LAS RETORNAS
DE
“GALARDONES 2012”
Colaboración de Paco Pérez
Hoy, para quienes no estuvieron el pasado 17 de enero en el “Salón de Actos del Ayuntamiento”, voy a comenzar la publicación
individual de las semblanzas de algunos galardonados. Serán algunos porque con
sus familias o con ellos tuve un entronque muy especial y, con otros, porque
quiero dar una relevancia especial a la labor que vienen realizando desde
algunos años en un campo en el que cuando se acuerdan de él es para darle palos
y no flores, me refiero a quienes se preocupan de ayudar al prójimo movidos por el “AMOR a DIOS”.
Algunas de estas personas ya me han remitido la documentación que yo necesitaba, es su autorización para hacerlo.
Desde este momento quiero brindar a las otras personas
galardonadas, las que lo deseen, la oportunidad de publicarles también la suya. La
documentación biográfica, en
documento Word, y el soporte fotográfico, en JPG, lo
remitirán a villargordonosreune@gmail.com
y, desde ahí, se me remitirá a casa.
D. CELESTINO MORALES RAMÍREZ
Nació en Albolote
(Granada) y, siendo muy joven, sus padres se trasladaron a vivir a Córdoba y
él, como es lógico, los acompañó. Desde temprana edad aprendió la profesión de agricultor, la que ejerció con honradez y dignidad hasta el final de sus días.
En el año 1954 tres personas, dos socios y él, compraron una finca en el
término municipal de Torreblascopedro. Ésta estaba ubicada junto al río Guadalquivir.
Los socios, una
vez que tomaron posesión de su adquisición planificaron sus labores y
proyectaron empezar con los cultivos de la remolacha, el algodón y el tabaco.
Como necesidad imperiosa de su proyecto, en los terrenos de la finca, tuvieron
que construir unos secaderos para el cultivo del tabaco.
La mayor
preocupación de Celestino fue, siempre, que el pueblo que lo acogió
maravillosamente fuera el beneficiario de los trabajos que se generaran en
dicha finca. Era consciente de las graves necesidades de aquellos años de
penuria por eso todos los obreros que trabajaban en su finca eran de Villargordo
y a todo el que le pedía trabajo se lo concedía, sin ponerle pegas.
Nunca se
aprovecho de nadie y sí procuró beneficiar a todo el que pudo. El mejor ejemplo
de esta afirmación está en su patrimonio familiar pues, después de tantos años de
empresario agrícola ejemplar, todo quedó localizado en una casa digna,
nada más. Al llegar al pueblo vivió de
alquiler, hasta que algunos años después consiguió construirse una casa.
Unos años más
tarde, amplió su empresa y arrendó tierras en Villargordo, en el paraje
conocido como “Baldío”. Eran terrenos de secano y él las transformó a
regadío, siendo sus cultivos principales el algodón y el maíz.
De Celestino,
nadie puede decir nada malo, todo lo contrario, y, como pasó por esta
vida haciendo cosas buenas, fue muy querido por los trabajadores desde su
llegada al pueblo hasta el final de su vida, nos dejó hace ya treinta años, el
15 de enero de 1983.
Hace años que conozco a la familia de Celestino y, sobre todo, a sus hijas y yernos. Este conocimiento se
forjó cuando todos residían en nuestro pueblo y, por ello, nos tocó tener
algunas vivencias que fraguaron las relaciones que bastantes años después
todavía se sostienen en pie y sin necesidad de muletas.
Recuerdo de Celestino y
de Antonia, su esposa, lo amables y
acogedores que eran cuando los visité en su domicilio.
Pero quien comenzó estas relaciones no fui yo, hay que remontarse
unos años más atrás en el calendario y ahí encontramos a mi abuelo, Francisco Pérez Soriano <<Pérez “El viejo”>>, y a Celestino
charlando un día sí y el otro también.
Mi abuelo tenía una casilla con un corral en la calle José Antonio del Moral Garrido, estaba
ubicada frente a la casa de Celestino,
y mi abuelo iba todos los días a echarle de comer a sus animales y a recoger
los huevos.
De esta circunstancia se derivaron infinidad de conversaciones
sobre agricultura y les hizo mantener unas excelentes relaciones.
Pasan los años, se retoma la figura de Celestino 30 años después de su muerte, el recuerdo comienza a suministrar información, entonces se actualizan
las vivencias de antaño y compruebas que hubo hechos loables que ya estaban
archivados para la memoria del pueblo, no para la FAMILIA
y los amigos.
Yo, como amigo, remuevo esta noche el pasado y lo hago con el máximo respeto y cariño
para el recuerdo de Quica, Antonio y Celestino con un hecho no aportado por nadie y que voy a relatar
para demostrar el calado moral y de cariño que imprimía a sus
relaciones con los trabajadores.
Un 15 de mayo, cuyo año
no recuerdo, estaban sus trabajadores en “El
Baldío” y una tormenta vespertina obligó a la cuadrilla a guarecerse en una
choza de las que siempre había en esos parajes para protegerse del sol. Todos
se metieron dentro de manera atropellada y, como esa vivienda rústica era el
punto más elevado que había en aquel lugar, el rayo cumplió con los fundamentos
técnicos de sus descargas, lo hizo en el punto más elevado que encontró en
aquel lugar, la choza ocupada por los trabajadores/as.
Aquella descarga ocasionó la muerte de Quica y hubo algunas personas más que se vieron afectadas de menor
gravedad.
La señora fallecida era la esposa del manigero de la cuadrilla, Antonio Cazalla.
Aquel hecho lamentable consternó a Villargordo y dejó solos a Antonio
y a Rosario, una niña de corta edad.
¿Por qué he
desempolvado este recuerdo ahora?
Porque quiero reconocerles, públicamente, el comportamiento ejemplar que tuvieron con
estas dos personas después del hecho luctuoso… ¡¡¡Siempre estuvieron a su lado!!!
En más de una ocasión, en nuestras conversaciones, les escuché
nombrar a Rosario con esa expresión
tan entrañable y que nunca se borró de mi memoria… ¡¡¡Mi niña!!!
Han pasado muchos años y las relaciones de estas dos familias
siguen igual de fuertes… ¿Por qué?
Este ejemplo es la mejor demostración de cómo en las relaciones PATRÓN-OBRERO se puede ser algo más que
eso… AMIGOS primero y FAMILIA con el paso de los años.
¡¡¡Que aprendan los sindicalistas
y los empresarios leyendo este humilde relato, está basado en una
historia real y, después de leerlo, que se dejen de
pamplinas!!!
Celestino contó esa noche con el respaldo presencial de sus hijas, yernos y nietos. Lo que no puedo afirmar es si algún biznieto vino también, desde Úbeda, en su carricoche de bebé derrapando en las curvas para llegar a tiempo.
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