Colaboración de Paco Pérez
Capítulo II
Quienes
pueden responder a esa interrogante serán los que pasaron por esa experiencia y
quienes leyeron o escucharon sus argumentos.
Hay
un libro con un sugerente título… “POR
QUÉ DEJÉ DE SER DE IZQUIERDAS”.
Tal
vez, ahí podría encontrar el lector curioso la respuesta o tal vez no. A mí no
me sorprende que las personas que en él relatan su experiencia personal hayan
pasado por la dolorosa situación de tener que renunciar a seguir defendiendo
los principios que les hicieron militar o votar a los partidos de izquierdas.
Yo
defiendo que las personas deben modificar sus formas de actuar cuando la
realidad les enseña que la línea que sigue su ideología no es la correcta y lo
opino así porque no actúo como lo hacía unos años atrás, en mi caso el cambio es
fruto del desencanto que tengo con la política y la religión. Tengo que hacer la
aclaración de que el desencanto general que sufrimos no es fruto de nuestros
días sino que arrancó hace ya bastantes años debido a que siempre han sucedido
acontecimientos suficientes para sacar conclusiones, la diferencia está en el
número, antes eran unos pocos y en nuestros días es más fácil descubrir las
miserias políticas de todos porque son legión.
He
planteado este tema porque los acontecimientos que se nos están presentando a
diario en los medios me tienen cabreado y, por qué no reconocerlo, muy
preocupado. Por lo dicho, hace unas fechas recordé que hace años, el 7 de Noviembre
de 2008, había leído un artículo de prensa que Luís del Pino escribió sobre ese libro y sus autores y,
como me gustó mucho el contenido, lo guardé en una carpeta del ordenador.
Durante estos años ha estado durmiendo la siesta en ella pero hace unas fechas
lo busqué, lo encontré y lo desperté. Al leerlo de nuevo he recibido las mismas
buenas sensaciones del pasado y decidí publicarlo para intentar abrir los ojos
a quienes todavía los tienen cerrados.
Está
en peligro la tranquilidad de todos los españoles porque cualquiera puede ser
alcanzado por la palabrería fácil del “populismo”,
ese pensamiento político embaucador
que vende en España como verdad lo que es mentira, lo está haciendo desde hace varios años a diario con la
manoseada y productiva técnica de repetir lo que les interesa miles de veces,
usando los medios de comunicación y
las redes sociales, con la malsana
intención de apoderarse del poder que tanto desean para que, una vez capturado,
el lobo ya se quitará la piel de cordero y convertirá al generoso y confiado
electorado que los votó –también a los que no- en prisioneros de ellos y todo gracias
a esa nueva ideología política cuyo programa se sustenta en manipular al “pueblo cabreado”.
El
que no se lo crea que, antes de votarlos, viaje a Venezuela y viva allí, en primera persona, las consecuencias de lo
que han hecho con los venezolanos los progenitores de esta izquierda mentirosa. Éstos, los de Podemos, son hijos aventajados de aquellos y quieren que en España también bebamos la medicina que
se fabrica con aquel modelo político… ¡¡¡Tenemos
tantos necesitados desengañados que cuando Podemos les toca la flauta acuden
tras ellos y los llevan al lugar que les interesa!!!
Los
dejo con el escrito de Luís del Pino, un
gran periodista.
POR
QUÉ DEJÉ DE SER DE IZQUIERDAS
Hasta
la gripe tiene sus ventajas. Entre otras, porque puedes aprovechar el tener que
quedarte en la cama para ponerte al día con las lecturas atrasadas. Es lo que
me ha pasado a mí ayer y hoy.
Uno de los libros que he podido leer es “Por
qué dejé de ser de izquierdas”, de Javier
Somalo y Mario Noya, que
recomiendo vivamente. Se narran en él las historias de diez personas que,
habiendo militado en distintos grados en las filas de las diferentes izquierdas
españolas, efectuaron luego un tránsito intelectual hacia posiciones que, más
que de derechas, podríamos denominar liberales. En realidad, debería decir que
son doce, y no diez, las historias que se cuentan en el libro, porque también Javier Rubio y César Vidal dan testimonio de su evolución en el prólogo y el epílogo
de la obra, respectivamente. Ese prólogo y ese epílogo son, de hecho, dos
capítulos más de un conjunto de vivencias realmente apasionante.
