Colaboración de Paco Pérez
EL TRACTORISTA DE “LA GATA”
El
día que visité Almenara por primera
vez tuve un encuentro, en la Casilla
“El Almendrao”, con Sebastián García Moral “Galgo Viejo” y Manuel Moreno Vivanco “El
Coco Gordo”.
Nosotros
habíamos parado junto a ella para observar desde allí el lugar al que viajábamos
y porque yo quería conocer la mítica Casilla
pues en Villargordo era también muy
famosa desde que era pequeño. Estábamos en ello cuando se presentaron Manolo y Sebastián, después de los saludos nos desvelaron que el motivo de
su viaje era ir en busca de los “Cardillos”
y de una “mostela de espárragos”, nosotros
les comunicamos que íbamos de excursión a la cortijada de Almenara.
Manolo recordó que en
esa cortijada había pasado unos pocos años pues estuvo trabajando con “La Gata” como tractorista de un cadenas,
también comentó que estuvo muy a gusto con esa familia pero que se marchó
cuando comenzó a trabajar en la hostelería, lo hizo como “camarero” en el Restaurante “El Recreo” de nuestro pueblo, en él
estuvo trabajando hasta que cerró sus puertas al público.
Los
cardilleros, antes de marcharse, nos comunicaron que pensaban hacer la carga
pronto y que al regresar, si no nos habíamos marchado, pararían de nuevo en la
era de la cortijada.
Os
recuerdo que visité Almenara en el
2011 y lo hice en compañía de Alonso
y de su hija Ana María, ella fue
nuestra conductora.
Alonso tenía pensado
visitar a Braulio y a su hermana Catalina porque iban mucho por su casa cuando
vienen por el pueblo pero le aconsejó a la conductora que llevara el coche
hasta la era porque si les hacíamos la visita primero se nos podía alargar
demasiado el encuentro.
Una
vez allí, desde la era, las vistas nos maravillaron tanto que durante varias
horas, Ana con el móvil y yo con la
cámara, no nos cansamos de grabar imágenes.
Estábamos
muy atareados con nuestras grabaciones cuando aparecieron de nuevo Manolo y Sebastián y les pregunté:
-
¿Cómo ha estado la recolección?
–
No hemos encontrado cardillos pero hemos cogido dos buenas “mostelas de espárragos de piedra”
–contestó Manolo.
Al
no encontrar cardillos le dije:
-
Por lo que acabas de decir me he acordado de una experiencia que tuve hace ya
muchos años buscando cardillos, era
la primera vez que iba y me acompañaba Alonso
Moreno Uceda “Alonsarro”.
El
bueno de Alonso estuvo trabajando
con nosotros algunos años durante la recolección de la aceituna y, cuando los
visitaba en el tajo los fines de semana, charlábamos de los temas que surgían.
Un día la conversación giró sobre este tema y él me propuso salir una mañana a
buscarlos, lo haríamos cuando se acabara la campaña aceitunera.
El
día acorado lo recogí por la mañana en su casa y nos marchamos con dirección a Las Infantas pues cerca de ese núcleo
urbano, según él, había unos terrenos sin cultivar donde había muchos. Al
llegar al tercio de tierra calma que él escogió sacamos unos sacos, cogimos las
navajas y comenzamos a patear el terreno, algo separados. Yo iba entusiasmado
con la experiencia pues no paraba de cortar y de echarlos al saco, un poco
tiempo después ya tenía el saco casi lleno.
Estaba
muy atareado cortando cuando Alonso
me gritó:
-
¡¡¡Paco, vámonos!!!
Yo
cogí el saco, me acerque hasta donde estaba él y le pregunté sorprendido:
-
¿Qué pasa Alonso?
–
Pues que no hay ni uno –me contestó.
–
¿Cómo es posible si yo llevo un montón?
Me
acerqué hasta él y le abrí saco para que viera el contenido del saco.
Cuando
miró en el interior dio una carcajada y me dijo:
-
¡¡¡Lo que has hecho ha sido dejar sin comía a los “zurreones”, lo que llevas en el saco son “cardos borriqueros”!!!
Inmediatamente
salimos los dos dando carcajadas y todavía las damos cuando nos encontramos por
la calle y recordamos aquella escena cómica.
Cuando
acabé el relato de mi experiencia cardillera las risotadas volvieron a
repetirse y, una vez sosegados, Manolo
nos dijo:
-
No os marchéis que voy a visitar a Braulio
y a Catalina, los saludaré y les
pediré que me dejen dar con el “tractor de cadenas” una vuelta por la era.
Nosotros,
en su ausencia, comentamos que no se lo iban a permitir pues todos sabemos que
los almenareños son muy oscuros.
Unos minutos después comprobamos que en esta ocasión se superaron los hermanos,
le concedieron su deseo y, dándole las llaves, le permitieron cumplir su deseo.
Creo que supieron valorar el buen recuerdo que tenían de Manolo como “tractorista”
pues fueron muchos los años que estuvo trabajando con ellos.
Nuestra
sorpresa fue grande cuando el ruido ensordecedor del tractor se apoderó de la
era y Manolo se presentó ante
nosotros manejándolo con las palancas… ¡¡¡Qué
cara de satisfacción tenía cuando llegó hasta nosotros!!!
Ante
de que se bajara le grabé ese momento inolvidable para el recuerdo de él y de
su familia.
Después
se bajó y, sin parar el motor, nos dio unas cuantas explicaciones técnicas de
sus prestaciones. Lo observamos y comentamos que tenían algo descuidado el
mantenimiento pero Manolo nos aclaró que ya sólo lo usaban para transportar la
aceituna a la cooperativa cuando llovía mucho y los caminos se ponían
intransitables. También nos aclaró que ya se han modernizado con tractores de
gomas que son más manejables y económicos de consumo.
Nosotros
nos despedimos de Manolo y Sebastián porque el
ex-tractorista
de
“La gata” tenía que retornarlo a la cochera y nosotros
teníamos que ir a saludar a Braulio y Catalina.
Después
de los saludos de rigor estuvimos unos minutos con ellos, durante la
conversación recordaron con mucho cariño a Manolo,
nos despedimos, subimos al coche y retornamos a Villargordo.
Al
día siguiente nos comentó Sebastián que Manolo le propuso durante el regreso pasarse
por el “Pilar redondo” para coger un
par de peces colorados pues pensaba que
acompañados de una tortilla de espárragos el menú de ese día sería genial.
Lo
que no sabía el pescador es lo que
le esperaba… ¡¡¡Tanto se tuvo que abalanzar para cogerlos que terminó imitando
a Blas “Botines”, acabó nadando dentro del charco!!!
El
episodio le hizo renunciar a su captura y, además, como salió espichando agua
por todos lados pues Sebastián no lo subió ya al coche, tuvo que retornar a
casa andando y, al pasar por el solar de su primo Manolo Viúdez, le pidió un
peine para peinarse pues con el chapuzón se le había venido la mota hacia la
frente, estaba así irreconocible y no quería que al llegar a casa su esposa lo
confundiera y en vez de abrirle la puerta le echara la tranca.
Su
primo, para evitarle un disgusto con Antonia,
le preparó un chándal seco y un peine adecuado. Entonces se sintió feliz y presentó
en casa con la “mortela de espárragos” y una
sonrisa de oreja a oreja.
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