martes, 14 de enero de 2014

SONETO A VILLARGORDO

Colaboración de José Martínez Ramírez
 Este soneto está dedicado a mi querido profesor,
D. Francisco Pérez, que tanto quiere a su pueblo.


Desde las crestas de Mágina veo Villargordo
al amanecer, muy lejano  y exacto,  blanco.
Imagino sus calles llenas de niños con su coro
de algarabía y juego, encendidas en verano.

Cada sombra azul huele a jazmín y sólo
canta el jilguero en la copa del álamo,
mecido por el viento.  Atardeceres rojos
que encierra en sus ojos a este pobre náufrago.


Allí, serenos, ya dormitan sus vagos tonos
altiva espiga de oro, dice adiós al día claro.
Cuando derrama el ruiseñor todo su tesoro.

Lejanos astros  hacen, de mi pueblo amado,
joven cada noche y yo me iré triste y solo,
sin hogar, pero con mi copla  azul cantando.

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