Colaboración de Paco Pérez
LA LUZ SE MANIFIESTA AL HOMBRE
La
curación del ciego dejó asombrados a los judíos que la presenciaron pero la
realidad del hecho es que ellos no comprendieron lo ocurrido porque el dios al que adoraban no había curado la
ceguera sino un hombre que les dijo: [Yo soy la luz
del mundo.].
¿Comprendieron ellos este mensaje?
Hubo
quienes sí, y lo siguieron, pero otros no porque en aquellos tiempos era
difícil entender que Jesús les
hablaba de que nos regalaba la luz para
llegar a la verdad, el ciego la
recibió y sí lo aceptó.
Los
judíos, como manejaban los hilos de la sociedad imponiendo los preceptos del judaísmo,
no aceptaron la curación, acosaron al ciego
y a sus padres con la intención
de demostrar al pueblo que todo había sido un montaje pero ellos, con
sencillez, les respondían siempre la misma VERDAD,
nunca cambiaron el contenido de sus respuestas y así consiguieron, sin
proponérselo, desquiciarlos y dejarlos en mal lugar. Los fariseos, cansados de no lograr el objetivo buscado, acusaron
al ciego de pecador y lo expulsaron.
Después,
Jesús se encontró con él de manera
casual y hablaron. El encuentro está en Juan
9, 35-38:
[Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le
dijo: ¿Crees tú en el Hijo del hombre?
Él contestó: ¿Y quién es, Señor,
para que crea en él?
Jesús le dijo: Lo estás viendo: el
que te está hablando, ése es.
Él dijo: Creo, Señor. Y se postró
ante él.].
También
molestaban a Jesús porque la curación tuvo lugar en sábado y ya
sabemos las prohibiciones que tenían establecidas para ese día.
A
veces, la ceguera de las personas videntes es tan grande que las lleva a tener un
comportamiento peor que aquellas que sí lo son por nacimiento o por cualquier
contrariedad y esa forma de ser está retratada en la respuesta que dieron
los judíos a la predicación y acciones de Jesús. Es cierto que la formación que recibimos en los ámbitos familiares, religiosos y sociales
nos configura en una línea de pensamiento y con ella quedamos marcados para
siempre. Los judíos son un ejemplo de ello.
Aquella
sociedad creía que el mal que afectaba a las personas era un castigo por el
pecado y por esa razón los discípulos
quisieron saber el origen de la ceguera de aquel hombre. Preguntaron a Jesús y la respuesta que les dio está
en Juan 9,3:
[Jesús contestó: Ni éste pecó ni sus padres, sino
para que se manifiesten en él las obras de Dios.].
Muchos
cristianos también piensan como aquellos hombres… ¿Qué debemos hacer ante esta realidad?
Reaccionar
a tiempo para mostrarnos disconformes, desear cambiar la educación que hemos
recibido deformada y después, si alguna vez tenemos la suerte de que alguien se
nos acerca con valentía para mostrarnos la verdad, entonces deberemos ser lo
suficientemente inteligentes para no enfadarnos, atenderlo, analizar lo que recibimos
regalado de él y decidir después qué camino es el correcto. Lo que nunca deberemos
hacer es comportarnos como los judíos, oponiéndonos frontalmente al que se
acerque para ayudarnos o rechazándole sus buenas intenciones sin conocerlas. Si
hacemos esto, después no podremos quejarnos de las consecuencias que se deriven
de nuestra forma de pensar y entender la vida.
Con
la curación de aquel hombre Jesús
les enseñó su buena disposición para ayudar a los demás y les manifestó que
cuando de ayudar se trata lo primero e importante es realizar el acto y después ir al templo a cumplir
con los preceptos religiosos.
En
Juan 9, 4-5 se nos anima a evangelizar:
[Mientras es de
día tenéis que trabajar en las obras del que me ha enviado; viene la noche y
nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo.].
Mientras
no seamos rechazados deberemos ayudar a quienes están confundidos pero si
quienes tienen que recibirnos rechazan nuestras buenas intenciones pues
entonces no les insistiremos. Jesús
ayudó al ciego, éste acogió el
mensaje del Señor y le respondió
correctamente. Otros judíos lo rechazaron y todavía siguen esperando la llegada
del Mesías.
El
ciego, un hombre que no podía
valerse por sí mismo, al recibir la luz se transformó pues se convirtió en un
hombre nuevo que ganó en seguridad para afrontar los retos de la vida, lo
demostró cuando lo interrogaban los
fariseos.
Los
hombres, cuando tienen que elegir algo, comienzan a orientarse fijándose en las
apariencias externas pero la realidad
nos enseña después que ese no es el mejor camino. El ciego acertó porque, sin ver, supo valorar la bondad de quién se le acercó y lo curó, no le preguntó quién era y se dejó poner
el barro, un medicamento raro. Los judíos sí veían pero sólo reconocían a Jesús
como a un hombre corriente, igual que ellos, y esa actitud les empujó a que no
aceptaran la grandeza del que les hablaba.
Hoy
se nos regala esa enseñanza en 1 SAMUEL
16, 6-7, cuando Dios encargó
al profeta la elección del rey David:
[Cuando llegó,
vio a Elías y pensó: - Seguro, el Señor tiene delante a su ungido.
Pero el Señor le dijo: - No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón.].
Pero el Señor le dijo: - No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón.].
En este texto se confirma lo
dicho y, además, Dios nos enseña que las personas somos instrumentos en sus manos para
realizar actos necesarios para el bien común y que, como para Él nada es imposible, siempre elige a las personas mirando en su interior. Por
eso eligió a David,
el joven que derrotó al gigante, y a Moisés, el tartamudo que convenció al Faraón. El secreto está en que Dios, cuando está con alguien, lo guía y nunca lo abandona.
Pablo nos habla de los dos
modelos de personas que hay, aquellos que caminan guiados por unos
planteamientos deshumanizados, como fruto de entender el comportamiento desde
posturas inspiradas por el mal, y quienes lo hacen guiados por la luz que tiene
su origen en Dios.
Recomienda a los hijos de la luz
que den la cara en defensa de la verdad, que actúen con justicia y bondad y que
denuncien las obras malas de quienes obran a escondidas. Si actuamos guiados
por la luz los pondremos al descubierto y quedarán en evidencia.
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