Colaboración de Paco Pérez
Capítulo III
SE ALARGÓ LA REUNIÓN
Dos
amigos, Frasquito “El avispa” y Águedo “El tarta”, se
juntaron una tarde y decidieron a tomar unas copas. Se les calentó el bigote
con ellas, la reunión se prolongó más de la cuenta y hablaron también de muchos
temas, es decir, hicieron lo que siempre ocurre en estos casos.
Parece
ser que Frasquito no paraba de decir
embustes, uno tras otro y sin parar. Águedo
bebía y escuchaba sin intervenir y cuando ya estaban bien calientes decidió
tomar la palabra y le dijo:
-
Un día iba para la “Saravandija”, un
paraje de Nerja que está detrás de un lugar que es conocido como “El paso de perro chino” y que es una
pendiente muy pronunciada, y al pasar por ahí vi a más de CIEN cabras montesas.
Frasquito le respondió
de inmediato y con acusaciones directas hacia el amigo:
-
Eso tendrá su rebaja y su descuento y, a lo mejor, puede que fueran hasta
cabrillas de mar.
Águedo le respondió
muy pausado pero con cierto aire de
cabreo:
-
No está maaal. Tú, te has pasado toooda la noche echando embustes, uno detrás
del otro y sin parar… ¿Qué hacía yo mientras tú hablabas? ¡¡¡Callar!!!
Ahora,
por uno que yo echo vas y me llamas embustero.
¡¡¡Así que, ahora, me voy a dormir!!!
UN NERJEÑO EN BARCELONA
En
España se vivían los tiempos de las necesidades extremas, poco trabajo y mucha
pobreza. Por esta razón muchos andaluces emigraron al extranjero para trabajar
y un tiempo después regresar con algo de dinero para que sus familias pudieran
vivir mejor. Otros prefirieron no cruzar la frontera y desplazarse a otras
regiones españolas más industrializadas para probar suerte en el mundo laboral.
Un
nerjeño sin cualificación profesional, José Rodríguez, eligió Barcelona como punto de destino para probar
suerte en el trabajo.
Unos
días después de llegar allí fue admitido en una empresa constructora y empezó
al día siguiente a trabajar.
Estuvo
en el tajo muy puntual y se presentó al encargado como le habían indicado en
las oficinas de la empresa. Éste le pidió que lo acompañara, lo presentó a otro
señor, se saludaron muy amablemente y ya se marchó el encargado.
El
nuevo señor distribuía al personal contratado según su cualificación y según
las necesidades de cada día.
Como
el nuevo trabajador comunicó que no tenía experiencia en la construcción pues lo
llevó al almacén, le dio un pico y una pala, le dijo que lo siguiera y lo puso
a picar en una zanja que ya estaba iniciada. Se pasó la jornada laboral picando
y paleando la tierra y, al concluir ésta, se encaminó a la oficina y una vez allí
mantuvo este diálogo con el señor que le atendió:
-
Buenas tardes –saludó José al oficinista.
–
Buenas tardes… ¿Qué desea?
–
Vengo a cobrar.
–
Señor José, en la empresa se cobra al finalizar la semana y no a diario.
–
Es que me tengo que marchar para Nerja, es una urgencia.
–
En ese caso pase por aquella oficina, allí le pagarán.
José
recibió su jornal, el único dinero que tenía para comer y viajar. Después de
una semana de penalidades logró llegar a Nerja y les contó sus aventuras.
Entonces,
un amigo le pregunto:
-
¿Cómo has venido, pidiendo?
José,
sorprendido con la pregunta, le respondió con algo de cabreo:
-
¡¡¡No, si te parece iba a venir dando!!!
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