jueves, 24 de octubre de 2019

JUAN TOMÁS “EL CIEGO”


Colaboración de Paco Pérez
LA VENGANZA
Capítulo II
Juan José Castillo Mata “El Espartero” no sabía que lo que se promete es una deuda que se debe pagar.
Después que IsabelLa Ratona” le diera un guantazo a Juan Tomás “El Ciego” en “El Paseo” y le reprochara su acción él quedó muy confundido y, cuando comprendió lo ocurrido, le gritó a Juan José:
- ¡“Esparteroooo”, me cago en la madre que te parió, me la tienes que pagar!

Una tarde, la peña de amigos acordó bajar al día siguiente hasta el Guadalquivir para pasar la tarde bañándose. Una vez en el río se dieron unos buenos chapuzones y después uno de ellos propuso cruzar el río para coger una sandía y comérsela.
Aprobaron la propuesta y dos de ellos cruzaron hasta la otra orilla y un rato después regresaron con ella… ¡Era hermosísima!
La metieron en el río para que se refrescara y después de un rato decidieron abrirla. Cuando comenzaron a cortar las rodajas, como era muy grande, pues comprobaron que tenía una cáscara muy gruesa y como sólo tenían un “tranchete”, la famosa navaja de hoja curvada, pues comprobaron lo difícil que era cortarlas. Al lazarillo Juan José le tocó cortarle a Juan Tomás su tajada y como el tamaño y la forma curvada del  instrumento cortante le impedía poder cortar la tajada con normalidad pues no pudo llegar hasta el corazón de la sandía, la parte mejor. Cuando se la dio, como los ciegos son muy desconfiados, comenzó a tocarla con sus dedos se dio cuenta de lo que le faltaba y le dijo a Juan José:
- Claro, como el ciego no ve le das la cáscara y el corazón os lo coméis vosotros.
A Juan José le sentó mal que le dijera esas palabras pues por intentar llegar hasta el corazón estuvo a punto de cortarse y entonces, cabreado por lo que había dicho, cogió la sandía y la navaja, y después de ponérselas delante le dijo:
- ¡Ahí la tienes desconfiado, ahora te la cortas como tú quieras!
Juan Tomás cogió la navaja, quiso ahondar en la sandía para llegar hasta el corazón y se cortó el pulpejo de la mano. En los primeros momentos no dijo ni hizo nada pero cuando se dio cuenta de lo que le había pasado tiró la sandía y la navaja al suelo, se acercó la herida a la boca, la lamió, comprobó que era grande la herida, que salía abundante sangre y se cayó al suelo mareado.
Al verlo caído se pusieron muy nerviosos, le hicieron un torniquete en la muñeca para que no saliera tanta sangre y le pusieron el brazo en alto. Cuando lo vio en esa situación uno de los bañistas exclamó:
- ¡Le parece a San Pancracio!
Estábamos tan asustados que la broma no consiguió sacarnos ni una risotada. Entonces decidimos traerlo al pueblo para que lo visitara D. Tomás Dompez Sesé, el médico que entonces teníamos en el pueblo.
Para transportarlo lo cogimos dos de los pies y otros dos de los brazos, caminábamos lentos porque pesaba como el plomo, y nos hizo sudar un montón… ¡Menos mal que íbamos muchos y nos turnábamos en el transporte!
Cuando llegamos al “Cerrillo Blanco” nos llevamos una gran sorpresa pues se despertó y nos dijo:
- Ya podéis bajarme pues ya se han acabado las cuestas.
Los transportadores y acompañantes se quedaron perplejos y Juan José le dijo:
- Entonces… ¿Te has mareado o ha sido una de tus ocurrencias?
Juan Tomás le contestó así:
- Es verdad lo que dices, no me mareé.
Cuando Juan José escuchó su respuesta le dijo:
- Eres un sinvergüenza, nos has dado un susto tremendo y no te ha importado el esfuerzo que hemos tenido que hacer para traerte en peso hasta aquí.
Juan Tomás le respondió con estas palabras:
- Hace unos días te dije que tenías que acordarte de mí, así ya no se te olvidará que no me pondrás otra vez al lado de “La Ratona”.
Así fue cómo se vengó de Juan José e hizo participes a todos los amigos de su venganza a pesar de que ellos no tuvieron nada que ver en la faena que él le gastó.
Todos reconocen, cuando recuerdan la anécdota, que Juan Tomás tuvo una idea genial y se ríen mucho con la ocurrencia que tuvo.


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