Colaboración de Paco Pérez
DAR EJEMPLO Y AYUDAR, EL CAMINO
Desde el comienzo de los tiempos el hombre fue la gran preocupación de Dios pero aquellos a quienes eligió para guiar a las personas siempre fueron rechazados porque para mostrarles el camino del Señor tuvieron que tomar en su nombre decisiones que no les gustaba, tenemos el ejemplo de Moisés. Él fue escogido por Dios para liberar a los israelitas de la esclavitud que vivían en Egipto y para guiarlos hasta Israel durante el viaje de regreso. En el desierto le plantearon problemas y el Señor habló con Moisés. Le pidió que les recordara lo bueno que había hecho con ellos, que no olvidaran que era su único Dios, que permanecieran fieles a la alianza, que eran el pueblo escogido y que estarían a su servicio. Después, quienes cumplieron regresaron a Israel y los incumplidores no.
Jesús
realizó su misión evangelizadora relacionándose a diario con las personas y así
comprobó que sufrían porque la realidad de su entorno no les ofrecía unas
perspectivas de futuro que les ayudara a concebir la esperanza de poder
abandonar la pobreza extrema en que vivían por culpa de los impuestos que les imponían
las autoridades, porque los trataban con injusticia, porque padecían la
ausencia de libertad sin ser esclavos, porque caían enfermos y nadie los
atendía…
A
ÉL le preocupaba que las personas sufrieran estas acciones y que no vivieran
felices por culpa de esa realidad social que Él palpaba durante sus viajes por
los pueblos y ciudades, lo comunicó a los discípulos y los envió a evangelizar.
Antes de marcharse les regaló unos poderes con los que pudieran ayudar a las
personas a tener una vida más digna y, por último, les pidió que lo hicieran de
manera desinteresada porque así lo habían recibido ellos del Padre.
Hoy,
Jesús nos sigue invitando a comportarnos con el prójimo siguiendo el protocolo
de los médicos: Explorar a la sociedad enferma en que vivimos inmersos para
conocer qué ocurre realmente, descubrir qué lo causa, diseñar un plan
exploratorio, analizar los resultados obtenidos, emitir un diagnóstico certero
del problema y, finalmente, aplicar un tratamiento corrector que restaure la
normalidad.
¿Procedemos
como Jesús nos enseñó o cada cual nos hemos trazado nuestro particular plan de
salvación?
Él
entregó su vida para salvarnos pero… ¿Nos preocupamos de ayudar a quienes
tienen necesidades o creemos que estamos justificados con nuestra asistencia diaria
o dominical a los rituales que se programan en el templo o en las calles?
No hay comentarios:
Publicar un comentario