispuestos y Juan dijo las palabras que remataron la
decisión:
-
Lo más delicado es conseguir un local y ese problema ya está resuelto
pues en el cine tengo dos salones y uno de ellos, el de arriba, será para la
sede. Algo muy importante, no cobraremos por el uso del local mientras esté
la Peña allí.
Esta
propuesta era irrechazable, nos pusimos en marcha un grupo amplio de personas jóvenes
que se ilusionaron con el proyecto, cada uno comenzó a trabajar en la faceta
que dominaba y así fue cómo se comenzó el acondicionamiento del local en el
salón de arriba. Estábamos dando forma a la sede con la construcción de la
barra, unos como maestros y otros como peones y nos llamaron para que bajáramos
porque el señor Juez de Paz, en aquellas fechas era Manuel Moreno
Viúdez, requería nuestra presencia. Acudimos y, después de los saludos, nos
dijo:
-
No podéis continuar con las obras de acondicionamiento de la Peña porque
la familia Moral Pérez “Los Pellendas” han denunciado a Juan y
Paca, alegan en su contra que han construido esta edificación utilizando
toda la pared medianera y la planta de arriba, donde estáis acondicionando el
futuro local de la sede, pertenece a la construcción denunciada. Ellos les piden
que se derribe porque se ha hecho sobre la parte que le corresponde a ellos de
la pared medianera.
En
aquel momento, desilusionados, dejamos los trabajos… ¡Fue un jarro de agua
fría para todos!
Unos
días después Juan nos comunicó que él no se daba por vencido y nos propuso trasladar la sede
del local a la planta baja, nos convenció, aceptamos su nueva propuesta y
continuamos con el acondicionamiento del local. Un tiempo después me dijo que
el albañil que le realizó la obra fue a la familia Moral Pérez y los
informó de cómo nos había hecho la obra. Aquella denuncia no se ejecutó nunca pues
con el paso del tiempo Juan y Paca trabajaron muy bien el amansar
a los vecinos de manera diplomática con la mediación de terceras personas y
consiguieron que no se demoliera la construcción y que nosotros aún sigamos
utilizando la sede.
Juan
y
Paca fueron para la Peña una bendición y el establecimiento de ella
en su local también lo fue para ellos porque sus muchachos, así nos llamaba él,
les daban a diario lo que más necesitaban ellos dos… ¡Compañía y bullicio!
La
masa social llegó hasta los doscientos veinticinco afiliados
y durante un tiempo la sede funcionó muy bien porque ver los partidos gratis
y los bajos precios atraían cada día a muchos socios y no socios.
También ayudó mucho a este movimiento que los socios que eran cazadores llevaran
liebres y conejos a ella y le pedían a Alonso que hiciera con ellos
arroz, el que tanta fama le dio. Este ambiente de comidicas le encantaba a Juan
y, como era tan buen comensal pues cuando el cocinero tocaba la campana y comunicaba
que ya estaba el arroz en su punto él se ponía a trabajar para comenzar a comer
y no parar mientras quedara arroz en la sartén, aunque estuviera ardiendo. Para
solucionar ese problema se inventó lo de comer el arroz con dos
cucharas. Para ello ponía un plato vacío en un lugar alejado de la sartén,
en él dejaba el pan y una cuchara, con la otra iba a la sartén, la cargaba bien
colmada, la llevaba al plato y la dejaba para que se enfriara, cogía la vacía y
regresaba a la sartén para cargarla, volvía al plato y la dejaba en reposo, se
comía la que había dejado antes y vuelta a empezar el proceso. De vez en cuando,
mientras iba y venía con las cucharas, nos recordaba que su invento funcionaba.
El
juego del “Dominó” se practica con cuatro jugadores y el “Coe, coe”
comenzó a practicarlo con dos jugadores pues fue una adaptación que hizo él del
original porque encontrar cuatro personas en la Peña que les gustara ese
juego no era fácil y por eso lo reformó así. En el tradicional no se cogen
fichas, se pasa cuando no se puede poner, pero en éste sí había que ir al
montón para robar mientras no se podía poner. Cuando el rival no podía poner lo
invitaba a coger diciéndole… ¡Coe, coe!
Repetía
su invitación tantas veces como fichas necesitaba coger y, mientras lo hacía,
se mondaba de risa viendo al otro jugador acumulando fichas.
¡Así
era Juan, vivió siendo el hombre más feliz del mundo!
Lo
consiguió haciendo cada día lo que le daba la gana y no preocupándose de lo que
opinaran los demás de él por lo que hacía o dejaba de hacer.
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