SE
NOS FUE ANTONIO
Colaboración de Paco Pérez
¡¡¡UN
BUEN AMIGO DE SUS AMIGOS!!!
Estábamos a finales de junio, el atardecer estaba impregnando
nuestras calles de oscuridad, regresaba a casa y, al pasar por “El Recreo”, reparé en mi amigo Alonso que estaba sentado en la terraza
del restaurante con un matrimonio forastero, eran Antonio López Benítez y Rufina. Me acerqué hasta la mesa donde
estaban sentados, nos presentaron, pasamos a los saludamos y en ese momento fue
cuando los conocí. Me invitaron a tomar algo y en el trascurso de la
conversación me comentaron cómo habían llegado hasta nuestro pueblo. Cuando les
comuniqué que unos días después nos marchábamos a Nerja ellos se alegraron de que hubiéramos elegido su tierra para
pasar el verano, así fue como supe que eran malagueños.
es como un pozo sin fondo que no se vuelve a llenar.
No te vayas todavía, no te vayas por favor
no te vayas todavía que hasta la guitarra mía
llora cuando dice adiós.
Desde aquel día hasta
el de su marcha definitiva han transcurrido ocho años y, la verdad, tengo la
sensación de que fue ayer. La razón por la que tengo esa percepción del tiempo transcurrido,
supongo, se debe a que hemos tenido una convivencia bastante fluida, con muchos
momentos buenos y muy pocos malos.
Antonio
ha sido, al menos para mí, una persona que supo interpretar muy bien lo que hay
que hacer cuando uno llega a un lugar que no es aquel en el que has nacido,
integrarse en las costumbres de sus gentes sin intentar imponer las propias, él
lo hizo fenomenal en esa faceta. Para hacer esa afirmación me apoyo en las
vivencias que tuvimos juntos:
- En el ritual
de la liguera pasé muy buenos momentos con él, Alonso, Manolo “Coco gordo” y
Manolo Viúdez. Con su llegada al pueblo el botellín de cerveza retornó a las
barras de nuestros bares y nosotros, poco cerveceros, alternábamos con nuestra
copa de vino. En estas reuniones nos fuimos conociendo poco a poco y él siempre
mostró en los temas un talante prudente, el que le permitía no ofuscarse en el
transcurso de las conversaciones.
Siempre empezábamos la liguera con su propuesta:
- Dos
rondas y a casa, hay que ser buenos.
Asentíamos con la cabeza y cuando se nos calentaba
el bigote siempre había uno que proponía ampliar el cupo y los demás lo veíamos
bien visto y lo dábamos por hecho. Cuando estaba aprobada la propuesta entonces
salía Alonso con su frase típica: ¡¡¡Qué palique tenemos!!!
La aparición de la frase nos regalaba unas
risotadas y continuábamos con los chistes. Entonces, a Antonio le afloraba su gracia malagueña y no se cansaba de
contarlos, Alonso y el “Coco” tampoco
se mostraban remisos y Manolo y yo
acompañábamos con nuestras carcajadas.
- Cuando me jubilé formamos pareja andarina y en
nuestras caminatas tuvimos ocasión de intercambiar puntos de vista personales
sobre los distintos temas de la vida. Nunca tuvimos puntos de desencuentro, yo
diría que sintonizábamos de manera total y la explicación estuvo en que las
pasiones personales las aparcábamos para tratarlos desde un planteamiento
racional. Estas marchas duraron poco, las tuvo que abandonar Antonio porque un fuerte tirón muscular
lo mandó a cocheras.
- En “El Paseo” convivía mucho con los
villargordeños de todas las edades y condición social.
- Se movió para que la “Petanca” pasara de no ser conocida en nuestro pueblo a tener pistas,
dos asociaciones y a celebrarse campeonatos con participación de jugadores de
distintos pueblos de la provincia.
- Su espíritu integrador y la gran amistad que
tuvo con Manolo y Alonso lo llevó a ser socio de la “Peña Madridista” aunque su gran pasión
la ocupaba, cosa lógica, el C. F. Málaga.
Los domingos acudía a la sede para ver el partido y cuando acababa la primera
parte se marchaba porque no quería que Rufina
estuviese, a esas horas, sola en casa.
La vida no fue fácil para Antonio y, para modificarle el rumbo a su realidad, tuvo que
recurrir a ese espíritu inconformista que le rezumaba por sus poros. El
recorrido fue amplio: Se alistó en la Marina
cuando era un mozalbete, trabajando en Málaga de cobrador de autobús, emigrando
a Francia y recalando finalmente en Barcelona. Aquí se colocó en Nissan Motor
Ibérica, donde trabajó hasta su jubilación.
A sus orígenes malagueños nunca le dio la espalda:
- En Semana
Santa visitaba la ciudad porque estaba integrado en la Cofradía de “El Chiquito” y formaba parte de su equipo de
costaleros. Me comentó el dolor que le causó recibir el comunicado en el que le
anunciaban que por la edad no podría llevar a su santo a hombros. Les envió
escritos de protesta muy bien argumentados y no le escucharon, este hecho lo
desazonó y ya dejó de ir en esas fechas, dejando sus visitas a “El Chiquito” para las vacaciones
veraniegas.
- En julio y agosto se mantenía fiel a su cita con
la ciudad, alquilaba un apartamento y recordaba sus viejos tiempos junto a la
familia y los amigos del barrio donde se crio. Al estar próximo a Nerja nos
visitó en dos ocasiones y pasamos unas veladas inolvidables, Alonso y Manolo se alternaron en ellas.
Hablé por teléfono con Manolo y dijo sobre Antonio
esta frase: <<Su
experiencia de vida fue una estrella fugaz cuyo resplandor iluminó a sus amigos
para caminar y se fue cuando más necesitaban de sus vivencias para continuar la
marcha>>.
Como despedida, la letra de la canción “Algo se muere en el alma” recoge muy bien
el sentir de quienes lamentan tu marcha:
Algo se muere en el alma, cuando un amigo se va,
y va dejando una huella que no se puede borrar.
No te vayas todavía, no te vayas por favor,
no te vayas todavía que hasta la guitarra mía
llora cuando dice adiós.
Un pañuelo de silencio a la hora de partir,
porque hay palabras que hieren y no se deben decir.
No te vayas todavía, no te vayas por favor,
no te vayas todavía que hasta la guitarra mía
llora cuando dice adiós.
El barco se hace pequeño cuando se aleja en el mar,
y cuando se va perdiendo, qué grande es la soledad.
No te vayas todavía, no te vayas por favor,
no te vayas todavía que hasta la guitarra mía
llora cuando dice adiós.
Ese vacío que deja, el amigo que se va, y va dejando una huella que no se puede borrar.
No te vayas todavía, no te vayas por favor,
no te vayas todavía que hasta la guitarra mía
llora cuando dice adiós.
Un pañuelo de silencio a la hora de partir,
porque hay palabras que hieren y no se deben decir.
No te vayas todavía, no te vayas por favor,
no te vayas todavía que hasta la guitarra mía
llora cuando dice adiós.
El barco se hace pequeño cuando se aleja en el mar,
y cuando se va perdiendo, qué grande es la soledad.
No te vayas todavía, no te vayas por favor,
no te vayas todavía que hasta la guitarra mía
llora cuando dice adiós.
es como un pozo sin fondo que no se vuelve a llenar.
No te vayas todavía, no te vayas por favor
no te vayas todavía que hasta la guitarra mía
llora cuando dice adiós.
¡¡¡Hasta siempre amigo!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario