Colaboración de Paco Pérez
Preocupándose
por las personas, estableció su alianza con ellas pero se olvidaron pronto del
acuerdo y retornaron a la idolatría, Moisés se enfadó,
rompió las tablas y el Señor castigó al pueblo.
Después
habló con el Padre para pedirle que los perdonara, lo escuchó y se lo concedió. Le dijo que era justo
y paciente, de castigo limitado y misericordia infinita, fiel
y solidario con quienes lo
necesitan, que ama a las personas y
que siempre está cerca de ellas pero
le pidió que no se olvidaran de adorarle
cuando estuvieran ante Él.
Pasaron los años, Pablo evangelizó en Corinto y fundó una comunidad cristiana pero un tiempo después surgieron algunos problemas, él les escribió pidiéndoles que se comportaran como una familia unida, que tuvieran un único plan de trabajo y que se dejaran guiar por el Señor.
Queda
claro que aunque los tiempos y los problemas son diferentes éstos siempre
tienen el mismo origen, las personas y su desconocimiento de Dios.
Como Él sabía que nada
es permanente y que los problemas siempre están presentes pues nos envió a su
Hijo para ayudarnos a cambiar y lo
hizo mostrándonos, de manera visible, cómo es la cara invisible de su bondad.
Lo hizo porque nos ama y se preocupa de nuestros problemas y para enseñarnos a confiar y a ser obedientes siempre con
Él.
Si
los cristianos estamos convencidos de serlo nos trazaremos nuestro camino
para seguir a Jesús fijándonos en lo que
hacía: No siendo pasivos, sembrando felicidad, posibilitando que las personas
no pasen necesidades y humanizando la vida familiar y comunitaria.
A diario convivimos en nuestro entorno pero esas
relaciones, a veces, nos ocasionan desengaños y entonces comprobamos que ocurren
porque no están presentes la verdad, la justicia, la bondad, el amor... No lo
están porque ignoramos el ejemplo de Jesús o porque no pedimos ayuda a Dios con fe. Si nos ocurre, entonces deberíamos preguntarnos… ¿Respondemos de manera
correcta a Jesús o debemos rectificar?
Él amaba y ayudaba, así enseñaba el camino, pero nosotros actuamos desorientados porque, al no preocuparnos
de conocerlo bien, sólo estamos pendientes de qué se puede hacer o qué no, práctica
que nos hace pasar de puntillas por lo principal, amar al prójimo y ayudarle. Este es su deseo porque esta acción pesa más que aquellas que
sólo nos comprometen a participar en los actos litúrgicos o en las tradiciones.
Con
fe trabajaremos empujados por un deseo sincero de mejora para que siendo
inconformistas intentemos cambiar muchas cosas, a nivel institucional y
personal, pues Jesús nos enseñó a
serlo con aquello que no es correcto, está en la escena de los “Cambistas”.
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