A mi PADRE
Colaboración
de José Martínez Ramírez
Que días más tristes vinieron
después,
la calima de aquel julio, me
destroza.
Aún era yo un niño, parece que
fue ayer,
salvaje y perdido, la verdad, cómo
se añora.
Bajo las encinas de Torre Álamo
quería yacer,
en su cueva dormía, pueril,
rodeado de flora.
Mientras el paciente rebaño,
después de beber,
dormita en la verdura donde anida
la alondra.
Huérfano de todo y de todos quiso
hacer,
de un sueño que siempre llegaba a
deshora,
luz de aguja sempiterna, con
que tejer,
la seda maternal de una mano,
siempre huidora.
Las mariposas, cuidando de no
romper
la magia mientras dormía,
hurgadoras
le abanicaban la cara para no
envejecer
y así evitar que se fuera, tras
lo que añora.
Los cosquilleos en la barriga
tocaba vencer,
algo de pan duro que, en ningún
caso evapora,
el hambre de aquellos duelos de
amanecer
contra el caballo de pan, nanas
de la cebolla.
Los herrerillos cantaban, antes
del sol romper
las crestas del Turumbillo
cuajadas de amapolas,
el niño pastor se lavaba la cara;
después de vencer
el miedo de la noche estrellada,
oscura y traidora.
Ahora me grita el silencio, lo
siento descender
por mi médula cansada, por mi
vena escritora.
Ahora me toca a mí recordarte
para poder defender
tu memoria. Cómo te he echado de
menos, ya es hora,
de dibujar tu Patria en justa
pleitesía y extender
cabriolas celestes de golondrinas
que te coronan.
Granado encendido, de un padre
que no ha de volver.
Te envío mi gratitud, la
esperanza se desmorona.
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