Colaboración de Paco Pérez
AMAR, CONOCER, CUIDAR,
PROTEGER, ALIMENTAR y GUIAR A SUS OVEJAS
En
la antigüedad todo tenía su ritual y la tradición así lo establecía, el oficio
de pastor también tenía el suyo.
Cuando
en la primavera los campos se vestían con los hermosos colores que mostraban
las flores, los pastores de Canaán iniciaban los preparativos para
marcharse a otros lugares con las ovejas en busca de buenos pastos para que éstos
pudieran alimentar bien a sus animales.
La
tradición establecía que, antes de salir del poblado y en noche de luna llena, debían
celebrarlo matando un animal joven y ofrecérselo a la divinidad para que los
animales fueran fecundos y tuvieran salud; con la sangre untaban los palos de
las tiendas, creían que con esa acción ahuyentaban de ellos las enfermedades y
otros peligros. La noche anterior a la marcha comían el animal sacrificado, lo
hacían ataviados con la indumentaria que vestían los pastores de aquellos
tiempos y, al concluir la celebración, salían del poblado hacía el lugar donde
pastarían.
Más
que un acto religioso era el trapicheo típico de un comerciante, te doy
me das, pues ellos ofrecían el animal en sacrificio a la divinidad para que ella
los protegiera de los peligros y las enfermedades.
Con
el paso de los años Jesús recordó las cosas buenas que tenía el oficio
de “pastor” para enseñarles con ellas cómo debían comportarse con los demás miembros
de la comunidad en que vivían. Les habló de las cualidades que debía tener todo
aquel que desee serlo: Amar, conocer, cuidar, alimentar, proteger
y guiar a sus ovejas. El “buen pastor” también se preocupará
de cuidar aquellas otra que no son de su rebaño. En cambio, el “pastor asalariado” sólo se preocupa de trabajar
para ganar el sustento pero no entrega su vida para salvar a las ovejas del
rebaño porque no son suyas.
Con
este relato pastoril tradicional nos enseñó qué debemos hacer con el prójimo
y lo hizo estableciendo una similitud entre los elementos que intervienen: Aquellos
sencillos pastores son los sacerdotes; los fieles de
nuestros días son las indefensas ovejas, el pueblo de Dios
desamparado al que nadie ayuda, y las buenas acciones que realizaban
con ellas, lo que en nuestros tiempos debemos hacer todos para
ayudar a quienes están necesitados.
Con
este ejemplo se especifica muy bien cuál debe ser el papel de cada persona en
el gran teatro de la vida religiosa y en cada momento de la historia pero la
experiencia nos demuestra y enseña que, más veces de las deseadas, los
intereses personales se anteponen a cualquier realidad y, además, sin
miramientos ni sentimientos buenos que los frenen.
Hoy,
también se nos propone otro ejemplo, Pedro y Juan se dirigen al
Templo para orar y en la entrada se encuentran con un señor que tiene una
minusvalía de nacimiento que le impedía andar y pedía para poder vivir.
Pedro
se
acercó a él, ambos se miraron y, en nombre de Jesucristo, le ordenó que
se levantara. La noticia se divulgó y acudieron gentes de todas las clases
sociales y los jefes religiosos. Éstos les organizaron un interrogatorio como
el realizado antes a Jesús, en este caso para conocer al autor del
milagro. Pedro no se adjudicó la autoría y les dijo que había sido Jesús,
el Mesías, aquel que fue crucificado por ellos y al que resucitó el Padre;
creo firmemente en que así nos enseñó que debemos dirigirnos a quien tiene
el poder y no buscarnos intermediarios.
Una
vez más quedó probado que hacer un bien al prójimo, en este caso curarlo,
nos puede llevar a perder la tranquilidad que tenemos porque las personas o los
grupo de poder tienen unos intereses contrarios a los nuestros, éstos los
empujan a la práctica de la injusticia para arrebatarnos lo poco que tenemos,
la dignidad, lo hacen mediante la utilización de la fuerza bruta que les
confiere el poder que ostentan en ese momento para lograr impedir que
resplandezca la verdad con todo su esplendor, en este caso el testimonio de
un señor que había sido curado con las acción limpia de cogerle las manos e
invocar al poder que Jesús le había conferido.
Para
comprender algo porqué ocurrían esas cosas en tiempos de Jesús debemos
leer Juan 3,1-2:
[Queridos hermanos:
Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo
somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él.
Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos.
Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos
tal cual es.
Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo
somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él.
Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos.
Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos
tal cual es.].
Aquellas
personas no conocieron a Dios porque no aceptaron a Jesús como Mesías,
tampoco que fuera su Hijo, que dijera que éramos sus hermanos y
que nosotros, por esa relación, también seamos Hijos de Dios.
La
ambición, el poder y la soberbia les hizo no tener fe, esa realidad les impedía
aceptar aquellos acontecimientos que no comprendían y les inoculó el miedo a
perder la posición económica y de poder que habían logrado.
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