Colaboración de Paco Pérez
D. Felipe Iriarte Fernández fue un cura joven que vino a Villargordo,
cuando se marchó D. Diego García Hidalgo,
en septiembre de 1953.
Fue, como sacerdote, una persona que supo conectar
con los jóvenes de aquel tiempo pues sus formas de tratarlos eran diferentes a las
que ellos habían estado acostumbrados hasta su llegada.
Como amaba el fútbol con locura pues se iba al
descampado que había frente al viejo “Cuartel de la Guardia Civil”, hoy “Hogar
del Jubilado” y “Centro de Educación de Adultos”, y lo practicaba mezclado con
los jóvenes y niños, remangándose la sotana hasta la cintura. Por esta forma de
proceder tan chocante, y otras novedades en las relaciones con ellos, nacieron
sus buenas amistades con todos y en determinados momentos del juego ya se
olvidaban del respeto que entonces se le tenía al “páter” y cualquiera era
bueno para gritarle:
- ¡¡¡Felipe,
chuta!!!
Esta expresión futbolera quedó grabada en la memoria
de quienes lo conocieron durante muchos años después de su marcha.
Tenía una excelente cultura y muy experto en cine, como
fruto de estos dos elementos culturales escribió algunos libros y estando aquí
publicó “Dios en la pantalla”.
Era un avanzado para los usos y costumbres de su
tiempo, de ahí que siempre fuera asociada su imagen a la de su “vespa”, aquella moto inolvidable de los
años cincuenta. Él rompía siempre los moldes porque no seguía el protocolo de
los tiempos y dejó, a su marcha, muy buenas amistades con muchas personas de
diferentes edades y por eso siempre fue recordado por todos con gran cariño.
Tres de sus grandes amigos fueron José Carretero López “Joselillo”, Adriano Jiménez Mendoza “El
chápiro” y Francisco Pérez Soriano,
mi abuelo. Si nos fijamos bien en las coincidencias veremos que los cuatro
coincidían en pasarse por el arco del triunfo la normalidad, de ahí que
hicieran tan buenas migas.
Con la “vespa”
del cura hicieron montones de viajes, siempre por temas de la parroquia con mi
abuelo y con Adriano por otras múltiples razones.
Como no paraban de viajar, un día decidió complacer
el deseo de su hermana Genoveva y
accedió a darle un paseo motorizado hasta la ermita del “Cristo de la Salud”.
Los curas vivían entonces en la casa parroquial y
por ello salieron por la calle “Los
muertos” hacia el “Panteón” y
continuar por el “Pecho de la ermita”
hacia el lugar previsto.
Como él iba siempre bien acelerado pues al llegar a
la cuesta de “Cerote” le dio más
velocidad, había muchas piedras en esa zona, la moto se movió demasiado y, como
entonces las mujeres viajaban de lado, ella perdió el equilibrio y se cayó.
Él iba a lo suyo, dominar la moto, y no se percató
de lo ocurrido a su hermana hasta que llegó al “Cementerio”, entonces regresó y se la encontró tirada en el suelo,
llorando y magullada.
Aquella historia se difundió por el pueblo con gran
rapidez y, como somos unos artistas pues al llegar el Carnaval le escribieron
al accidente una canción que decía:
A lo loco,
a lo loco,
D. Felipe montao en una moto.
A lo loco,
a lo loco,
a Genoveva la lleva detrás.
A lo loco, a lo loco, a lo loco,
a su hermana la quiere matar. (Bis)
Después de unos años D. Felipe fue trasladado a una
parroquia de Jaén, la de Santa María Magdalena.
Un tiempo después abandonó el sacerdocio, se casó y tuvo
dos hijas. Estableció su residencia en Huelva, trabajó allí en la enseñanza
como profesor de instituto, sufrió infartos y falleció. Esta parte final la
conocí por su amigo Joselillo pues mantenían intercambio epistolar.
¡Qué sorpresa nos depara internet! Me ha encantado esta entrada sobre mi padre D. Felipe. Muchas gracias
ResponderEliminarMi madre dice que escuchó esa cancion despues de la guerra ... La he buscado en internet y me sale la de celia cruz y jarabe de palo...
ResponderEliminarPor favor ai hay referencias de que existiera me gustaria saberlo Gracias
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