Colaboración de Paco Pérez
La
experiencia que vivieron los discípulos
con Jesús durante la “Última Cena” y en su “despedida” fue inolvidable para ellos porque
en sus palabras y en sus formas se les mostró como un hombre
lleno de “amor” y de “bondad”. Ellos, después de lo que
habían vivido durante unos años a su lado, también tuvieron que presenciar el
final de su vida y, al comprobar que acabó muriendo en la cruz como un
delincuente cualquiera, no lo comprendieron, se asustaron y huyeron para esconderse.
Si
los discípulos reaccionaron así… ¿Cómo se sentirían los demás seguidores que
no habían estado tan próximos a Él?
Tres
días después recibieron esta noticia: [Dios
ha resucitado a Jesús de entre los muertos.].
Cuando
la recibieron experimentaron una transformación interior definitiva porque ésta
les señaló el camino que debían seguir pues ya comprendían lo sucedido, no tenían
miedo y dejaron de huir, regresaron a Jerusalén,
dieron testimonio de su creencia y proclamaron con la palabra su mensaje a
quienes acudieron a escucharlos.
¿Por qué sufrieron esta profunda transformación
interior?
Porque
el fundamento de nuestra creencia les había sido comunicado por Jesús durante su vida pública pero
ellos no habían comprendido sus palabras: [Al final de los tiempos los difuntos
resucitarán y, junto a los que vivan en ese momento, todos entrarán en el “Reino de los Cielos”.].
Cuando
Jesús resucitó y después comenzaron
las apariciones ellos comprobaron que sus palabras sobre el final de los
tiempos se habían confirmado. Lo comprendieron porque Jesús fue la primera persona que “murió” y “resucitó” y
con esos actos finales de su vida también enseñó a las personas qué futuro de
esperanza y felicidad les esperaba cuando murieran.
Toda
su vida fue una sucesión de ejemplos entendibles para que ellos ayudaran a las personas a entender qué
debían hacer y qué espera Dios ellas.
A pesar de su esfuerzo sólo fue entendido por unos pocos y, en nuestros
tiempos, la respuesta que damos sigue sin estar a la altura de lo que nos pide Dios que hagamos.
Los discípulos, después de
la “Resurrección” de Jesús, lo comprendieron todo y ya no
tuvieron dudas… ¿Por qué?
Porque
ellos, después de morir y resucitar, al tercer día lo vieron, comieron y
bebieron con Él, tuvieron el premio
de ser testigos y recibieron de Jesús
resucitado el encargó de dar testimonio de lo que habían presenciado antes y
después de que Él muriera.
Con
la fuerza que recibieron al comprobar que sus anuncios se habían cumplido y por
haber tocado su cuerpo resucitado, recordemos a Tomás, ellos pusieron en marcha la “Iglesia en Salida” cuando se marcharon a predicar y anunciar que
la “salvación” era para todas las personas, es decir, universal.
¿Por qué estamos atascados tantos años
después?
Si
entonces les resultó difícil entender sus palabras, a pesar de sus ejemplos
permanentes, en nuestros días no debe sorprendernos que estemos peor que
entonces pues ellos tuvieron la ocasión de tocar
el cuerpo de Jesús y nosotros no lo
tenemos ahora.
Los
hechos tangibles convencen a las
personas, Tomás tocó las heridas y
por eso creyó que había resucitado. En nuestros días, los cristianos siguen en procesión las imágenes por las calles de
nuestros pueblos y ciudades, lo hacen porque a diario visitan las iglesias y las ermitas para “tocar”
los santos y las vírgenes que en
esos lugares de culto hay. Como a nuestras imágenes
milagrosas podemos “tocarlas y
besarlas” a diario pues la religión que nos hemos forjado con el paso de
los años no se sustenta en la Biblia
sino en “una tradición tangible” que
sólo nos compromete a encenderles unas velillas y a ir anualmente en procesión tras
ellas vestidos con túnicas o engalanadas con mantillas… ¿Esta es la
repuesta que Dios espera de nosotros después que Jesús muriera por el delito de
enseñarnos el “Camino del Reino”, que resucitara y que ascendiera al Cielo?
Pablo, perseguidor
de los cristianos, fue llamado por Dios
y él le respondió… ¿Le respondemos
nosotros?
Él
cambió de comportamiento porque comprendió el mensaje de Jesús y lo mostró en COLOSENES
3, 1-4:
[Hermanos:
Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de
allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los
bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo
escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también
vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.].
¿Buscamos los “bienes” que predicó
Jesús o estamos muy atareados con las cosas de la vida que son efímeras y no
las adecuadas para caminar por el “Reino”?
El Bautismo une a los cristianos con Cristo
resucitado, nos hace morir al pecado
y nos permite renacer a una vida
nueva, recibiremos este premio cuando se acabe la vida terrenal.
Las
personas, por el hecho de nacer, ya recibimos el premio de que estaremos
resucitados con Cristo en el Cielo y, por esa razón, durante nuestra
vida aquí nuestros actos tendrán que estar impulsados por su verdad y así algún
día podremos estar con Él.
La Resurrección no es el final feliz de
una trayectoria personal recta sino el comienzo
de una vida nueva en la que practicaremos el amor universal, la justicia y
la solidaridad.
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