Colaboración de Paco Pérez
AGUA VIVA, LUZ, FE, ESPERANZA Y CAMBIO
Con
el paso de los años vamos comprobando que se producen cambios en la superficie
terrestre, en el clima, en las formas de vida, en las relaciones sociales… Pero
no ocurre igual en el comportamiento humano pues la mayoría de las personas
preferimos seguir practicando el… ¡“Aquí me las traigan todas”!
Opino
así porque vengo comprobando que como no nos preocupamos de buscar respuestas para
los problemas que afectan a todos pues entra en la lógica que esa conducta se da
porque nos sentimos muy contentos de cómo pensamos y qué hacemos. Así es
imposible cambiar y, ayudar a que todo mejore, una utopía.
Por
el texto del Éxodo compruebo que, a
pesar del tiempo transcurrido, mantenemos una conducta similar… ¡Tenemos en déficit la cuenta de la fe
y aún no hemos asimilado bien lo que Dios nos pide que hagamos!
Este
texto no comunica que el pueblo
errante probó a buscar la solución al problema del agua pero sí dice que protestaron a Moisés por
sus necesidades y que dudaron de la
presencia de Dios allí.
Las
protestas siempre son necesarias
para acabar con las injusticias y
para mejorar pero ellos antes y nosotros ahora… ¿No tenemos algo de culpa en lo que nos ocurre?
Jesús les ponía parábolas, ejemplos tomados de su
entorno, y yo recurro a una realidad de nuestros días en España: La situación actual del Sistema Sanitario y de las Pensiones.
Sabemos
bien lo que hemos hecho todos para encontrarnos así y ahora no procede arreglarlo
con protestas para eludir nuestra cuota de responsabilidad, lo que hicieron
ante Moisés en el desierto.
Dicho
esto, debemos plantearnos… ¿También
debemos preguntarnos los españoles por qué permite Dios que llevemos tantos
años atravesando el desierto de la crisis? ¿Él tiene la culpa de que las medicinas sean, ahora, genéricas o que algún día vayamos al banco y
no podamos cobrar la pensión?
Para cambiar debemos
dejarnos ayudar por Jesús y tomar el “agua viva” que Él ofreció a la “samaritana”
en el pozo.
En
Palestina, Samaría ocupaba la parte central del país y por esa razón los del Norte y los del Sur tenían que pasar por sus tierras cuando iban de un lugar a otro.
El hecho no hubiera tenido importancia si no hubiera sido invadida por los asirios, que gran parte de sus
habitantes fueran deportados y que los invasores
los colonizaran. Aposentados en ella se mezclaron con los nativos y así, de aquellos casamientos, nacieron unos samaritanos que por su aspecto físico, costumbres y variedad de
religiones fueron rechazados por
los del Norte y los del Sur.
Antes
de Jesús estos enfrentamientos
empujaron a los samaritanos a no
querer relacionarse con los otros judíos, construyeron en el monte Garizim un templo para no ir al de Jerusalén, acción que los demás no
vieron bien, los acusaban de ser paganos y los trataban como a extranjeros.
Las
consecuencias de esos comportamientos aún siguen vigentes pues los samaritanos, que ahora son una
población muy reducida, aún conservan
sus tradiciones y creencias religiosas y siguen subiendo
al monte Garizim.
En
el evangelio se nos muestra esa problemática histórica en la escena del pozo de Jacob y en ella queda patente que estaba vigente pero Jesús, con su gesto y su templanza, nos
enseña el camino del perdón y la reconciliación.
¿Cómo lo hizo?
Pidiendo
ayuda a quién se la podía dar sin preocuparse de a quién se la pedía. Él no
tuvo hacia ella un comportamiento
racista pero ella sí lo tuvo con Él
cuando se sorprendió de que un judío
pidiera agua a una samaritana.
Jesús nos muestra, con
este hecho de su vida, la forma de mover las montañas cuando se tiene fe, ella lo recibió mal y Él le devolvió un comportamiento
contrario. Así, con esa forma de tratarla, tan simple, ella se convirtió en un instrumento voluntario y necesario para
divulgar la Palabra en terreno
hostil, los acogieron y les pidieron que se quedaran con ellos, aceptaron y permanecieron entre ellos dos días.
Los
judíos levantaron unas barreras
invisibles, fue una EQUIVOCACIÓN
porque los tenía separados, pero Jesús las
derribó y fue un ACIERTO.
San Pablo nos explica
cómo fuimos perdonados y salvados los hombres a pesar de ser pecadores en el momento cumbre… ¡La muerte de Cristo!
Para
que esta acción fuera efectiva, fue necesario que se mostrara un gran acto de
fe, es decir, que aparecieran en Jesús
las debilidades humanas al tomar
conciencia de lo que le esperaba y que después reaccionara manifestándole al Padre su confianza total. Jesús, como humano, nos enseñó que el
problema no está en la debilidad sino en no saber reaccionar para salir de ella
a tiempo y mostrarle nuestra ACEPTACIÓN.
Nosotros
debemos poner en marcha, cada día, una evaluación de nuestro comportamiento en
el campo de la fe y para ello debemos realizar un análisis de nuestra conducta
cristiana… ¿Respondo acertadamente a las
propuestas incorrectas que recibo mediante la tentación? ¿Me ofusco con el caramelo que se me ofrece
y caigo o reacciono a tiempo, lucho y me levanto?
El
apóstol, en ROMANOS 5, 2 nos dice:
[Por Él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos:
y nos gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios.].
Fe y esperanza, los ingredientes que no
debemos olvidar los cristianos nunca.
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