Colaboración de José Martínez Ramírez
Tú,
que todo te lo llevas,
nadie
te llama ladrón.
Nos
matas o nos elevas
y
nadie te llama bribón.
Tú,
que no existías, te sublevas
con
el hombre, pero no ante Plutón.
Una
gota de agua en el mar, nueva
e
insoportablemente nada, voló.
El
atardecer que hiere el mar llega,
con
la soledad, a mi cama de plumón.
Perdida,
en el momento de la primavera,
de
la muerte dulce como un bombón.
Estaba
dispuesto a amar y quisiera
morir
en versos inmortales de Byron.
Importa
lo que has hecho en la acera
de
la vida antes de poner el rostro dulzón.
Cuando
asoma, ensombrece la niñera
las
candelas celestiales de mi balcón.
Trae
cogida de la mano, quien fuera
eclipse
del entendimiento, la depresión.
A
veces me río, pues parece que viera
a
la muerte como un inmenso pezón.
Nos
vuelve un poco locos y yo quisiera
presentarle
a Helena, a Adonis o a Calderón.
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