Colaboración de José Martínez Ramírez
Segismundo, en “La vida es sueño”, medita prisionero escuchado
por las piedras de la torre de un castillo y, si no recuerdo mal, también lo
hace sobre el sentido de la vida, y creo que muy acertadamente.
Este
pobrecito hablador también tuvo uno que se empezó a gestar nada más llegar a
este mundo.
Durante
toda mi vida, que son cincuenta años, soñé con vivir en directo un concierto de
los Beatles.
Recuerdo
que, cuando conseguía una cinta la escuchaba muchas veces, tantas, que mis amigos
pensaban que cantaba en inglés, nada más lejos de la realidad, simplemente me
limitaba a imitar sonidos que había escuchada varios millones de veces; lo que
viene a ser un loro.
Llega
a mi memoria el día que mi vecino, JUAN
PEDRO CASTELLANO CALLES "Juanito
Pancho", me dejó, por tiempo ilimitado, su maravillosa colección
completa de este grupo en formato “single”.
Una colección de valor incalculable para los amantes de su música. También
recuerdo los días interminables, pero cortos, en los que los pasábamos a cintas
en el magnífico equipo de música de mi amigo ANTONIO JESUS SAMPEDRO. Entonces malvivíamos en los primeros años de
los ochenta y llegaba la bendición del riego al olivar, ese que más tarde
parece ser que se tornó en contra nuestra en forma de verticilio. También hubo alguna que otra reforma agraria y una
avalancha de escándalos delictivos en la clase política que aún perduran y, a
pesar de ello, creo en ellos porque siempre hubo honestos y los habrá.
El
Estadio “Vicente Calderón”, como todos sabemos, está habituado a las
lágrimas, así que los millones de ellas que se derramaron allí esa noche humedecieron
aún más la pátina de sus viejas estructuras. Mi hijo, mis sobrinos y demás
colaboraron para que así fuera. Yo estaba situado detrás de ellos.
Como
anécdota simpática; accedió a fotografiarse conmigo un actor de aspecto muy
peculiar que todos habréis visto en TV, así como la petición de mano que un
novio le hizo a su parienta, con la particularidad de que lo hizo sobre el
escenario, con McCartney de padrino,
y decenas de miles de almas de testigos. Después, los novios se hicieron unas
fotos con el mítico bajo del genio, de esto fuimos testigos unos pocos
privilegiados que nos encontrábamos a pocos metros del lugar.
Mi
sobrino Manolo y yo intentamos avanzar unos diez metros para lanzarle una
camiseta de la S.C.A. San Juan, pero
cuando me dijo uno que llevaban allí desde tres horas antes del concierto reculé
porque me dio vergüenza. Por cierto, mi enhorabuena al diseñador de las
camisetas, el señor Presidente de la
Cooperativa “San Juan”, D. Antonio López
Mateos, porque éstas causaron sensación. Creo que sería un buen modisto
pues sólo le dije que no escatimara en tela, debido a nuestros cuerpazos
diseñados para el pecado, y dio en la diana.
Estuvimos
en el Restaurante “URRECHU” los miembros de la familia que
asistimos para tomar una dieta ligera:
Ofrecimos,
al prestigioso cocinero, a través de su maître, los magníficos aceites que antes
del evento nos dieron Juan Antonio
Martos, D. Antonio López y D. José
Luis Martos, de Hacienda “El palo”.
Ojalá
que nuestros caldos grasos unten los paladares de las gentes que viven en la
localidad donde está situado ese restaurante, Pozuelo de Alarcón, y de allí al resto del mundo, de donde son
muchos de sus más insignes habitantes, como por ejemplo, un tal Cristiano Ronaldo.
Dentro
de una semana cumple McCartney 74
años, por cierto, muy bien llevados. Mi sueño juvenil comenzó a verse realizado
cuando sonaron las primeras notas de “A
Hard Day’s Night”, fue un comienzo maravilloso para que ese sueño, de
concierto, se cumpliera.
Lo hizo con la intención de agradar siempre a su público,
pronunciando con esas clásicas palabras:
-
¿Qué pasa troncos?
Continuó
con otros dos temazos de Los Beatles, mientras el manto de la noche lo arropaba
y le daba intimidad y conexión al público y a los sonidos.
Mi
amigo Jacinto Cobo nunca sabrá lo
que sentimos quienes estábamos flotando a veinte metros de Paul por la sencilla razón de que su butaca estaba muy lejos y alta,
cerca de un nido de tordos.
“Maybe I’m amazed” es un tema especial
para el genio, ya que lleva a Linda siempre con él.
“In Spite of All the Danger” fue el
primer tema, grabado con Los Beatles, que esa noche nos regaló.
Recordó
a sus amigo George, con “Something”, la que interpretó con el ukelele que éste le regaló y a Lennon con esa carta de amor que es “Here Today”.
Canciones
de los míticos Álbum Blanco, Sargento Pimienta y Abbey Road.
Quiero
confesar que cuando sonó “And in the
end, the love you take, is equal to the love you make”, mientras terminaban
sus notas, pasé del estado de flotación a volar a la altura del nido de tordos
cercanos a mi querido Jacinto. Mi sueño se había hecho realidad.
Cuando McCartney levantó su inseparable Höfner los abuelos, padres, hijos, nietos
y amigos nos abrazamos emocionados por haber vibrado dentro de ese concierto
histórico que este maestro de la música nos ofreció.
Le
di la espalda al escenario, agradeciendo las dos horas y tres cuartos que duró
el cielo, unos cuarenta temas con 57 años de distancia entre ellos, desde “The Quarrimen” hasta “Four Five Seconds” (tema grabado con Rihanna, Kanye West y, si se me permite esta expresión en inglés, with himself).
¡SUBLIME, INCONMENSURABLE, INMENSO, EXTRAORDINARIO
UNICO E INCONFUNDIBLE!
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