Colaboración de José Martínez Ramírez
I
Aquí, todo el que entra
se
toma un taponazo
de
anís, no de absenta
y
con los ojos cerrados.
Mirando
al cielo, se centra
sin
que se le tuerza el brazo,
mientras,
todos aprueban
con
un sí, al nuevo invitado.
Las
mujeres son muy bellas,
los
hombres no lo son tanto,
cantan
como los ángeles, ellas,
los
maridos sólo son grajos.
Su
buena cocina deja huella,
en
los estómagos invitados.
Éstos
solo dejan botellas
vacías,
así como los vasos.
II
Dejó
su impronta en la chimenea,
de
ascuas de encina,
ardiendo
en la marea
de
un Camarón.
Dejó
su última juerga,
en
un latido de vida,
agarrado
a la tierra
de
su corazón.
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