domingo, 16 de julio de 2017

LA PARÁBOLA, MÉTODO PARA HACER ENTENDIBLE EL REINO

Colaboración de Paco Pérez
José Antonio Pagola escribió: [Cada parábola es una invitación apremiante a pasar de un mundo viejo, convencional y sin apenas horizonte a un “país nuevo” lleno de vida, que Jesús está ya experimentando y que Él llama “Reino de Dios”.].
Es bueno recordar que Jesús era hombre, sin olvidar que también era Hijo de Dios, y por eso tenía un perfecto conocimiento sobre el Reino. La misión que trajo no fue sencilla, hacer comprender a los hombres que el Reino comienza aquí. Él tenía que mostrarle al pueblo el camino que debía seguir aquí para empezar a sentar con su comportamiento las bases de convivencia con los otros hermanos para poder ir, al final de su etapa terrenal, al lugar de donde Él venía y al que volvería cuando cumpliera su misión salvadora… ¿Queremos seguir ese camino?

Si leemos la Biblia con detenimiento y nos fijamos en los detalles de sus textos entonces descubriremos que Jesús tenía un método muy bueno para comunicarles sus mensajes y hacerse así más entendible… ¡Ponerse a la altura del pueblo llano!
Los escribas y los sacerdotes lo hacían con un estilo no adecuado para convencer a los mismos campesinos.
En ese estilo original incluía imágenes, metáforas, comparaciones y parábolas, éstas últimas gustaban mucho a las gentes porque con ellas entendían muy bien lo que quería decirles. Los temas que trataba en sus relatos estaban inspirados en los trabajos diarios que ellos hacían como pastores, pescadores, campesinos en las viñas y sembrados... Con estos elementos y procedimientos intentaba despertarles sus conciencias, enseñarles que en las cosas cotidianas y sencillas de la vida también podían encontrar a Dios y, sobre todo, para ayudarles a iniciarse en las labores del Reino de Dios.
Leamos el texto de Isaías 55, 10-11:
[Así dice el Señor: 
Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo.].

El profeta transmite al pueblo cautivo cómo actúa Dios con los hombres en la divulgación de la Palabra y, para que sea más entendible su mensaje, utilizó una comparación con lo que en nuestros días entendemos como el “Ciclo del Agua”. Ésta flota y no la vemos, cae, irriga la tierra y hace que las semillas esparcidas y enterradas germinen, nazcan, se desarrollen y den sus frutos. Todos sabemos que este proceso tiene varias etapas que no se interrumpen porque es una acción permanente y que por ella una parte retorna al lugar de donde bajó. Así es como se mantiene el equilibrio hidrológico.
Dios envía a los hombres la Palabra para que éstos la reciban, la interioricen, vean en ella la VERDAD, se pongan a su servicio mediante la práctica, cumplan el deseo del Padre y, al final de su misión, viajen hasta Él en la etapa final del Reino.
El agua puede caer pero si el hombre no pone semillas en la tierra, ella, por sí misma, no logrará que haya cosecha.
Con el Reino ocurre igual: Dios nos regala la vida, nos envía a su Hijo para que nos lo muestre en formato humano entendible y nosotros nos empeñamos en no querer recibirle. Con esta actitud estamos haciendo como el agricultor que esparciera la semilla a tiempo y después se empeñara en que no le cayera el agua. Como es lógico a los frutos evangelizadores les ocurre igual, no se recogerán si no nos mostramos obedientes y comprometidos con la labor de trabajar para extender el Reino.




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