EL “AÑO VIEJO”
EN
VILLARGORDO de JAÉN
Colaboración de Paco Pérez
Capítulo III
En 1979, debido a las dificultades que
encontrábamos para cenar en la “casilla”,
pues optamos por seguir con los mismos planteamientos en el divertimento y modificar la convivencia gastronómica. El Restaurante “Tropezón” se encargó de la organización de la noche en
cocheras, la calle era cosa nuestra, como siempre.
Al ser un establecimiento público ya asistieron
otras personas ajenas a la Peña Gastronómica “Bota y Jamón” y lo pasamos con ellos muy bien. De esas nuevas incorporaciones
me acuerdo, de manera especial, de Paco
Moreno “Carpanto” y de Juan Crespo “Pesetitas”. Ambos aparecen en los archivos fotográficos.
Juan, cuando se vio rodeado de gente disfrazada, reaccionó inmediatamente
y salió del local. Nadie sabía por dónde andaba, ni su esposa, y cuando volvió
ya venía transformado con su improvisado disfraz: Gafas, jersey rojo y gorro
rojo con orejeras. En cuanto entró le acoplamos el nombre a su personaje, la
famosa “Hormiga atómica”.
Paco “Carpanto” era un tío cojonudo
para las juergas, digo era, porque, a quienes ya hace algunos años que se
jubilaron, los años y los achaques físicos nos llevan a desear lo contrario de
lo que hacíamos antes. Nos apetece más una partida de ajedrez por las tardes y
un caldico por las noches que una juerga interminable como las que vivíamos en
esas noches.
Paco, cuando se le calentaban los motores, salía sigilosamente del lugar donde
estaba para su domicilio y, cuando nadie lo esperaba, el local se inundaba con
la música genial que salía de su trompeta. Escena vivida en esa noche.
Lo hacía así porque sentía la llamada de su amiga que se encontraba aburrida en
casa, le pedía que la sacara de paseo y él acudía muy solícito siempre.
Cuando acabamos el menú pues nos preparamos para mostrar
los nuevos modelos en la pasarela “El
Paseo”. Como el Restaurante “Tropezón”
está en él pues sólo tuvimos que dar un tropezón
para salir del él.
Como es lógico los disfraces fueron en aumento y el
pueblo había acudido en masa a nuestro querido “Paseo”.
A este “Año
Viejo” lo recordamos como el del “Mecánico”,
en honor del personaje al que dio vida Diego.
El personaje era un señor, de profesión hojalatero, que
cada cierto tiempo venía por el pueblo para arreglar a las señoras los útiles
de cocina típicos de aquellos años, sobre todo las ollas. Hay que recordar que
las comidas se hacían en la lumbre, que se ponían negras por el humo y que para la
limpieza posterior no había los productos de ahora. Todas esas circunstancias
se juntaban y hacían que su deterioro fuera muy frecuente y de ahí que este
señor viniera por las calles ofreciendo sus servicios.
Cuando llegaba a una calle instalaba su taller en
ella y la caja que transportaba sus útiles para el arreglo le servía de asiento.
Imprescindible para él era la lata con el carbón encendido, en cuyo interior
llevaba los soldadores para echar los remiendos a los agujeros, derritiendo el
estaño sobre ellos. Cuando se desplazaba de una calle a otra llevaba la lata balanceándola,
para que se airearan los carbones y la lumbre no se apagara.
Este señor tenía una estampa inconfundible: La
gorra, las gafas de sol, los calzones largos pero huyendo de la humedad, los
calcetines cortos, las señales en su piel de tiznajos negros y, sobre todo, una
botella rizada de medio litro y llena de vino blanco.
Bartolomé Alcalde “Zapatero” se disfrazó de abuela y llevaba algunas ollas colgadas. Su papel consistía en acompañar al “Mecánico” y, cuando se sentaba en la caja, él se le acercaba con las ollas para que echara los remiendos.
Cuando el "Mecánico" acababa su trabajo, miraba el utensilio para comprobar
que estaba bien acabado y, como él valoraba mucho lo que hacía, al entregarlo le
decía a la señora, en este caso a "Zapatero":
- Ahí la
tiene arreglada, señora. Mire lo que
hacemos los mecánicos.
Alonso se disfrazó de “doctor” porque aquel año había dos señoras
embarazadas en el grupo, Maruja y Ana.
El número de él consistía en hacerles el
reconocimiento médico con el fonendoscopio de vez en cuando y después hacer un
diagnóstico sobre cómo las encontraba de salud, qué sexo tendrían los bebés y
si les quedaba mucho o poco tiempo para alumbrar.
Hoy he encontrado en mis archivos esta foto, ha sido
demasiado emotiva porque entre las personas que allí convivimos aquella noche
estuvo nuestro inolvidable AMIGO, Juanito
“Tropezón”.
He dicho nuestro, y no me arrepiento, porque algo tendría de especial en
su trato para ser tan querido, inolvidable y llorado por todos.
Nunca tuvo la oportunidad de vivir estas noches como
lo hacíamos los demás y, sinceramente, creo que él disfrutaba mucho cuando nos
veía pasarlo bomba en su establecimiento. Siempre quería tenernos bien cerca porque así podía él echar un rato de charla con alguno y en ella
siempre afloraban aquellos recuerdos tan graciosos que habíamos vivido como
protagonistas. Así disfrutaba mientras trabajaba, no necesitaba más para ser feliz. Otros, por el contrario, se
amargan por tener que hacer lo que él hizo durante tanto tiempo, trabajar. Nunca se amargó porque se divertía todos los días, a su manera, mientras curraba y, además, le sobraban arrestos y tiempo para ser el faro que guiaba el trabajo del negocio y a su familia. Nadie tiró más de un carro, en silencio, que él.
Lamento acabar así el relato de aquella noche inolvidable de "Año Viejo" pero el cariño hacia su
persona nunca se borrará, permanecerá. Creo no equivocarme si me tomo la licencia de ampliar lo dicho a todos los que le
conocimos en profundidad y que estuvimos allí, la mayoría, la noche de esa foto.
Este relato lo hago, por lo dicho, en nombre de todos los que formábamos
aquella “Peña” inolvidable y, por lo
que fuimos, te renovamos nuestro afecto y te decimos que…
¡¡¡Aunque no puedes firmar lo dicho, tus amigos sí lo hacen y se reafirman que siempre estarán junto a ti en el recuerdo!!!
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