miércoles, 24 de junio de 2015

ROMA Y ESPAÑA

Colaboración de Paco Pérez
EL TIEMPO Y LA HISTORIA
Capítulo I
Pasa el tiempo de manera rápida para quienes están ocupados o viven felizmente la vida pero debe ser eterno e inaguantable para los que están desocupados o se sienten infelices, en todos los casos él siempre avanza con su estilo particular y no se detiene jamás porque no entiende de esas minucias humanas o porque le importa un comino lo que el hombre pueda opinar sobre su comportamiento, es decir, está seguro de lo que debe hacer en cada momento... ¿Lo estamos nosotros?

Tal vez no porque si todos siguiéramos su ejemplo otro gallo diferente nos cantaría cada mañana al levantarnos pero la realidad es otra bien diferente debido a que después de desayunar, almorzar o cenar la mayoría tenemos el estómago bien alimentado y esa realidad nos hace actuar de manera rutinaria y cuadriculada todos los días, semanas, meses y años de nuestra existencia porque nos encontramos cómodos en ese formato. Además, estamos siempre tan absortos en esa dinámica y en nuestros problemas personales y familiares que cuando nos llega la hora de la deseada jubilación, fijada en el calendario por la ley, ésta nos coge por sorpresa y entonces, si no tenemos las ideas claras como él, ya estaremos totalmente perdidos el que nos quede de vida.
Es un atrevimiento opinar así sobre él pero considero que debo hacerlo pues si tenemos una edad algo avanzada es cuando experimentamos la sensación engañosa de que el tiempo pasa rápido, en mi caso lo fue durante los primeros años de la jubilación, pero pronto me di cuenta de que era un espejismo egoísta que se me ocasionaba porque estaba demasiado amarrado a lo terrenal… ¿Cómo lo descubrí?
Un día salí de paseo y me acerqué hasta el Cerro Pino. Una vez allí localicé a lo lejos la higuera de José Carlos, me dirigí hasta ella, descubrí que debajo de su ramaje había una risca y me senté un rato sobre ella para tomar el fresco  del atardecer. Estando en esa situación la mente voló y viajé al pasado, vi a José Carlos sentado sobre ella cuando la visitaba otras veces, allí le daba a la pluma para escribir en su cuaderno de notas los textos de los poemas que después publicaba en “Villargordo nos reúne” y entonces exclamé… ¡¡¡Qué lejanos quedan ya esos días prolíferos del gran José Carlos!!!
Debieron de parecerle muy cortos porque me decía que se le pasaban en un abrir y cerrar de ojos entre ir al gallinero -en el coche, claro está- para cuidar de los animales, echarles de comer, coger los huevos, pensar cómo cocinarlos… Pasó una temporada larga disfrutando con estas delicias voluntarias y, como comprobó que el tiempo volaba, entonces decidió que tenía que dejar de hacer algunas de esas cosas y retomar su “rancia filosofía vital”, esa que descubrió hace ya muchos años para que el tiempo no transcurriera tan veloz: [Ir a la higuera en otoño, sentarse en la risca, no hacer nada, esperar a que apareciera la primera hoja y aburrirse así un montón]. Cuando llegué a ese punto volando reaccioné porque me percaté de que no era aconsejable, y a la vez imposible, intentar manejar algo intangible como es el tiempo para que éste se adaptara a nosotros. En ese estadio del pensamiento descendí a la realidad pero continué sentado en la risca y, por cierto, con el espíritu totalmente lúcido.
Rodeado del silencio y de la paz de aquel ambiente comencé a recordar lo que había meditado y entonces pude comprobar que es una fantasía todo lo que circula de boca en boca sobre “la rapidez o lentitud con que pasa el tiempo” y lo es porque durante los años que vivimos nos da tiempo de poder comprobar que “la historia se repite siempre”, normalmente, después de unos cuantos años. Tenemos el mejor ejemplo en las crisis económicas padecidas y, como estos acontecimientos se nos han repetido ya más de una vez y nos ha dado tiempo de comprobarlo les pregunto… ¿Sería posible vivir las mismas experiencias si de verdad pasara el TIEMPO en un abrir y cerrar de ojos?
El TIEMPO no pasa así porque está sujeto a unos valores numéricos inamovibles y esa afirmación anterior es la consecuencia de una percepción personal que cambia en función de nuestra situación de ánimo, placer, distracción, ocupación… Es una realidad que él siempre es “TESTIGO de lo que ocurre” y que por ello nos ayuda a quitar o a dar la RAZÓN, siempre lo hace ayudado de la Historia. Considero que lo que se afirma siempre debe de estar apoyado en pruebas fiables y de fácil demostración, por eso quiero que después lean el texto que les propondré, no es mío y fue escrito hace ya bastantes años. Lo propongo para que comprueben con él que los “sucesos históricos” se repiten y, con su lectura, puedan viajar con la mente hasta Roma y después regresar cargados con un buen espíritu crítico a España.  
En ese ejemplo la HISTORIA nos confirmará que uno de los problemas más graves de la humanidad es la “AMBICIÓN DEL HOMBRE POR EL PODER” y cómo se confirma que el TIEMPO desempeña en ella el papel de ser testigo de los hechos que suceden cuando se repiten, nada más.

Finalmente, cuando LEAN el texto ajeno, continuaré en el tercer capítulo con los planteamientos que me han empujado a presentarles esta entrada. Tengan la curiosidad de leer el segundo completo y así podrán recordar un hecho histórico real que el gran Shakespeare escribió. Hacer este ejercicio será necesario para poder poner después, frente a frente, los acontecimientos del pasado y los del presente; poner en acción nuestro espíritu crítico después y para poder descubrir el paralelismo que hay entre el comportamiento de los personajes y el suceso ocurrido hace dos milenios en Roma y los ACTUALES de nuestros días en España.

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