Colaboración de José Martínez Ramírez
A la memoria del recién fallecido José y de su amigo Avelino…
¡Que en paz descansen los dos!
En
la Fiesta de las Flores
entre
el gentío y el clamor,
estaba
José en el porche
del
“Restaurante Tropezón”.
Lo
acompañaban esa noche
su
amigo Avelino, el mejor,
sus
amadas… ¡Qué derroche
de belleza,
alegría y candor!
La
gente pasea su porte
los
bolsillos esplendor,
todo
sonrisas acorde
a
esta feria sin parangón.
Antes
de que se desborde
Avelino de su
sillón,
fíjese
usted cómo come
Pepe, mucha
atención.
Esas
sábanas salobres
conocidas
como jamón,
quién
le puso ese nombre,
al
cielo lo llevaba yo.
Las
lágrimas de ese hombre
asomadas
al balcón,
de
sus ojos que conocen
de
lo bueno lo mejor.
Sonaba
en el horizonte
un
pasodoble de amor,
mi
Huelva, que encoje
las
venas del corazón.
Saltaron
como un resorte
los
cuatro sin temor,
volaban
los pies sin corte
ágiles
trompos sin cordón.
De
oliva era el aceite,
chuletas
de choto menor,
de
reojo lo advierte
Avelino, y ve su
olor,
se
enfría, él no quiere,
pierde
el paso, pisó
a
su mujer y siente
un
ligero y tenue amargor.
Se
percata José y asiente
el
lance sin pundonor,
guiña
para que recuerde
el
paladar y el sabor,
que
a su amigo lo pierden,
y
a él tampoco le da ardor.
¡Quiero
que ustedes recuerden
qué
bien lo pasaron los dos!
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