PREGONERO:
Santiago
López Pérez
CAPÍTULO III
DOMINGO DE
RAMOS
Mañanas de Domingo de Ramos, mañanas de un cielo
azul diáfano. Mañanas de primavera, cuando la vida se renueva, y el campo
estalla en colores mostrando la belleza de la mano que lo ha creado.
En este día santo los niños suben alegres a la
Ermita con sus palmas y sus ramos, a recibir al Señor que a lomos de un
borriquillo viene montado. Un humilde borrico es el trono sagrado que todo un
Dios ha elegido para confundir a los sabios. Admiremos la humildad del Rey más poderoso a lomos de un pobre asno. Es la
procesión más auténtica desde el punto
de vista evangélico.
Y sucede que el recuerdo me lleva al Domingo de
Ramos de otros años, cuando era monaguillo y se hacía una procesión de las Palmas,
que más bien era un simulacro, pues solía consistir en darle una vuelta a la
plaza, en doble hilera de fieles con el cura situado en medio. Acabada la
vuelta, el pueblo volvía al templo y se continuaba con la Misa. Entonces, sólo
se procesionaba con palmas blancas; con ramas de olivo ni siquiera se
planteaba. Y después de la celebración, los niños pedíamos algunas hojas de palma para hacer los trepasimones, los
lagartos, las torres y cruces trenzadas que luego colgaríamos de los balcones
para proteger nuestras casas de los peligros de las malas tormentas.
Domingo de Ramos, Villargordo sale a las calles
con la alegría de ver el Paso que la Cofradía de Nuestro Padre Jesús de la Paz en su entrada en
Jerusalén y San Antonio Abad procesiona por nuestro pueblo. Ha sido un año de
espera y ya ha llegado el momento. El espíritu cofrade estalla de gozo y la
responsabilidad de ser cada año los primeros en presentarnos a Cristo redobla
voluntades para que todo salga perfecto. Es el Domingo Triunfal en el que Nuestro Señor, manso y humilde de
corazón, nos bendice a todos con su paz. Procesión de la alegría en la que
Cristo es el motivo para el encuentro
con los amigos a los que no vemos desde
hace tiempo. La paz que el Señor de la borriquilla nos va dejando se hace
tangible en saludos, en abrazos.
Vayamos todos juntos a recibirlo
con nuestros ramos de olivo,
pues todo un Dios ha querido,
desde la sencillez de un pollino
mostrar el verdadero camino
para el que anda perdido.
Vayamos todos juntos a recibirlo
con el corazón henchido,
con nuestros ramos de olivo.
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