Colaboración de José Martínez Ramírez
Este poema lo
escribí en el “Café Gijón” de Madrid
en 1965 y se lo dediqué a las hermanas García
con el permiso de mis suegros, que en paz descansen.
Por
allí van las hermanas García,
la
una se llama Rosario
y
la otra responde a Lucía.
Hijas
de Antonio y Catalina,
naturales
ellas de Villargordo,
tierra
bella de Andalucía
donde
brotan las olivas verdes,
verdes
ellas tras la celosía
terca
de su pensamiento,
que
reiteran día tras día.
Si
al oído les susurras…
¡Cariño,
yo te quiero!
Ellas
te quieren más todavía.
Si
por la calle caminas
y
te cruzas con un amigo de toda la vida,
se
esquinan porque piensan
que
si solo, con él te enredarías.
O
sea, que primero te operan
y
después te preguntan… ¿Qué es lo que te dolía?
Así
son ellas, las hermanas García.
Pues,
si coges con ellas una tranca,
bomba,
castaña o tuerca de antología
también
se molestan…
¡Coño,
con las hermanas García!
Si
te vas un día de pesca
o,
quizá, de cacería,
sus
miradas esquinadas
con
clavos te crucifican.
Catalina
usted no tiene la culpa
pero…
¡Qué a gusto se quedaría
cuando
las casó con Pepe
y
Manolo, el de Carchenilla!
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