Colaboración de Paco Pérez
¿CÓMO DEBEMOS HACERLA?
Las
personas creyentes siempre han orado y lo que ha ido cambiando es el formato empleado.
En
Israel, las personas estaban
acostumbradas a orar y lo hacían con un esquema rígido que repetían: Al salir
el sol y al ponerse; durante el día; al comer, antes y después, y en la
sinagoga.
Jesús conocía ese
formato de oración tradicional pero sabía que esa práctica piadosa era muy rígida
y no los aproximaba al Padre porque la
hacían de manera rutinaria y lejana, es decir, la habían convertido en una
costumbre.
Él oraba en los
momentos puntuales del día pero les enseñó, de manera práctica, que había que
hacerla en solitario y en cualquier lugar.
Para
que comprendieran mejor cómo debían orar les habló de un juez que no temía a nada ni a Dios
y de una viuda que tenía
problemas, ella le pedía con insistencia su ayuda para resolver el litigio que
tenía con otra persona, le reclamaba, de manera constante, que le ayudara pero
no le manifestaba el deseo de que lo hiciera con justicia porque su necesidad
era tan grande que sólo pedía ayuda para sí misma. Él reflexionó y decidió
complacerla pero no lo hizo movido por razones humanitarias ni profesionales
sino por intereses personales… ¡Para que
no lo molestara más!
Jesús les enseñó cómo
debían de orar y, para que ese acto fuera fructífero, les propuso como ejemplo esa
parábola en la que ambos personajes son injustos, para mí.
¿Se equivocó Jesús proponiéndoles ese
ejemplo?
Tenemos
que fijarnos en la enseñanza que nos transmite sobre la ORACIÓN para comprender que no:
1.-
Ser constantes cuando queremos que
se nos escuche. La viuda lo fue y no se cansó de repetir la misma
petición aunque no encontrara una respuesta favorable de inmediato pero al
final, por su insistencia, lo logró.
2.-
Debemos saber que la respuesta de Dios
no será como la del juez, éste ayudó
por temor y para evitarse líos con ella, Él
lo hará porque es justo y porque nos ama.
Estos
planteamientos siempre fueron los mismos pero el Padre se iba manifestando de manera diferente. Él siempre se preocupaba de su pueblo e intervenía a favor de él,
se puede comprobar cuando Moisés ordenó
a Josué que llevara al pueblo a
luchar y, mientras lo hacían, él oraba con los brazos en alto para pedirle que
les ayudara en la batalla. Si cansado bajaba los brazos (dejaba de orar) el pueblo elegido perdía y si los subía, manteniéndolos así con la ayuda de quienes
estaban a su lado (continuaba orando),
ganaba de nuevo. Moisés no descansó y
el pueblo de Israel venció.
Tenemos
que abandonar las formas de orar rutinarias que nos han enseñado y hacerlo con
sencillez, constancia, confiados y esperanzados.
También es muy
importante que conozcamos las Sagradas
Escrituras pues en ellas encontraremos las soluciones para preguntas y los
problemas que se nos pueden presentar, sin olvidarnos de que tenemos la obligación
de proclamar la palabra e intentar corregir a quienes lo necesiten sin
plantearnos si es el momento adecuado o no, si está bien o mal…
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