Colaboración de Paco Pérez
COMER, BEBER, TOCARLO Y HABLAR CON ÉL LOS CAMBIÓ
María Magdalena y otras mujeres acudieron al sepulcro de Jesús, lo encontraron abierto, se sorprendieron, fueron en busca de los discípulos, se lo comunicaron y les dijeron que se habían llevado a Jesús; ellos se sorprendieron, reaccionaron acudiendo al lugar y una vez allí comprobaron que era verdad lo que decían, Jesús no estaba en él. Los discípulos hablaban de lo ocurrido pero sólo daban testimonio de la realidad que habían observado… ¡El sepulcro estaba vacío!
El hecho se convirtió en noticia y los discípulos se asustaron, unos huyeron y otros se encerraron porque tenían miedo a las represalias.
Las apariciones comenzaron cuando Jesús acompañó a unos jóvenes que iban caminando a Emaús, después visitó a los que estaban reunidos en Jerusalén, comió y bebió con ellos y les enseñó sus heridas para que las vieran y tocaran.
Les recordó que lo sucedido en aquellos días Él ya se lo había comunicado a ellos y que también les fue anunciado antes. Lo leemos en Lucas 24, 44-48:
[Y les dijo: Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mi tenía que cumplirse. Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos comenzando por Jerusalén.].
Lo que ocurrido en aquellas fechas en Jerusalén nos prueba que la fe no viene a las personas con facilidad ni de la misma forma pues unos necesitaron ver y tocar para alimentar su creencia, en nuestros templos se puede observar esa necesidad cuando las personas tocan las imágenes, y a otros les mejora cuando comprenden la realidad del misterio de Dios… ¿La hemos comprendido?
Aunque el sepulcro lo encontraron vacío esa no fue una razón suficiente para que comprendieran el hecho real de la resurrección de Jesús pues no miraron al pasado para en esos días poder recordar y dar importancia a los anuncios que el Padre había hecho a las personas sobre lo que ocurriría, los que Jesús también les había recordado a ellos.
La fe que después tuvieron les vino cuando se les apareció y por las vivencias que tuvieron con Él durante ellas.
Una prueba de cambio radical la encontramos en Pedro, aquel discípulo que lo negó por miedo a morir, por ignorancia o por ausencia de fe. Cuando resucitó comprendió quién era Jesús y su mensaje, ya no dudó porque sí tuvo fe y salió con valentía a proclamar ante el pueblo lo ocurrido. Está en HECHOS 3, 13-15:
[En aquellos días, Pedro dijo a la gente:
- El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo.
Rechazasteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos.
- El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo.
Rechazasteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos.].
También les habló de la venida de Jesús, del Reino de Dios y del rechazo social que le ocasionó hacerlo, que todo fue por culpa de la ignorancia de un pueblo que se dejó manipular por los poderes y esa fue la causa de que lo condenaran, crucificaran y mataran pero el Padre lo resucitó y así se cumplieron las Escrituras. Los animó a la conversión y al arrepentimiento pues quienes crean y se comporten bien recibirán la salvación.
Juan, un tiempo después, pidió a las comunidades cristianas que abandonaran su comportamiento equivocado, el que les hacía proclamar que creían en Dios pero no reconocían que Jesús era el Mesías, es decir, negaban su encarnación. Decían que ellos no pecaban pero no cumplían los mandamientos de Dios.
También nos enseñó que debemos cumplir los mandamientos para no pecar pero si algún día fallamos debemos saber que Jesús, con su muerte, propició la salvación de todas las personas.
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