Colaboración de Paco Pérez
Capítulo II
“PESTAZO” Y “DIENTES DE JACA”
Hoy voy a recordar de estos dos paisanos, ya fallecidos, hechos por los
que han pasado a la posteridad y que, de manera muy puntual, los recordamos cuando
la ocasión lo requiere.
Antonio “Pestazo”, como hacían la inmensa
mayoría de sus coetáneos, solía acudir después de comer al “Bar Gafas” para pasar la tarde jugando,
a las cartas, unas partidas de “Tute
reñido o individual”.
Quienes
conocen las particularidades de este juego saben que la baraja tiene cuarenta cartas;
se barajan bien; después se reparten, de una en una, trece a cada jugador y la
sobrante queda de muestra. El jugador que va de mano comienza a tirar cartas y
el que gana la última baza, de las trece que se disputan en cada juego, gana
los diez últimos tantos.
Pues
bien, Antonio en esa parte del juego
fue donde alcanzó su notoriedad pues celebraba el llevarse la última baza como
si hubiera ganado el juego y, aunque lo perdiera, siempre que se la llevaba
decía:
-
¡¡¡Me apuntaré la porra esta vez pero
las diez de últimas son mías!!!
Con
el paso de los años, cuando dos villargordeños discuten, ésta disputa
dialéctica suele acabar diciéndole el más dócil al que se sube de tono:
-
Tú como “Pestazo”, siempre te gusta
llevarte “Las diez de últimas”= “La razón”.
Pedro “Dientes Jaca” fue un buen hombre que vivió
teniendo pocas relaciones sociales, no le ocurría como al Sr. Antonio, y por esa razón su mundo era muy particular pues
quedaba casi circunscrito a su trabajo, pasear y la familia.
Se
hizo famoso porque cuando iba de boda se ponía también “agustico” y al llegar así al momento crucial de la fiesta pues los
chistes y las expresiones volaban y animaban el ambiente. Pedro contaba también el suyo pero tuvo poca preocupación por el tema,
no amplió el repertorio chistoso y siempre nos contaba el mismo. Como coincidió
en más de una ocasión con los mismos paisanos pues se cundió por el pueblo esa
circunstancia y ya le pedían los otros invitados que les contara un chiste. Él
no se hacía rogar, lo contaba y todos se meaban de risa por lo gracioso que realmente
era y porque lo veían a él cómo se reía después de contarlo. Incluso hubo veces
en el que le sucedió como a los artistas, tuvo que volver a repetir la
actuación por aclamación popular.
El
“CHISTE” tenía una ambientación
adecuada para aquella época y sus gentes, él formaba parte de ella y era muy
adecuada para nuestro pueblo porque era lo que se había vivido. ARGUMENTO:
En
aquellos años los hombres se empleaban en los trabajos de los cortijos y todas
las mañanas el desayuno era unas “migas”
que les hacía la señora “Casera” o
el señor “aperaor”. Parece ser que
este hombre tenía una habilidad muy grande para voltear las migas pues, una vez
que llegaba su momento, lo hacía cogiendo la sartén del rabo, volteándolas y
recogiéndolas de nuevo con ella para darles el punto último.
Una
mañana se levantaron, fueron a la cocina, se llevaron la sorpresa de que el “aperaor” no les había hecho las “migas” y entonces les informaron de que
había muerto.
Todos
estaban tristes y guardaban silencio pero en un momento éste se rompió cuando
el “porquero”, un señor poco
hablador, dijo muy preocupado:
-
¿Y ahora quién le va a dar la vuelta a las migas?
–
No te preocupes, ya habrá quién las vuelque – lo tranquilizó otro.
Pedro popularizó
este chiste y ya nos quedó esta expresión:
-
¡¡¡Ya habrá quién las vuelque!!!
Con
las sencillas formas de vivir la vida que tuvieron estos dos villargordeños le regalaron a nuestras
particularidades lingüísticas estas dos EXPRESIONES.
¡¡¡Gracias, allá donde estéis!!!
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