Colaboración de Paco Pérez
Cuando
Frasco “El Trapero” se moceaba tenía una peña de amigos que era única pues
formaban una piña sin fisuras y por esa razón la primera idea que cualquiera de
ellos proponía al grupo sus componentes la respaldaban sin titubeos y sin sopesar
las consecuencias que les podían venir después de ponerla en marcha. Ellos eran
muy felices así pues, aunque tuvieron innumerables fracasos, ellos no se
preocupaban y por ser así no habían salido de uno cuando ya estaban metidos en
el siguiente.
En
nuestros días los jóvenes comienzan sus jolgorios los viernes y los acaban los
domingos pero en la época de Frasco
el domingo era el único día de descanso que tenían para divertirse si no
estaban en fechas hábiles para la recolección de los cereales o de la aceituna.
Una
mañana de agosto tuve un encuentro casual con Frasco, nos saludamos y comenzamos a dialogar. En cuanto tomó la
palabra se sintió a gusto, comenzó a enlazar recuerdos y hubo uno que me encandiló
pues nunca me había hablado de él. Parece ser que los hechos que protagonizaron
sucedieron en invierno pues hacía un tiempo desagradable en la calle cando
atardecía pero eso no les preocupaba a ellos pues, como eran jóvenes y fuertes,
a pesar de ello acordaron ir un domingo a Las
Infantas en el “Carro-taxis” de Frasco.
El
desplazamiento no era para cumplir un deseo sino porque lo habían planeado con
unos conocidos de esa barriada, éstos le comunicarían a los jóvenes lugareños que
unos villargordeños iban a ir con una
“gramola” para organizar un “guateque” en la plaza que hay junto a
la estación del tren.
El
día acordado la peña se montó en el “Carro-taxis”
y se desplazaron hasta Las Infantas, los
recibieron con gran entusiasmo los lugareños, comenzaron a preparar la fiesta y
todo transcurrió como ellos esperaban.
Cuando
acabó la fiesta les llegó la hora de volver a casa, habían ido con sol e
ilusionados pero ahora tenían que regresar con las estrellas y la Luna
brillando en el cielo y un escarchazo que ya empezaba a poner la hierba blanca.
De pronto pasaron de la ilusión que les había regalado el baile a la cruda
realidad que les esperaba con el retorno, a tener que recorrer los 6 kilómetros
que separaban Las Infantas de Villargordo sabiendo que se iban quedar entumecidos subidos en el
carro y a preocuparse por lo mal que lo iban a pasar cuando iniciaran el lento viaje
que les esperaba montados en el carro y a la velocidad del mulo.
Frasco
cogió las bridas del animal y se dispuso a conducir el vehículo, le dio con la
vara del látigo un leve golpe y lo acompañó con las típicas palabras de estas
acciones:
-
¡Aaarre mulo!
Iniciaron
el regreso cruzando la vía del tren por el “paso a nivel”, también atravesaron la carretera Jaén-Bailén y, cuando iban a entrar en
nuestra carretera de piedra picada, se presentó un camión que iba en la misa
dirección que ellos, los reconoció y paró… ¡Era Alonsillo “El Mengibeño”!
Al reconocerlo, Frasco tuvo una ocurrencia genial y, por si era posible, se la
expuso a Alonso:
-
Nene, aquí montados vamos a pasar más frío que pelando rábanos… ¿Podrías subir
el mulo y el carro en el cajón del camión?
Alonso no se lo
pensó dos veces y le dijo:
-
¡Claro que sí!
Frasco les comentó
que el sitio adecuado era el muelle de “carga
y descarga” que había en la estación del tren. Hasta allí encaminaron los
vehículos y acoplaron el “Carro-taxis”
en el cajón del camión. Unos músicos se acomodaron en la cabina y los otros en
el cajón.
Cuando
estuvieron acoplados se sintieron muy felices porque el problema del frío se
iba a resolver felizmente pero lo que no se imaginaban era lo que les esperaba.
Cuando iban circulando por la carretera hacia Villargordo, como ésta tiene subidas y bajadas, ellos no esperaban
que el mulo y el carro se deslizaran por el cajón hacia adelante y hacia atrás según
estuviera el recorrido, el peligro que corrieron fue cuando en la primera bajada
el carro se fue sobre ellos y los aprisionó contra la cabina de manera
inesperada. El trayecto que se prometían muy felices se les hizo eterno con el
trajín que trajeron para evitar que el carro les hiciera un daño fatal.
Una
vez en Villargordo fueron hasta un
camino en el que había un “altozano”
junto a la cuneta, Alonso aculó el
vehículo, bajaron la compuerta trasera del cajón, Frasco desenganchó el mulo para bajarlo separado del carro, el animal
lo hizo con facilidad dando un salto pero el carro lo tuvieron que bajar a mano
y con esfuerzo.
Así
acabó la fiesta que pudo terminar en tragedia aquella noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario