Colaboración de Paco Pérez
EL
texto que va a continuación lo he recibido
por el “correo electrónico” y
después, buscando el libro que lo inspira, he encontrado el texto publicado. Hagan
un clic en CONFIRMAR, si lo
desean comprobar.
He
considerado que debo publicarlo sin quitarle ni ponerle nada porque el análisis
que hace de nuestra realidad recoge lo que viene sucediendo en España desde hace años y que los
españoles estamos viviendo, como testigos, de manera silenciosa y callada.
Es posible
que no todos hayamos estado bien informados de los hechos desde el comienzo y
que por eso esta denuncia les sepa a chino pero creo, sinceramente, que el
contenido refleja de manera totalmente cierta lo que nos viene sucediendo y que
no es por casualidad, así lo entiendo y, además, afirmo que no me sorprende
nada de lo que he leído porque viene a confirmar lo publicado en su momento
sobre el 11 de marzo de 2004, punto
de partida de nuestros acontecimientos nacionales actuales.
Lo
hago como homenaje a la “VERDAD” que fue y es matada a diario por
quienes nos manipulan por intereses diversos y, también, porque considero que con
ella se pueden hacer muchas cosas buenas, las que mueven al autor, y otras muy malas,
las que consiguen los que la manipulan para vendernos como verdad la “MENTIRA”. A mi entender, la acción más
grave de todas es la que hicieron los autores y mentores de los atentados de
esa fecha histórica… ¡¡¡Matarla; no investigarla
bien y sí de manera interesada; instruirla, juzgarla, condenar y encerrar a los
culpables, con las reservas que se publicaron en su momento en los medios, y enterrarla
con esos pendientes, para tranquilidad de sus autores!!!
Esto
es lo que nos están haciendo en España a diario desde hace años muchos de los que
tocan el poder, unos más que otros.
¿LOS ÚLTIMOS DÍAS DE ESPAÑA?
AUTOR: Joseph
Stove
El
prestigioso escritor Walter Laqueur
publicó “The Last Days of Europe”,
un lúcido estudio sobre las causas de la
decadencia europea. El libro no ha sido publicado todavía en España, donde
la corrección política se impone.
Laqueur trata de dar
respuesta a la cuestión de qué ocurre en una sociedad cuando bajos índices de natalidad sostenidos,
envejecimiento, se juntan con una
inmigración.
Por
supuesto que España no se
escapa de su agudo análisis y deja constancia de su rol en el “landslide” europeo (derrumbamiento europeo).
El
contexto sociocultural que expone Laqueur,
es motivo para reflexionar sobre las singularidades que aquejan a España y que no comparte con
ningún otro país de Europa, lo que hace de su situación algo particularmente
grave.
-
En España, a 30 años de aprobarse su última constitución, el modelo de estado sigue sin cerrarse,
lo que se ha traducido en una dinámica
de descomposición.
En
un arrebato de originalidad se puso
en práctica un modelo excepcional en el
constitucionalismo comparado: el “estado de las autonomías”.
Su
materialización ha consistido en ir desposeyendo,
paulatinamente
y sin pausa al Estado de sus competencias, creando a la vez fronteras interiores basadas en exclusivismos
artificiales y en diferentes niveles de bienestar.
-
España es el único país de Europa
con un terrorismo propio, de
carácter secesionista, donde sus miembros simpatizantes están en las
instituciones del estado y reciben ayuda de los presupuestos públicos.
- En
España, se relativiza, o se niega el
concepto de nación, impulsado por un “status” de idiosincrasia política que permite la puesta en
manos de exiguas minorías independentistas, resortes políticos
que cualquier estado con un mínimo sentido de la supervivencia no
osaría considerar, ni tan siquiera en tono de broma, su transferencia a
las regiones. Ejemplo: la educación.
-
Y, sobre todo, existe un hecho de enorme
importancia social: el pueblo español cree que vive en una
democracia consolidada. Se instaló en la opinión pública la
certeza que era madura y estaba bien informada, que había una clase política experta y con sentido de estado, que funcionaba la separación de poderes y actuaba
como la fortaleza de la democracia,
dado el vigor y prestigio de sus instituciones. Toda una falacia.
Un
largo periodo de crecimiento económico
y bienestar material enmascaró durante años la metástasis que corroía el cuerpo nacional. El fin de los
sueños se produjo el 11 de marzo de 2004.
Un ataque, posiblemente por parte de un actor no estatal, en forma de acción
terrorista, iba a poner de manifiesto la enfermedad
terminal que aquejaba a España.
La
sociedad lo encajó como un “atentado”, un hecho al que estaba
acostumbrada por las innumerables acciones de ETA y que tenía su liturgia
particular. Pero esta vez, el
ataque era de carácter “apocalíptico”, no era “selectivo” como los
anteriores. Tenía un objetivo
claro, destruir España
como actor estratégico. Los casi doscientos muertos y los
cientos de heridos, efecto material del ataque, sólo eran el catalizador para alcanzar los
efectos estratégicos, los cerebros
habían materializado su trabajo.
El pueblo
español fue engañado. No
había sido casual que España fuese elegida como blanco. La debilidad de sus instituciones y la
vulnerabilidad de su opinión pública, la hacen pieza adecuada para asestar
un duro golpe al mundo occidental, suprimiendo a uno de
sus peones. A partir del 11 de
marzo de 2004, España desapareció
como actor estratégico y se volvió hacia sí misma, como había hecho en los
dos siglos anteriores. Una ola de “catetismo”
invade el país. La fabricación de “diferencias”
entre regiones se acentuó, “la
España plural”, a la vez que la Constitución
se adapta convenientemente a las circunstancias.
Se
apeló a la “memoria histórica”, como si de la Guerra Civil al postmodernismo
de principios del siglo XXI no hubiese ocurrido nada, y se articuló una política de “ampliación de derechos” que no era más
que ingeniería social, al más
puro estilo orwelliano.
El
11 de marzo de 2004 se convirtió en fecha incómoda. La sociedad española no consideró la
acción terrorista un ataque a su integridad,
sólo una retribución por una
errónea política exterior. Cualquier estado moderno que sufriese una agresión semejante habría empleado los resortes adecuados
para conocer quien promovió el
ataque y a quien beneficiaba,
en el ámbito internacional, para actuar
en consecuencia. Pero a una sociedad que se le había inoculado el “no a la guerra”, por parte de una izquierda insolidaria, no podía
concebir que alguien emplease la
violencia organizada para alcanzar fines
políticos.
La
“verdad judicial” aclararía el
hecho. Hoy se conoce dicha verdad,
pero poco se sabe de quién ordenó
el ataque y a quien benefició en el ámbito internacional. La opinión pública, dirigida por la clase política de izquierdas
no quiere ni volver a oír hablar del tema.
Como
señala Laqueur, su sociedad está enferma y su mediocre clase política es
incapaz de encontrar el tratamiento adecuado ya que, sin excepciones, se
embarca en una huida hacia delante, alabando el “estado de las autonomías” y evitando las referencias éticas.
Si no reacciona, todo hace
indicar que “The last days of Spain”
serán un hecho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario