Colaboración de José Martínez Ramírez
PARA
ANGEL LOPEZ CASTILLO
Cazando
perdiz en mano
tiene
alas en los pies,
y
en el alma un desengaño
de
una perdiz que cacé
hace
ya más de mil años
por
Peñacostada fue.
¡La
virgen, cómo volaba,
no
sé cómo le disparé!
El
caso es que él me miraba
igual
que yo lo miraba a él,
fue
un milagro, una granada
en
un gran árbol de papel,
una
jornada muy rara,
tan
rara como un ciempiés,
nunca
le dije que dispara
mejor
que yo y otros diez.
Al
viento y al sol ama
como
quiere a su mujer,
ver
la su tierra mojada
y
a su perra Kira correr.
Nada
como una mañana
de
caza y ver amanecer,
cuando
el pájaro canta
y,
de la cabeza a los pies,
temblorosa
ya el alma,
es
abril, ya está la mies
cubriendo
en sus entrañas
la
perdiz que vivió ayer,
cuidando
de su pollada
erguido
como el ciprés.
Entre
el trigo una sola
que
grandes, ella y el
una,
por ser amapola
y
el trigo por ser quién es.
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