Colaboración de Paco Pérez
EN LA MILI
Un
reemplazo de reclutas, llega a un campamento militar para hacer el periodo de
instrucción; son recibidos por los mandos que en ese momento estaban de
servicio y después los llevan a las oficinas para cumplimentar la documentación
pertinente. Ésta incluía una ficha en la que tenían que reflejar algunos de los
rasgos físicos que más resaltaban del soldado.
Un
teniente los recibió y, ayudado de unos soldados veteranos, se encargó de hacerles
aquel trámite rutinario. Llevaban ya varias horas porque eran muchos, estaban
cansados y, como no veían la forma de acabar pronto porque lo iban haciendo de
manera muy rigurosa, el teniente tomó una decisión personal para que les cundiera
más, lo harían de una manera más ligera y para ello se basaría en su gran
experiencia en esas actuaciones. El cambio aplicado consistió en que, sin
mirarlos, les pasaba la mano a tientas y después informaba al que escribía del nombre, los apellidos y los rasgos físicos
más significativos del recluta.
Uno
de ellos se percató del cambio que habían dado al procedimiento y, como era muy
cachondo, se bajó los pantalones y le puso el culo en pompa. El teniente empezó
su reconocimiento así:
-
Soldado, anota: El recluta Ginés
Trompeta Tambor tiene la cara ancha, los ojos bastante saltones y la nariz
algo más alargada de lo habitual, pero muy flojucha.
También
quiero hacer constar que le huele bastante el aliento.
EL MARINERO
Un
muchacho fue llamado a filas y el sorteo le deparó el destino, se incorporaría
al Cuerpo de Infantería de Marina y
tendría que hacerlo en San Fernando
(Cádiz).
Ya
llevaba algún tiempo cumpliendo con el deber patrio y una tarde salió de paseo
por la ciudad con unos compañeros, fueron hasta el puerto y decidieron hacerse
una foto delante de un barco militar que estaba anclado en el muelle. Con el
paso del tiempo esa foto se convirtió en protagonista de la historia.
Un
día, el yerno, estaba tomando con un amigo unas copas y se la contó.
El
marinero y su esposa ya habían fallecido pero una de sus hijas le tenía mucho
cariño a la foto y, desde que se casó, la tuvo colgada en su casa. En una
ocasión cambiaron de domicilio, todos los enseres fueron empaquetados y
trasladados a la nueva vivienda.
Un
día estaban desempaquetando y colocando las cosas, la foto estaba encima de una
silla esperando el momento de ser colgada y el marido dijo a su esposa:
-
¿Dónde vamos a poner al marinero?
Aquellas
palabras la ofendieron y la tranquilidad familiar sufrió un fuerte desencuentro.
Tan grande fue que el autor de la pregunta le dijo a su amigo:
-
En mi casa nunca más se habló de la mar.
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