lunes, 5 de noviembre de 2012

UN PEQUEÑO HALCÓN

Colaboración de Ramiro Aguilera

LA CETRERÍA: Capítulo 1

Es nuestro pueblo rico en cernícalos, esas pequeñas aves rapaces que conocemos vulgarmente como los “gavilancillos” o  avilanejos  y que poco tienen que ver con los gavilanes,  de los que hablaremos otro día.


Dos tipos de cernícalos viven en nuestros campos.
El cernícalo vulgar (conocido en el pueblo como “el de uña negra”) que está presente durante todo el año, anidando principalmente en cortijos abandonados, en los escasos cortados que tenemos en nuestros campos y en nidos abandonados de córvidos. 
 

Viven en parejas que se mantienen unidas de por vida y ocupando un determinado hábitat. Se alimentan principalmente de roedores (ratones, topillos, lirones  etc.), lagartijas, insectos y algún que otro pajarilloCorresponde la foto de arriba  a  un macho y ésta lateral a una hembra. 
Los pollos o inmaduros (durante el primer año de vida) son en su plumaje más parecidos a las hembras.

El cernícalo primilla (conocido como “el de uña blanca”) que nos visita solo en la época de cría (primavera- verano) migrando posteriormente a sus cuarteles de invierno en África. Más pequeño y de colores más vivos, es prácticamente imposible distinguirlo del vulgar en vuelo y viven en colonias de cría principalmente en tejados de cortijadas abandonadas.  En el palacio de Torrequebradilla, hasta hace poco, existía una numerosa colonia (llegué a contar mas de  20 parejas). Actualmente están en peligro de extinción ya que se alimentan principalmente de insectos, existiendo un programa de la Junta de Andalucía para su recuperación. En la foto superior podemos apreciar las diferencias entre la hembra a la izquierda y el macho a la derecha.
Son estas rapaces muy beneficiosas para las agricultura, aunque han sido perseguidas con saña al culpabilizarlas de que se comen los pollos de perdiz, y sus poblaciones han disminuidos en nuestro término de forma alarmante, a lo que no es ajeno el expolio de los nidos.
Os sugiero que los observéis en el campo, es una delicia ver como vuelan, quedándose a veces como suspendidos en el aire (cerniéndose, de ahí su nombre) como si fueran un helicóptero, lo que hacen para observar mejor sus posibles presas en el suelo. Deberíamos tomar conciencia en Villargordo de la importancia de que estos pequeños halcones sigan viviendo en nuestros campos, respetándolos e impidiendo el expolio de nidos. No debemos olvidar que son grandes aliados de los agricultores controlando las plagas de roedores e insectos y ayudando a que se mantengan en  equilibrio los ecosistemas.

                                                                      Ramiro Aguilera


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