jueves, 6 de junio de 2019

D. FELIPE IRIARTE FERNÁNDEZ Y LOS JÓVENES


Colaboración de Paco Pérez
EL APAGÓN
D. Felipe fue un sacerdote que estuvo entre nosotros durante seis años, dejó una huella imborrable entre los que convivieron con él y, los que aún viven, siempre hablan de sus acciones y ocurrencias. Tomó posesión de nuestra parroquia el 4 de octubre de 1953, yo tenía 5 años, cesó el 30 de septiembre de 1959 y después se marchó a Jaén porque fue nombrado párroco de Santa María Magdalena.

Fue un sacerdote muy querido en Villargordo (Jaén) porque desde
el primer día rompió los moldes tradicionales de la convivencia al mostrarse en sus relaciones sociales y religiosas con un comportamiento sin rigideces: Viajaba en moto, jugaba al fútbol con la sotana remangada, era amigo de mayores y jóvenes, en catequesis más de un niño se llevó algún que otro correctivo, escribía libros, viajó en el tren y se dejó la maleta al bajarse, nos arregló el templo parroquial, viajaba con mi abuelo hasta los cortijos para pedir ayuda a los terratenientes con el fin de arreglar problemas parroquiales…
Con los jóvenes trabajó para encauzar sus comportamientos y para ello los animaba a participar en JOAC (Jóvenes Obreros de Acción Católica):
1.- Iban de marcha al río en verano.

2.- Ensayaban y representaban obras de teatro.

3.- Daba clases de Latín y Francés a quienes en aquellos años estudiaban en el pueblo y lo hacía de manera desinteresada.
A pesar de todo este esfuerzo y de estar los jóvenes integrados en JOAC no se escapó de sufrir los desengaños y disgustos que se enseñan en este refrán: [Quien se acuesta con niños, en este caso jóvenes, amanece mojado.].

En aquellos años los jóvenes tenían pocas oportunidades para divertirse y por esa razón las pandillas de amigos deambulaban por el pueblo después de cenar y los pocos años, como es lógico, los llevaban a divertirse contando chistes, dándose empujones, corriendo y, de vez en cuando, montando alguna travesura que otra.

Una noche, JuanEl de Rosa Antonia” (mi tío), AlfonsoEl Rubillo”, Joselillo Carretero, Pepe y Juan Agudo, LuisitoEl del horno de Joaquín”, JuanEl Pollero”… Llevaban juntos un buen rato, caminaban por las calles aburridos, nadie sacó esa noche los pies del tiesto, se sintieron cansados de hacer a diario lo mismo y decidieron marcharse a sus domicilios de nuevo para descansar. Antes de separarse a uno se lo ocurrió decir:
- Fuera el aburrimiento… ¡Acción!
Fueron unas palabras mágicas porque, como nadie las esperaba, todos salieron a la vez dando risotadas. Cuando se pudieron calmar uno de ellos le preguntó al autor de la idea:
- ¿Qué se te ha ocurrido que hagamos?
- ¡Yo qué sé lo que hay que hacer! –le respondió él.
Empezaron a aparecer las propuestas pero lo mismo que las proponían eran rechazadas, finalmente hubo una que, siendo la más descabellada de todas, sí tuvo acogida:
- ¡Vamos a dejar a D. Felipe sin luz esta noche!
Al principio se quedaron atontados y hubo uno que intentó disuadirlos diciendo:
- ¿Eso le vamos a hacer a nuestro amigo?
No es correcto, él se porta muy bien con nosotros.
– Lo importante es comprobar mañana cómo reacciona, porque sospechará de nosotros y vendrá a intentar averiguarlo –afirmó el autor de la propuesta.
Otro, temeroso de que lo averiguara, les propuso:
- Si nadie se va de la lengua no tiene porqué descubrirlo.
Se conjuraron para hacerlo y mantenerse silenciosos por muchas preguntas que él les hiciera.
Hacer la travesura resultaba en aquellos tiempos muy fácil porque las calles estaban con poca o nula luminosidad por la noche y  porque las acometidas de la luz estaban muy visibles en las puertas de las casas, bastaba con dar un tirón o corte al cable de la acometida.
Cuando pusieron en marcha la travesura se acercaron hasta la puerta, unos subieron hasta el cable al más atrevido y, cuando ocasionaron el apagón, salieron del lugar corriendo como los gamos y nunca se descubrió quienes fueron los autores.
¡Hoy se levanta el secreto del sumario que les abrieron las autoridades locales!

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