Colaboración de Paco Pérez
LA GABARDINA
Un
nerjeño muy popular, conocido por los lugareños como Rafaelico “Pichicas”,
fue de compras a Málaga con su
esposa. Entraron en una tienda y Rafaelico
se enamoró de una gabardina que había expuesta en el escaparate, le quedaba
divina al maniquí y él se deslumbró con ella.
Cuando
los atendió el dependiente, Rafaelico
le comunicó que deseaba comprarse una gabardina como la que tenía puesta el
señor del escaparate. El dependiente se contuvo la risa y comenzó a tomarle las
medidas corporales para determinar su talla.
Se
retiró y volvió con varias gabardinas pero todas eran de otros colores, cuando se las enseñó a Rafaelico él
le comunicó de nuevo lo mismo:
-
Esas no me gustan, yo quiero una como la que tiene el señor del escaparate.
Entonces
el comerciante le intentó explicar la realidad:
-
Señor, éstas que le he traído son de su talla y la que a usted le gusta es de
una talla mucho más grande.
-
Mejor, más me abrigará –le respondió Rafaelico.
El
dependiente, después de varias explicaciones y de obtener otros tantos
fracasos, comprendió que era inútil hacerle razonar y como él estaba allí para
vender prendas pues entró en el escaparate, se la quitó al maniquí, regresó con
ella y le dijo:
-
Aquí la tiene usted… ¿Quiere usted probársela para comprobar cómo le queda?
–
Sí señor, muy buena idea –le respondió.
Rafaelico se la puso, buscó
un espejo y se observó en todas las posturas posibles, se encontró divino
dentro de ella y le dijo al dependiente:
-
Me la llevo.
El
comerciante se la empaquetó, él le pagó lo que le pidió y se marchó a Nerja muy
contento con su compra.
Un
domingo salió de paseo con la señora, se puso la gabardina y, como le estaba
muy larga, tuvo la desgracia de pisarse el bajo, roló como una pelota por el
pavimento, se la llenó de manchas y ya no se la puso nunca más.
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