Colaboración de Paco Pérez
SUÉLTALOS Y SÉ TÚ
Nos
ha tocado vivir en unos tiempos en los que nos basta con abrir los ojos y
conectar la radio para que los deteriorados ánimos que tenemos a edades
avanzadas, mi caso, sufran algún impacto desagradable y la mente comience a darle
vueltas a los hechos que son noticia. Digo esto porque una mañana escuché las
opiniones que unos tertulianos daban sobre la situación lamentable que se
estaba cociendo, a fuego lento, en España
por el dichoso tema de la gobernanza del Estado
y, como me afectó bastante, pues… ¡Se me
pusieron los pelos como a los erizos!
Me
puse así porque, desde que tengo uso de razón, cuando una persona decía blanco ese
era su color para siempre pero ahora esa norma ya no es válida porque lo que
mola es que en periodo electoral se diga cualquier cosa, sería o absurda, y una
vez acabado el recuento de votos, como dan por hecho que no nos acordamos de lo
que dijeron, pues, tanto si les fue bien o mal, al día siguiente nos proponen otras
vías que son contrarias a lo que dijeron pero las adornan y las justifican con
el argumento de “donde dije digo, ahora
digo Diego”. Un tiempo después el pueblo español les aplaude la jugada o se
oculta para no quedar fuera de la corriente de moda. Desde ese día mi
preocupación no ha ido en retroceso sino que está creciendo… ¿Por qué?
Porque
los hechos están demostrando que las decisiones que toman nuestros gobernantes están
empeorando los indicadores que
avisan de lo que puede ocurrirle a un país en el futuro y, siendo objetivos,
los nuestros señalan con claridad que las decisiones que están tomando podrían
llevarnos a romper la armonía en la economía
y en la paz social.
Dándole
vueltas al asunto me pregunto, una y otra vez… ¿Cómo es posible que unos veamos las soluciones en blanco y otros en
negro siendo todos españoles?
Estando
en estas disquisiciones recordé una escena que hace años me tocó presenciar,
acompañado de mi esposa, y por esas vivencias que en determinados momentos
experimentamos los abuelos muy contentos… ¡Llevando
a los nietos al ferial!
Villargordo estaba
celebrando la “Fiesta de la Flores”,
los nietos mayores estaban muy pequeños, en Mengíbar ese día era laborable, sus padres trabajaban y los trajeron
a casa para que pasaran el día con nosotros, al atardecer salimos con ellos a
dar una vuelta por el ferial y subirlos a las atracciones propias de su edad. Íbamos
de una a otra y pasamos por el puesto de un vendedor de globos, ellos se
atrancaron atraídos por el hecho de verlos bailar movidos por el aire y sujetos
a sus cuerdas, tenían un atrayente colorido, no eran los modelos típicos sino
las cabezas de los personajes de actualidad que ellos veían en las películas
infantiles y, como es lógico, no nos quedó otra salida que invertir en un
ejemplar para cada uno. No recuerdo el personaje que eligió Raquel pero sí el que deslumbró a Manuel Antonio… ¡Spíderman!
El
personaje le gustaba tanto que un tiempo después su fascinación por él continuaba,
lo demostraba poniéndose sus caretas.
Cuando
pagamos al feriante nos alejamos del puesto y Manuel Antonio, no habríamos dado ni cuatro pasos, no dio
importancia a la acción de soltar la cuerda del globo, éste se elevó de
inmediato y desapareció en la oscuridad, él comenzó a llorar con energía y
nosotros, para que dejara de hacerlo, le ofrecimos la solución de regresar para
comprarle otro. Cuando estuvimos de nuevo en el puesto le pedimos al señor otro
globo de ¡Spíderman, él se
sorprendió, le contamos lo ocurrido y, riéndose, nos dijo:
-
No son los primeros a los que les ocurre eso, ni serán los últimos.
Inmediatamente
se puso a buscar otro ejemplar y después de rastrear durante un tiempo en unas
cajas exclamó:
-
¡Lo siento, no me queda ninguno!
El
crío, al escuchar lo que nos dijo, empezó a llorar de nuevo y el vendedor, comprendiendo
la situación, dijo:
-
Tengo el furgón aparcado en una calle que está al lado de una fábrica de aceite
-nos imaginamos que era la calle Benjumea-, me acercaré para ver si queda allí
alguno.
Nos
quedamos al cuidado del negocio y cuando él regresó la cara de Manuel Antonio se transformó al
mostrarle el señor el nuevo globo.
