Colaboración de Paco Pérez
EL TIEMPO Y LA
HISTORIA
Capítulo
I
Pasa el tiempo de manera rápida
para quienes están ocupados o viven felizmente la vida pero debe ser
eterno e inaguantable para los que están desocupados o se sienten infelices, en
todos los casos él siempre avanza con su estilo particular y no se detiene jamás
porque no entiende de esas minucias humanas o porque le importa un comino lo
que el hombre pueda opinar sobre su comportamiento, es decir, está seguro de lo
que debe hacer en cada momento... ¿Lo
estamos nosotros?
Tal vez no porque si todos
siguiéramos su ejemplo otro gallo diferente nos cantaría cada mañana al
levantarnos pero la realidad es otra bien diferente debido a que después de
desayunar, almorzar o cenar la mayoría tenemos el estómago bien alimentado y esa
realidad nos hace actuar de manera rutinaria y cuadriculada todos los días, semanas,
meses y años de nuestra existencia porque nos encontramos cómodos en ese
formato. Además, estamos siempre tan absortos en esa dinámica y en nuestros
problemas personales y familiares que cuando nos llega la hora de la deseada
jubilación, fijada en el calendario por la ley, ésta nos coge por sorpresa y
entonces, si no tenemos las ideas claras como él, ya estaremos totalmente
perdidos el que nos quede de vida.
Es un atrevimiento opinar así sobre
él pero considero que debo hacerlo pues si tenemos una edad algo avanzada es cuando
experimentamos la sensación engañosa de que el tiempo pasa rápido, en mi caso
lo fue durante los primeros años de la jubilación, pero pronto me di cuenta de
que era un espejismo egoísta que se me ocasionaba porque estaba demasiado
amarrado a lo terrenal… ¿Cómo lo
descubrí?
Un día salí de paseo y me
acerqué hasta el Cerro Pino. Una vez
allí localicé a lo lejos la higuera de José
Carlos, me dirigí hasta ella,
descubrí que debajo de su ramaje había una risca y me senté un rato sobre ella para
tomar el fresco del atardecer. Estando
en esa situación la mente voló y viajé al pasado, vi a José Carlos sentado sobre ella cuando la visitaba otras veces, allí
le daba a la pluma para escribir en su cuaderno de notas los textos de los poemas
que después publicaba en “Villargordo
nos reúne” y entonces exclamé… ¡¡¡Qué
lejanos quedan ya esos días prolíferos del gran José Carlos!!!
Debieron de parecerle muy cortos
porque me decía que se le pasaban en un abrir y cerrar de ojos entre ir al gallinero
-en el coche, claro está- para cuidar de los animales, echarles de comer, coger
los huevos, pensar cómo cocinarlos… Pasó una temporada larga disfrutando con estas
delicias voluntarias y, como comprobó que el tiempo volaba, entonces decidió
que tenía que dejar de hacer algunas de esas cosas y retomar su “rancia filosofía vital”, esa que
descubrió hace ya muchos años para que el tiempo no transcurriera tan veloz: [Ir a la higuera en otoño, sentarse en la
risca, no hacer nada, esperar a que apareciera la primera hoja y aburrirse así
un montón]. Cuando llegué a ese punto volando reaccioné porque me percaté
de que no era aconsejable, y a la vez imposible, intentar manejar algo
intangible como es el tiempo para
que éste se adaptara a nosotros. En ese estadio del pensamiento descendí a la
realidad pero continué sentado en la risca y, por cierto, con el espíritu
totalmente lúcido.
Rodeado del silencio y de la
paz de aquel ambiente comencé a recordar lo que había meditado y entonces pude
comprobar que es una fantasía todo lo que circula de boca en boca sobre “la rapidez o lentitud con que pasa el
tiempo” y lo es porque durante los años que vivimos nos da tiempo de poder
comprobar que “la historia se repite
siempre”, normalmente, después de unos cuantos años. Tenemos el mejor
ejemplo en las crisis económicas padecidas y, como estos acontecimientos se nos
han repetido ya más de una vez y nos ha dado tiempo de comprobarlo les pregunto…
¿Sería posible vivir las mismas
experiencias si de verdad pasara el TIEMPO en un abrir y cerrar de ojos?
El TIEMPO no pasa así porque está sujeto a unos valores numéricos
inamovibles y esa afirmación anterior es la consecuencia de una percepción
personal que cambia en función de nuestra situación de ánimo, placer,
distracción, ocupación… Es una realidad que él siempre es “TESTIGO de lo que ocurre” y que por ello nos ayuda a quitar o a dar la RAZÓN, siempre lo
hace ayudado de la Historia. Considero
que lo que se afirma siempre debe de estar apoyado en pruebas fiables y de
fácil demostración, por eso quiero que después lean el texto que les propondré,
no es mío y fue escrito hace ya bastantes años. Lo propongo para que comprueben
con él que los “sucesos históricos”
se repiten y, con su lectura, puedan viajar con la mente hasta Roma y después regresar cargados con un
buen espíritu crítico a España.
En ese ejemplo la HISTORIA nos confirmará que uno de los
problemas más graves de la humanidad es la “AMBICIÓN DEL HOMBRE POR EL PODER” y cómo se confirma que el TIEMPO desempeña en ella el papel de
ser testigo de los hechos que suceden cuando se repiten, nada más.
Finalmente, cuando LEAN el texto ajeno, continuaré en el
tercer capítulo con los planteamientos que me han empujado a presentarles esta
entrada. Tengan la curiosidad de leer el segundo completo y así podrán recordar
un hecho histórico real que el gran Shakespeare
escribió. Hacer este ejercicio será necesario para poder poner después, frente
a frente, los acontecimientos del pasado
y los del presente; poner en acción nuestro
espíritu crítico después y para
poder descubrir el paralelismo que
hay entre el comportamiento de los
personajes y el suceso ocurrido hace
dos milenios en Roma y los ACTUALES de nuestros
días en España.
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