Colaboración de José Martínez Ramírez
Tu
vestido mínimo y estampado
envolvía
tu cuerpo saturado
de
luz y miradas de colores.
Tu
sonrisa de cielos colmado
atraía
cantos de alegres pájaros
distraídos
en nubes de amores,
pero
tú no te dabas cuenta.
Aquella
plaza con faroles,
estrellada
de árboles,
de
gente, de tu aire versado…
Hice
trampas muy callado
a
la vida, me rompí el corazón,
ya
no pude darle nada,
ella
no me castigó
y,
embrujados por la Alhambra,
en
un segundo anocheció.
Le
supliqué su perdón,
pero
ella ya no estaba.
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