Le
gradecimos su gesto y, antes de marcharnos, procuré que no se repitiera la
escena… ¡Le amarré el globo a la muñeca mediante un nudo escurridizo!
Después
paseamos contentos por el ferial, tomamos algo en una de las terrazas y, cuando
comenzaron a dar muestras de cansancio, regresamos a casa. Una vez allí les
retiramos las cuerdas de las muñecas, las soltamos, los globos ascendieron
hasta el techo del salón, allí durmieron plácidamente y nosotros también.
La
experiencia vivida aquella noche con los nietos me ha regalado algunos años
después un recuerdo agradable y me ha permitido viajar hasta el contenido de un
libro de Iván Southall que leí hace
años en clase con los alumnos y cuyo título es… ¡Suelta el globo!
¿Por qué?
Porque
las personas, a veces y al contrario de los niños, llevamos colgados en nuestro
interior pesados globos que nos lastran con unas cargas emocionales que fueron originadas
por enseñanzas negativas, vivencias o complejos que nos hacen sufrir mucho en
nuestro caminar diario, por eso es aconsejable que razonemos a tiempo sobre la
conveniencia de dejarlos volar.
Manuel Antonio soltó aquel
globo de Spíderman y sufrió, por eso
le atamos el segundo, pero a mí me ha servido su escena para recordar que el
libro mencionado nos hace una propuesta diferente, nos aconseja hacer lo
contrario… ¡Liberarnos de ataduras
mentales, propias o inducidas!
¿Lo hacen nuestros políticos?
Los
hechos de la vida deben de experimentarse y después tomar la lección recibida
como camino para nuestro futuro, los nietos aprendieron que ese modelo de
globos no se podía soltar para jugar con ellos como hacían con los que ellos
inflaban en casa. Dicho esto, las personas también deberíamos saber que en la
vida hay que guiar a los pequeños pero haciéndolo de forma que no vivan
amarrados a los globos=problemas que
les ocasionamos los mayores con nuestros egoísmos, es decir, no agobiarlos con
planteamientos irracionales que se los ocasionen y después los lleven a
convertirse, sin serlo, en unos disminuidos emocionales.
¿Qué están enseñando a los peques en algunas
comunidades autónomas de España? ¿Qué
nos está ocurriendo ya por eso?
Aquella
lectura me hizo ver que si nos dejamos influenciar por quienes nos rodean es
probable que se nos enquisten
pensamientos y comportamientos inadecuados, los que anularán después nuestra
personalidad si no logramos soltar a tiempo los globos que otros nos amarraron al cuerpo con sus comportamientos sin
pedirnos permiso.
Esta
obra literaria muestra la vida de John
Clement Sumner, un muchacho de doce años que tenía una enfermedad cerebral
que le impedía llevar una vida normal y, consecuentemente, hacer las cosas
propias de su edad. Esa realidad hizo que los padres intentaran protegerlo de
los peligros que le pudieran causar daño físico pero no pensaban en el daño
psicológico que le ocasionaban cuando le recordaban con frecuencia qué podía
hacer y qué no, él sufría por eso, se mostraba rebelde con ellos y discutían,
preferentemente con la madre. Cuando la familia escenificaba estas situaciones todos
se ponían nerviosos, vociferaban y John
empeoraba.
En
el colegio también chocó con un maestro y con algunos compañeros, allí también
tuvo que vivir con escenas desagradables.
El
conjunto de prohibiciones y consejos que escuchaba de casi todas las personas
con las que se relacionaba, colegio y familia, le generaban presiones que lo
llevaban a sublevarse contra ellos.
Un
día, la madre tuvo que viajar a la ciudad y él, según ella, tenía que acompañarla
porque consideraba que era un peligro que se quedara solo en casa, él se negó, discutieron
y, después de mucho diálogo, la convenció de que se portaría correctamente y no
le pasaría nada… ¡Luchó y logró que la
madre cediera y se marchara sin él!
¿Sabemos luchar para defendernos de los
peligros de estas influencias?
Cuando
se quedó solo decidió ser él y darse la satisfacción de cumplir el deseo que
nunca le habían permitido realizar… ¡Coger
una escalera para subirse a un eucalipto de más de quince metros de altura que
había en el jardín de la casa!
