PREGONERO:
Santiago
López Pérez
CAPÍTULO VII
SÁBADO
SANTO
Y
DOMINGO DE
RESURRECCIÓN
El Sábado
Santo es el día del gran vacío de
Dios. Cristo ha descendido a los infiernos, es decir, ha compartido la
misma muerte que cualquier ser humano; pero, la ha hecho nueva, ya la muerte no
es el fin en sí misma, sino que, con Él, la muerte se ha convertido en la
puerta necesaria que se abre para el encuentro definitivo y verdadero con Dios.
En Nuestra Parroquia se percibe ese vacío, esa
ausencia, pues falta lo más importante: la presencia de Jesús en el Sagrario.
El templo se convierte en un continuo ajetreo de unos y otros, en un continuo
afán por embellecerlo lo mejor posible para dejarlo espléndido y celebrar, a la
noche, con alegría y belleza, la Vigilia
Pascual, la misa más importante de
todo el año, en la que los villargordeños renovamos nuestro bautismo en las
aguas que manan de Cristo, vencedor de la muerte. El pregón Pascual nos anuncia
la nueva vida que empieza con Cristo,
un nuevo amanecer para los hombres pues Jesús ha vencido la muerte.
El dolor y el sufrimiento de los días anteriores
dan ahora paso a la fiesta de la Vida. Nuestra
fe se fundamenta en la Verdad, está llena de sentido. Nuestra fe en
Jesucristo, el Hijo de Dios, no es algo vacío, sino que está llena de vida. La Resurrección debería ser el gran acicate y
revulsivo para vivir los hombres en la esperanza más gozosa y en el compromiso
cristiano.
Las campanas del Domingo de Resurrección repiquetean y redoblan sus sones con
intensidad, como queriendo compensar el silencio forzoso de los días
anteriores, para anunciarnos que la imagen de Jesús Resucitado sale de Nuestra Parroquia a proclamar que la
muerte ha sido vencida, que a todos nos corresponde tener confianza en la vida
eterna junto a Él. Cristo nos anuncia con su presencia que Él ha resucitado y
con Él toda la Humanidad. Esta victoria es nuestra seguridad y nuestra
confianza, y la podemos vivir día tras día en cada Eucaristía.
DESPEDIDA
Permitidme ahora un recuerdo especial para
aquellos villargordeños que no pueden estar aquí, los que se encuentran
postrados en el lecho del dolor y viven abrazados a la Cruz de Cristo,
completando en su cuerpo lo que falta a la Pasión de Nuestro Señor. A ellos,
que conforman Nuestra Iglesia Sufriente,
mi más sincero abrazo y mi oración de súplica a nuestro Señor de la Salud para que les ayude y
tenga compasión de sus sufrimientos.
Y a
todos vosotros, muchas gracias por vuestra paciencia, por
vuestro cariño y cercanía. Sabed que, como decía el poeta, “se canta lo que se pierde”,
y el hecho de tener que vivir fuera de Villargordo, hace que se quiera mucho
más a nuestro pueblo y a sus gentes.
Esta noche ha sido para mí todo un privilegio poder pregonaros la Semana
de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, la semana de la exaltación
de la Vida. Todos los cristianos hemos de “predicar
a Cristo a tiempo y a destiempo” y “¡ay
de mí si no predico a Cristo!”. Pero, no olvidemos que Semana Santa ha de ser todo el año en el corazón del cristiano.
He dicho.
D. José Barnés Moral, acabada la intervención de Santiago,
subió al estrado para dedicarle unas palabras de agradecimiento por su
participación en el acto organizado. Intervino en representación de la
Agrupación de Cofradías y Hermandades y le entregó un recuerdo conmemorativo
del mismo.
A continuación también homenajearon a Pilar, su
querida madre, haciéndole entrega de un ramo de flores.
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