Desde Federico Jiménez Losantos
hasta Amando de Miguel, pasando por Pío Moa, Juan Carlos Girauta, Horacio
Vázquez-Rial, Pepe García Domínguez,
Cristina Losada, Pedro de Tena, José María Marco y Carlos
Semprún, el libro nos va narrando la experiencia vital de una serie de
personas que, como en seguida se adivina, compartían y comparten una
característica común: el idealismo.
Por idealismo abrazaron la causa de la izquierda, como forma e instrumento de
rebelión frente a aquello que les parecía injusto dentro de su entorno. Y por idealismo terminaron abandonando el marxismo, el trotskismo,
el comunismo o el socialismo, al ver cómo la izquierda, lejos de representar una liberación del hombre, terminaba
siempre significando la negación de
cualquier derecho individual y la implantación
de una tiranía, sutil o no tan sutil, que siempre resultaba peor que las que decía combatir.
Desde ese punto de vista, deberíamos decir que el título de la obra es
paradójicamente engañoso, porque parece sugerir una evolución de pensamiento en
los distintos personajes, cuando, en realidad, después de leer el libro, uno se
da cuenta de que no existe, verdaderamente, tal evolución. Esos doce personajes
continúan estando exactamente en el mismo lugar en el que estaban hace tres
décadas: entraron en la trinchera para luchar por la libertad y, treinta años
después, siguen estando en la misma trinchera. Quienes se han movido han sido
otros.
Los que se han movido son aquéllos que abandonaron esa trinchera de la libertad, en la que nunca creyeron sinceramente y
en la que sólo vieron un instrumento coyunturalmente útil para imponer sus
propias tiranías o satisfacer sus propios intereses. Miradas las cosas desde
esa perspectiva, es cierto que los doce personajes que Somalo y Noya retratan
abjuraron de la izquierda, pero porque fueron constatando, cada uno a su
manera, que era la izquierda la que había abjurado de esa libertad que decía
defender; que era la izquierda la que acabó por salirse de la trinchera,
dejando atrás a tanta gente que, como nuestros doce protagonistas, sí que
luchaba verdaderamente por algo que creía justo.
Esa sensación de permanencia que uno saca al leer el libro no afecta sólo a las
posiciones de los doce personajes cuyas vivencias se narran. Es que también se
percibe claramente, a medida que se va progresando en la lectura, que, en
realidad, nada ha cambiado tampoco fuera
de la trinchera: la sociedad española sigue sometida a los mismos esquemas autoritarios que hace cuarenta
años. Unos esquemas que se dejan sentir en el acoso al discrepante, en la
sistemática negación de derechos a los que los ciudadanos de otros países jamás
renunciarían, en el desinterés o la inhibición de una gran mayoría de la
población ante los desmanes del poder de turno...
Resulta estremecedor constatar, al leer el libro, cómo se parece en algunos
aspectos la situación actual a la que nuestros doce personajes pudieron vivir
al final de la
Dictadura. De hecho, en algunos campos muy determinados,
varios de los testimonios muestran, inevitablemente, cómo las libertades en
España han retrocedido de manera brutal con respecto a las que pudieron
disfrutar los españoles en los años inmediatamente posteriores a la muerte de
Franco.
En resumen: se trata de un libro apasionante, de fácil lectura y bien
documentado. Escrito, además, por dos de las personas más brillantes de ese
extraño conglomerado de resistentes e iconoclastas que se llama Libertad Digital. Merece la pena
repasar las doce trayectorias que Javier Somalo y Mario Noya retratan, para
entender mejor lo que es y lo que ha sido la izquierda española.
Y lo que es, ha sido y seguirá siendo la lucha por la libertad en España, que,
como verán ustedes al leer el libro, no ha acabado en modo alguno. En realidad,
casi no ha hecho más que empezar.
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