Cuando
logró el objetivo anhelado, desde la altura, disfrutó observando la visión
diferente que tenía ahora del exterior de su vivienda y que nunca había visto, fue
muy feliz al contemplarla por primera vez. Lo que estaba haciendo ocasionó que
los vecinos del barrio, conocedores de su problema, lo descubrieran, que se
sintieran muy preocupados porque temían que se cayera y que decidieran ayudarle
llamando al agente Baird, éste acudió inmediatamente y John, al verlo llegar, lo recibió gritando:
-
[¡A jajá. Yo soy John Clement Sumner y me he subido a lo alto de un
árbol! ¡Hola, agente Baird!].
Al
policía se le mudo el color del rostro cuando lo observó con sangre por los arañazos,
hablando entrecortado, riéndose de manera rara y que no bajaba con facilidad
pues lo hacía a tientas y tembloroso. También observó que no estaba nervioso,
ni tenía miedo, ni tartamudeaba y que no estaba agobiado. Entonces le grito:
-
[¡John! Espérame, muchacho.]
John siguió bajando,
lo hacía de rama en rama, se sentía más débil, estaba lleno de sudor y sangre
pero en su interior cantaba alegre porque había
logrado cumplir un sueño.
Cuando
los padres regresaron y conocieron lo ocurrido comprendieron que, en el futuro,
debían correr riesgos y permitir que su hijo se desenvolviera con
más libertad porque no se habían
dado cuenta de que sólo habían
logrado con sus temores que John
se comportara como un león encadenado
o un águila con las alas cortadas.
Los
GLOBOS que nos amarran y nos hacen
sufrir son tantos como los problemas que se nos plantean en la vida, si no
logramos darles solución a tiempo.
Los
españoles estamos ahora amarrados a un montón de globos y no encontramos la
fórmula mágica que nos permita desprendernos de ellos para ser felices como John. Sería interminable el relato si
los analizara todos y por eso sólo voy a tratar de pasada nuestra mayor
preocupación… ¡Los políticos!
En
estos tiempos también me preocupa el declive de la “Familia” por haber perdido el verdadero sentido de ella, la “Justicia” por estar tan mediatizada, la
“Unidad Nacional” agredida y en peligro, la parcialidad
vergonzosa del “Cuarto Poder”, la “Economía” en estado ruinoso… ¿Necesitamos enumerar más indicadores de alerta
para que estos señores piensen en ESPAÑA y no en ellos?
La
culpa del deterioro que tenemos, a mi entender, es de los políticos mediocres que nos regalamos
al votar porque al ser unos “señores
poco formados”, la mayor parte de ellos sólo presentan en su currículum
haber trabajado para el partido, actúan guiados por los planteamientos
piramidales de los partidos y, consecuentemente, permiten que les usurpen sus
iniciativas… ¡Arrancan llevando amarrado
a su cuello ese “GLOBO”=“PROBLEMA”!
¿Por qué opino así?
Porque
si al llegar al sillón tuvieran una buena cualificación profesional no se
preocuparían de perderlo al ejercer el cargo, serían críticos a la hora de
tomar decisiones en los partidos o en las responsabilidades del poder y después,
cuando acabaran su tiempo de gobernanza, retirarían su excedencia para ser otra
vez unos trabajadores normales.
Cuando
no se dan estas circunstancias ya están amarrados a las cuerdas de los globos
que les regalan, dejan de pensar por sí mismos y son autómatas a la hora de
apretar el botón para votar en los organismos de decisión local, regional o
nacional porque sólo les preocupa no moverse en la foto para así no perder el
sillón que tan buenos sueldos les proporciona, ahí me quedo. Después de esta
realidad comprendo mejor porqué estamos tan mal… ¡No tienen como John el deseo de ser ellos y poner en marcha sus
ilusiones de gobierno!
Nos
viene ocurriendo, y ocurre, esta
incuestionable verdad porque estamos gobernados por personas que, además, no olvidan el pasado personal que les
inocularon y por ello están tan radicalizadas.
Amarrados
a estos “globos” se presentan de
manera irresponsable y nosotros, los votantes, hemos permitido y permitimos,
que cualquier palabrero sea bueno para ocupar un sillón, que éste le permita vivir
muy bien a costa de él durante unos años, que contribuyan con su pasividad
interesada a romper España, que la
dejen en la ruina y que después de su nefasta gestión ella quede como terreno
baldío… ¿Tenemos responsabilidad
nosotros?
Que
cada lector lo decida después de meditar un poco sobre cómo nos comportamos
cuando tenemos que solucionar los problemas de nuestra casa y después nos fijamos en cómo se comportan estos
señores cuando tienen que solucionar los de España y los españoles.
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